A las mujeres no se nos perdona el éxito

A las mujeres no se nos perdona el éxito

Las mujeres nacemos con una diana en la frente, ya contamos con ello. Hemos crecido sintiéndolo.
El otro día en un hipermercado un reponedor pasó junto a nuestro carro y le dijo a mi hija: «Perdona mi amor que tengo que moverte el carro». Mi hija me dijo:

  • -«Mamá, ¿por qué ese chico me dice «Mi amor»? Yo no soy su amor, y yo me llamo Mencía.

Y yo le respondí en voz alta que muchos hombres creen que tienen derecho a habarle así a cualquier mujer y que hizo muy bien en responder como lo hizo y no dejar que nadie le llame como lo que no es.
Puede parecer exagerado ¿verdad?
Pues no lo es. A todos se nos llena la boca hablando de igualdad, de conciliación, de autoestima y de empoderamiento. Pero una cosa es hacer un discurso y otra vivirlo.

Hoy cumplo 45 años. A mi edad las mujeres que triunfan  por sus propios méritos son aquéllas que mayoritariamente han adoptado un modelo profesional masculino. Aquéllas que renuncian a tener hijos o que delegan la mayor parte de su cuidado y educación en otros. Y no lo digo yo, lo dicen ellas, esas  (pocas) mujeres  con poder económico, político o social,  cuando les preguntan sobre el tema en entrevistas.

El modelo de mujer femenina, que ejerce de madre como ella desea no es un modelo visible de triunfo ni de éxito. Y no lo es porque nos han convencido de que  son incompatibles. No se puede ser emprendedora de éxito siendo mujer y madre. No se puede llegar a vivir como quieres sin pasar por el peaje que otros te obliguen a pagar, desde una titulación «oficial»  a  tragar con los modelos  de trabajos existentes (curiosamente masculinos).

¿O sí?

Ileana Medina  de Tenemos Tetas me escribió esto cuando le pedí una colaboración en el prólogo para mi libro «La Maternidad sin tabúes»

]  Nohemí Hervada es una de las blogueras de maternidad más importantes en lengua castellana. Empresaria de éxito, formadora, cooperante… es el ejemplo de conciliación verdadera que podríamos imaginar para el futuro: ser madre y hacerse a sí misma, realizándose profesionalmente a la vez que portea, amamanta y cuida a sus cachorros. La lectura de sus artículos es la inspiración que necesitamos para saber que es posible tenerlo.

Sin pecar de falsa modestia diré que todas deberíamos alegrarnos cuando una lo consigue. Porque aplicando el «si yo puedo tú puedes», ver a una mujer conseguir conciliar, emprender y triunfar debería ser motivo de aliento para el resto.
Pero resulta que no. Porque las mujeres somos esos seres que no podemos cobrar por nuestro trabajo a no ser que algún tutor nos autorice.
Un tutor, por supuesto, de modelo masculino.

  • No vale nuestra formación si no la avala una autoridad, aunque esa autoridad haya demostrado su ineficacia con la mayoría de sus seguidores.
  • No vale nuestra experiencia porque a ver si va a resultar ahora que unas simples mujeres, van  a saber más con su experiencia que un montón de gente seria que ha estudiado mucho.
  • No vale nuestro trabajo porque es una vergüenza que trabajemos ofreciendo recursos que no hemos inventado nosotras. Al fin y al cabo, nadie ha descubierto el fuego ni inventado la rueda. Da igual que la criba, recopilación, experimentación y la presentación de recursos acumulados durante años ahorre trabajo y muchos estén dispuestos a pagar por ello.
  • No valemos para cobrar bien por nuestro trabajo, porque resulta que ver a una mujer ganarse bien la vida es un insulto a todos esos pobres hombres que viven peor que una.
  • No valemos para contribuir al bienestar físico, social y emocional de otras mujeres, porque  a ver entonces cómo todos esos hombres que se sienten cómodos explicándonos cómo ser madres van a encontrar su púlpito si la mayoría de las mujeres se dan cuenta que la mayor autoridad para hablar de nuestros cuerpos y nuestras funciones la tenemos nosotras y no ellos.
  • No valemos ni para que los cobardes que nos critican  nos lo digan a la cara.

 

Así nos tratan. Así nos denigran. Así nos desprecian.

Mejor dicho, así lo intentan.
Porque a mí que personajes fracasados en sus vete a saber qué expectativas dediquen su tiempo a criticarme lo único que me deja claro es qué clase de vida tienen. Como dice el dicho: «Lo que dice Pablito de Juanito, habla más de Pablito que de Juanito».

Yo hoy me desperté  con un año más. Con una sonrisa en la cara porque tenía unos 80 libros que  firmar y dedicar a 80 personas que se alegran de mi trabajo y que me lo pagan. Con la satisfacción de haber podido pagarme un viaje de avión de 1 día para ir a abrazar a una amiga a la que quiero y admiro. A amigas que también tienen éxito en su trabajo. Me desperté feliz abrazando y amamantando a mi hija. Feliz de oír a mi hijo alegrarse al ver toda las cajas de libros que su madre ya ha vendido. Hijos que han tenido que oirme hoy contarle a mi pareja cómo unas personas han intentado amargarme este día feliz. Personas que no me conocen de nada y personas que sí me conocían y se apuntan ahora al carro de darle leña al mono feliz. Hijos a quienes su madre ha intentado explicar que a veces la felicidad molesta. Que el éxito molesta.

A mí estas tristes y mediocres personas no me afectan, pero sí me duele que tratan como idiotas y estúpidas a la gente que paga mi trabajo, mis cursos y talleres.
Y me dan ganas de enseñarles, no mi CV que es público y que incluye lo que me dé la gana de incluir mientras no mienta, sino, de enseñarles el de algunas de mis alumnas: profesionales con títulos de los que estas personas sí valoran:  psicólogas, matronas, fisioterapeutas, pediatras, médicas especialistas, anestesistas, enfermeras, educadoras, pedagogas, maestras, abogadas,  geógrafas, ginecólogas, etc …..

Queridas alumnas he de deciros que hay personas que creen que a pesar de ser adultas, autónomas y profesionales con más carrera que ellos , sois tontas. Sólo sois pobres mujeres que no sabéis sacar de dentro de vuestras torpes mentes  femeninas lo que estáis dispuestas a pagar a gente que al parecer os tima. ¡Cómo os atrevéis a decidir por vosotras mismas qué hacer con vuestro tiempo y vuestro dinero!

Eso sí me molesta y mucho. Porque si algo me caracterizo es por reconocer la inteligencia  y en mis cursos, la media de inteligencia es bastante alta, siempre presumo de que en mi entorno cercano, la más tonta soy yo.  Porque a mí me encanta reconocer el mérito de aquéllos que crean, que trabajan y que construyen. Y me alegro cuando venden  y viven de su trabajo, en vez de quejarme mezquinamente de que se comen mi parte del queso.

Y sí, cobro por mi trabajo y lo cobro bien, y no, no son  3000€ por mis cursos,  a veces cobro incluso más. Y lo cobro por varios motivos:

  • El primero es porque me da la gana
  • El segundo porque lo vale
  • El tercero porque  hay gente que lo paga con gusto
  • El cuarto porque esos 3000€ que tanto molestan me permiten que mujeres muy valiosas a las que quiero y admiro trabajen enseñando por lo que saben hacer de forma excepcional, en vez de regalar su tiempo a empresas que las obligarían a estar haciendo un trabajo muy inferior a sus capacidades, separadas de sus hijos.

Me entristece ver la mezquindad gratuita y me entristece aún más observar a mujeres aplaudiendo estas mezquindades. Mal vamos a conseguir estar mejor si a la que lo consigue le queremos dar con un palo en la cabeza. Mal vamos a ser respetadas si babeamos ante cualquier hombre disfrazado de feminista o «consciente» en cualquiera de sus modalidades que pretende darnos lecciones de qué podemos y no podemos hacer, cobrar y pagar las mujeres.

Yo hoy me quedo con el  mensaje de una alumna, que aun habiendo pasado por la universidad ha conseguido, gracias a nuestro curso de Asesoras Continuum, en su lugar de trabajo, un hospital público, mejorar la calidad de un niño y sus padres. Y ese es uno de tantos.
Me quedo con una profesional  de la medicina que consiguió que la primera vez que se hizo piel con piel en una cesárea fuera porque se lo propuso ella tras haber cursado nuestra formación. Me quedo con esas matronas que nos felicitan por nuestra profesionalidad y seriedad a la hora de formarlas en porteo. Me quedo con esas profesionales cuya formación reglada no les había bastado para impulsar su trabajo y empezar a practicarlo como ellas querían, y hacerlo rentable para no depender de nadie y poder dueñas de su dinero, su tiempo y su vida.
Esas son mis cartas de recomendación… cada uno que presente las suyas.

 

PD: No he ido a la universidad y no tengo un titulo «oficial» (según ellos), pero hasta yo sé que acusar a alguien de un delito y no poder probarlo es una injuria tipificada como delito en nuestro código penal. A ver si ahora en vez de vivir de mis cursos voy a vivir de las demandas que gane contra quien me injurie y calumnie.

Asesorarte

Ni Diva, ni Rockstar

Ni Diva, ni Rockstar

Una rubia española me explica cómo hacer un nudo a la espalda con un fular semieslástico. Yo puérpera, transpirando a mil, con el espejo del baño en la pieza para estar cerca de la cama en caso de “cualquier cosa”, explicándole a un bebé de 6 meses lo que intentaba hacer, era una escena digna de una comedia. Mientras yo trataba de no perderme en la tela, la española con una envidiable facilidad, movía de atrás para adelante a su hijo y le daba teta mientras se dormía.

Así conocí a Nohemí Hervada, a través de sus videos de porteo, sin imaginar a dónde llegaríamos y qué significaría para mi vida.  Hace más de dos años que vivo la aventura más grande de mi vida: La maternidad que ha sido una revolución de hormonas y prioridades, pero sobre todo de amor que le ha dado giros hermosos y sincrónicos a mi vida.

Ya no rubia, el 2014 me contacté con Nohemí para postular a hacer la fórmación de Asesoras Continuum y desde entonces comencé un maravilloso viaje del que me encantaría que muchas y, por supuesto muchos, puedan ser parte. Nohemí viene a Chile en menos de un mes y podremos estar con  una gran mujer que ha escrito y dicho por muchas mujeres, que ha inspirado a muchas emprendedoras y que ha despertado sueños de muchas madres.

Ni Diva Ni Rock Start, pudiendo serlo -le encantan las fotografías y cantar-, Nohemí es una mujer cercana, accesible, directa y comprometida con las mujeres, las madres y, sobre todo, con las y los bebés. Es una emprendedora que ha sabido compatibilizar la maternidad y el trabajo, cambiando el paradigma de la crianza.

Equipo de Asesoras Continuum en Chile

Equipo de Asesoras Continuum en Chile

Viene a Chile y estará en Santiago. Viene a invitarnos a mirar más allá de lo que nos han dicho o nos han hecho creer, viene a empoderarte, a sacarte partido y a asesorarte.

En Santiago, compartiremos con ella en la comuna de Puente Alto, un tremendo regalo. Aunque pareciera ser lejos (yo vivo en Maipú), vale la pena el esfuerzo, el pique, la micro, la bencina, el taco…Que no sea excusa (cualquier parte podría ser lejos), además estaremos a un paso de la Estación las Mercedes de la Línea 4.

Que Nohemí venga a Chile es una tremenda oportunidad para reconocernos, para aprender de nosotras mimas, para darle un giro a lo que estamos y no estamos haciendo, para mirar en perspectiva nuestras vidas.

Es una gran posibilidad de abrir espacios, de generar redes, de que sigamos tomando consciencia!

¡En Chile ya hay Asesoras Continuum, Asesoras de Porteo de Mimos y Teta y más!
¡Tú puedes ser la próxima!

Viviana Salazar
Mamivi

 

#NohemíenChile #esperandoconlosbrazosabiertos #LoPrimeroEsSoñarlo

Toda la información del evento AQUÍ

CartelPromoSantiago

Comer siempre pan duro

Comer siempre pan duro

¿Cuántas veces has oído eso de :
“No esperes a decir a tus seres queridos que les quieres”?

Seguramente hemos compartido decenas de carteles con ese tipo de mensajes.
Pero lo cierto es que nuestra conciencia sobre la fragilidad de la vida es breve. Nos dura el tiempo justo de hacer un repaso mental rápido para recordar si nos despedimos de los nuestros ese día con un beso y un “te quiero” o con un simple “hasta luego”.

Estamos diseñados para intentar sobrevivir, así que no nos recreamos en pensar que puede que no lo logremos hoy.
Vivimos como si fuéramos eternos, y eso es bueno.
Pero es falso.

Lazarillo de TormesVivimos haciendo planes para mañana, para el mes que viene, para nuestra jubilación… cuando lo cierto es que nadie tiene garantizado llegar a cumplirlos. No se trata ahora de hacer del Carpe Diem nuestro grito de guerra y vivir sólo el momento presente, porque en el mundo en que la mayoría nos movemos, para que haya un presente con cierta calidad de vida hemos tenido que tener algo de cabeza en en algún momento más o menos lejano en el pasado. Pero sí se trata de ser sinceros y pensar si somos de los que de verdad disfrutamos el hoy, aunque dediquemos parte de nuestro tiempo al mañana.

Cuando era pequeña a veces iba con mi abuela a visitar a una familiar con muchísimo dinero pero muy tacaña. Cuando esta mujer me ofrecía merendar, siempre era con pan duro. Mi abuela me decía: “Esta mujer siempre come pan de ayer. ¿Algún día parará y empezará a comer el pan del día?»
Esa frase :“comer siempre pan de ayer”, se me quedó grabada como ejemplo de personas que no disfrutan nunca el presente.

No quiero pasarme la vida comiendo pan de ayer.
No quiero mi pan caliente y recién hecho de hoy comérmelo duro mañana.

……….Quiero querer a la gente que quiero cada día de mi vida y demostrárselo.

……….Quiero que cada vez que me separo de los míos sea con un gran abrazo y un beso, nunca con un enfado que solucionar a la noche. Porque a veces, sencillamente no hay noche.

……….Quiero que mis prisas, mis proyectos emocionantes y mis ganas de vivir no se coman los momentos de sencillamente mirar a mis hijos y agradecer tenerlos en  mi vida. Quiero que sepan que son mi mayor motivo de orgullo. Sin duda lo mejor que he hecho nunca.

……….Quiero pasar mi vida trabajando con gente que aprecia lo que hago y con gente a la que yo valoro y no malgastar mi energía y mis talentos para otros que ni los aprecian, ni los valoran, ni los remuneran.

……….Quiero que mis amigas sepan que aunque lejos, pienso en ellas cada día, como uno de los mayores regalos de mi paso por la vida. Aquéllas que siguen conmigo y otras que, por diversos motivos, ya no están.

……….Quiero llorar cuando la gente que quiero llora, y reír cuando ellos ríen, y celebrar sus alegrías y maldecir las injusticias que sufren. Quiero que por encima de todo, sepan que no están solos.

……….Quiero, como dirían las aspirantes a Miss Universo: la paz mundial y la concordia, pero mientras eso llega, me gustaría pensar que puedo contribuir a un pedacito de eso a toda esa gente que me importa.

Quiero comer con los que quiero mi pan del día, cada día.

Eloísa, Mercedes, Elena y yo

Trata bien a todo el mundo hijo mío, a las chicas más

Trata bien a todo el mundo hijo mío, a las chicas más

-Trata bien a todo el mundo hijo mío,  y a las chicas más
-¿Por qué mamá?

Ese fue el inicio de una conversación con mi hijo de 10 años. Estábamos hablando de relaciones, de conflictos y tras mi consejo me preguntó :
-» ¿Por qué hay que tratar mejor a unas personas que a otras mamá? ¿Por qué hay que tratar mejor a las mujeres? ¿No hay que tratar bien a todo el mundo?»

Y entonces tuve que explicarle  cómo funcionan las cosas en este mundo.

  • Tuve que explicarle que  «justicia» no es tratar igual a todo el mundo, porque en un mundo de desigualdad, tratar igual a todo el mundo sigue dejando en posición desfavorecida a quienes ya parten con desventaja.
  • Tuve que explicarle que no vivimos en un mundo justo, sino en un sistema machista. En un sistema donde los débiles sufren a manos de otros que tienen poder.
  • Tuve que explicarle por qué en las pelis y series que le gustan, los chicos son fuertes, valientes y héroes, y las chicas son «monas».
  • Tuve que explicarle que su hermana lo va a tener mucho más difícil que él sólo por su género.
  • Tuve que explicarle que su hermana probablemente cobrará menos que él aunque haga el mismo trabajo con la misma cualificación, sólo por su género.
  • Tuve que explicarle que su hermana, en igualdad de condiciones con un hombre, tendrá menos posibilidades de ascenso y/o promoción laboral y profesional.
  • Tuve que explicarle que  ser mujer es un factor de riesgo para sufrir abusos, acoso, discriminación y un montón de cosas que él aún ni entiende.
  • Tuve que explicarle que su hermana va a sentirse juzgada muchas más veces que él.
  • Tuve que explicarle que su hermana va a sufrir paternalismo en tantas ocasiones, y por tantas personas, que puede que llegue a normalizarlo y ni lo note.
  • Tuve que explicarle que su hermana no va a sentirse igual de respetada que él aunque vivan las mismas situaciones y por las mismas personas.
  • Tuve que explicarle que la opinión de su hermana será ignorada o aclarada o corregida por algún hombre, aunque la suya sea más valiosa, más inteligente y con más peso. (Mansplaining)
  • Tuve que explicarle que su hermana crecerá viendo cómo a las mujeres se las cosifica constantemente en la publicidad lo que influirá en cómo se ve ella y en cómo la ven los demás.

    COSIFICACION DE LA MUJER

    Imagen del blog: El Cuenco de Baubo

  • Tuve que explicarle que su hermana crecerá sometida a un juicio constante sobre su cuerpo, su sexualidad y su libertad.
  • Tuve que explicarle que su hermana aprenderá muy pronto que ir «sola» es peligroso, aunque vaya con una amiga.Que va a ser de ti lejos de casa

Y me paré porque hay cosas que aún no le puedo explicar:

  • No puedo explicarle aún que su hermana muchas veces yendo por la calle agachará la cabeza, cruzará la calle o acelerará el paso porque tendrá miedo.  No miedo a la oscuridad, no miedo a perderse, no: miedo a ser violada o algo peor ( si es que hay algo peor).
  • No puedo explicarle aún que este mundo lo único que le ofrece a su hermana y a su madre para protegerlas es que «tengan cuidado» con cómo visten, cómo hablan, con quién salen o a dónde van… (¿Cómo le explico que las mujeres tenemos que vivir en constante estado de alerta?)
  • No pude explicarle aún que su madre, como prácticamente el 100% de las mujeres que conozco, ha sufrido casi todas estas cosas y a día de hoy sigue sufriendo algunas.
  • No pude explicarle aún que cada día asesinan a niñas por serlo
  • No pude explicarle aún que cada día asesinan a mujeres por serlo

Ojalá no tenga nunca que explicarle todo lo que me queda por explicarle.  Ojalá algún día no tenga que  decirle:

Trata bien a todo el mundo hijo mío,  y a las chicas más.

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EMPODÉRATE- NOHEMÍ HERVADA.

¿Tienes espíritu de funcionario?

¿Tienes espíritu de funcionario?

Soy hija y nieta de funcionarios. Conozco de cerca bastante de  lo bueno y lo malo de este trabajo.

Sé  lo que es la desidia en el trabajo, oír a compañeros de trabajo decir: «para lo que nos pagan demasiado hacemos» o » no te vuelvas loca que no te lo van a agradecer».

He vivido de cerca la injusticia de ver jefes con carrera que tienen el cargo y el sueldo, cuando subalternos hacen el trabajo de verdad.

funcionario ©Forges

©Forges

He visto funcionarios pasar la mañana leyendo periódicos o haciendo solitarios en su PC, mientras la mesa de algún otro se llenaba sin parar. Al buen trabajador se le premia con más trabajo, al inútil o indolente, precisamente con lo contrario, «a Martínez no se lo encargues que es un inútil, si quieres que se haga dáselo a López».

El motivo por el que la  mayoría de la población sueña con ser funcionario no es precisamente por su vocación de servicio, si no  porque tenemos interiorizado que al conseguir «tu plaza» , tendrás la ansiada SEGURIDAD que todo el mundo persigue. Es como lo de «una vez salvo, siempre salvo» que rezan algunas religiones, o lo que es lo mismo: «esfuérzate ahora y luego échate a dormir»

©Forges

©Forges

Esa aspiración es comprensible en un país donde la tasa de paro es vergonzosa y preocupante. En épocas difíciles, saber que pase lo que pase, a final de mes entra el sueldo  (aunque sea poco) da mucha tranquilidad. Que se lo digan a mi familia de  7 miembros que dependía de ese único sueldo fijo.
Un trabajo fijo y seguro, para toda la vida. Esto era lo que querían nuestros padres para nosotros, y esto es lo que una gran parte de la población ha comprado como la clave del éxito.
Por ello hay jóvenes ( y no tan jóvenes) encerrados durante meses y/o años, estudiando para aprobar un examen con nota, para conseguir la ansiada plaza que le compense el esfuerzo de tanto tiempo.

¿Es malo eso?

Depende.
Veamos la etimología de la palabra funcionario. Dice Amando de Miguel, en esta publicación:

La palabra ‘funcionario’ entra en el español muy tarde, a mediados del siglo XIX, cuando se organiza el Estado liberal. Claramente viene del francés (fonctionaires), puesto que Francia era entonces el modelo del Estado.

Antes de eso, existía en español la palabra ‘función’, derivada del latín, en el sentido de “ejercicio de algún empleo, facultad u oficio”. Ese ejercicio llevaba consigo la noción de cumplimiento de una obligación. Cuando esa función se hace “pública”, el que la ejecuta es el “funcionario”.

Tampoco está mal la idea de “servidor público” (civil servant). Es de admirar ese tipo de funcionario que realmente disfruta de su trabajo, siempre dispuesto a atender al público. Está también la caricatura del funcionario resentido cuyo empeño parece ser el de poner trabas a los administrados.

¿Qué es un funcionario?

El término funcionario tiene su origen en el latín. Proviene de functio, functionis cuyo significado es ejecución, cumplimiento, ejercicio, desempeño. Esa palabra a su vez está formada por functus, supino de fungor, fungi, functus sum que es desempeñar, cumplir con, ejercer un cargo del Estado. A esa raíz func-, se le agrega el sufijo -tio(n) que indica acción y efecto, más el sufijo –arius que denota lugar. Puede considerarse entonces que el concepto etimológico de este vocablo es el que ejerce la acción y efecto de un cargo del Estado. (Leer más en Quees.la )

Según  la web Definición.es

Lo habitual es que el funcionario público tenga condiciones más beneficiosas (horario reducido, vacaciones más extensas, mayor seguridad laboral) para evitar que los mejores hombres trabajen en el negocio privado y lograr que permanezcan al servicio de la sociedad en general a través de las dependencias estatales.

 

©Morgan

©Morgan

Así, con estas definiciones en  mente, entendemos que un funcionario es un trabajador que el Estado contrata para un servicio público, al que se le da ciertos beneficios añadidos a la remuneración por su trabajo, para asegurarse de que se cuenta con los mejores profesionales. A día de hoy, si el beneficio no es la cuantía de su sueldo, sí lo es la seguridad del mismo.
Ese debió ser el origen de este sistema, y no dudo que haya funcionarios así,  pero  la realidad es que la expresión «espíritu de funcionario» no define al trabajador servicial y vocacional, sino  a un tipo de persona que ha hecho suyo el lema del «mínimo esfuerzo». Todos conocemos ( y sufrimos) un gran número de funcionarios que no sólo no son los mejores trabajadores en su oficio, sino que han llegado a ser tan indolentes y tener tan mala actitud para el servicio, que fuera de la administración, nadie les contrataría para su empresa privada.

¿Es peligroso el «espíritu de funcionario?

Por supuesto.

  • Es una lacra para el sistema público.
    Mantener empleados públicos que no son rentables y/o que son una lacra para el propio sistema (haced una encuesta entre vuestros amigos funcionarios a ver si no tienen algunos compañeros que desearían eliminar de un plumazo). Hablo del daño para la sociedad en conjunto.
  • Son los mejores embajadores de  la cultura del miedo.
    No el miedo sano, que puede ser impulsor, sino del otro, del paralizante. Esa idea de que hay que aguantar lo que sea para «mantener el trabajo». Porque «como no somos funcionarios y no tenemos nuestro trabajo seguro», tenemos que tener al patrón contento y ser buenos empleados, lo que suele traducirse en tragar con injusticias y pérdida de derechos. No creo que necesite daros ejemplos, seguro que todos habéis vivido en carne propia o de cerca estas situaciones.
  • No construyen, sólo demuelen.
    Si se sienten amenazados atacan al enemigo equivocado. En ciertas profesiones que antes eran siempre públicas, sacarse la carrera ya era garantía de tener trabajo. Así por ejemplo, quien estudiaba la especialidad de matrona, por ejemplo, sabía que tenía trabajo seguro. Pero en época de recortes y de menos contratación de empleo público, resulta que hay miles de individuos que se han pasado años preparándose para al acabar tener «su plaza fija», y ahora se encuentran donde nos encontramos todos: teniendo que buscarnos las habichuelas.
    Esto hace que no baste con haber sido un lumbreras en la época de estudiante o residente, porque ahora si quiero trabajar tengo que buscarme la vida por mi cuenta, y lo más duro para las personas con espíritu de funcionario,  es asumir que hay que seguir trabajando cada día. Saber que hay  que ser tan bueno que consiga que me paguen los usuarios directamente, en vez de ir a quienes provee el sistema público de salud sin coste añadido.
    Y claro, el cliente, al final es un tribunal más duro que el de los exámenes de la oposición. Porque tienes que examinarte cada día, con cada cliente, con cada servicio que prestas. Porque el cliente sí puede despedirnos. Y esta verdad es algo para lo que los individuos con espíritu de funcionario no se prepararon nunca.
    Por eso vemos a este colectivo en concreto muerto de miedo ante la nueva realidad que vivimos todos. Un escenario profesional amplio, cambiante y diverso. Donde las mujeres se informan, buscan, deciden y eligen. Y viendo que el sistema público no cumple sus expectativas, lo que hacen es buscar entre los profesionales que trabajan por cuenta propia aquél que les parece que responde a su necesidad. En ese marco, como pasa siempre que una sociedad cambia y evoluciona, aparecen nuevas profesiones para dar respuesta a las nuevas demandas.
    Así, cuando vemos a matronas atacar a las doulas, a las parteras, a las asesoras de maternidad, a las asesoras de porteo o a las fisioterapeutas, lo que vemos realmente es su incompetencia para ser un  colectivo  profesional compuesto por personas profesionales que la gente este dispuesta a contratar y  pagar.
    Porque las matronas buenas de verdad, trabajan. O dentro del sistema o fuera. Pero no andan llorando ni culpando al mundo de sus desgracia profesional. Lo que hacen es asumir ellas la responsabilidad de sus vidas y sus trabajos. Vamos, como hacen los abogados, fontaneros, dentistas y mecánicos. Como todo hijo de vecino.
  • Se contagia
    Quizás esta es la peor parte. Porque a veces consiguen que hasta personas sensatas y con buen juicio entren en pánico y actúen de forma totalmente incoherente.
    Y resulta entonces que la fantasía en la que viven este tipo de personas acaba siendo una realidad para más gente. Gente que se olvida que en nuestro país, por ejemplo, el intrusismo es un delito personal, que no se puede acusar a todo un colectivo de intrusismo, a riesgo de que sean ellos los que acaben denunciados por atentar contra el honor del colectivo o por competencia desleal.
    Gente que se olvida que existe la libertad personal, la libertad de elección y la Ley de autonomía del paciente.
    Gente que se olvida que incluso la Ley se orienta hacia la liberalización de servicios y facilidad de acceso al mercado laboral, no justo  lo contrario (Ley Omnibus).
    Gente, en definitiva, que en vez de aprender de la competencia, como hace cualquier emprendedor y/o profesional inteligente, se dedica a difamar  y a ladrar. En ocasiones usando tácticas más propias de terroristas que de personas profesionales en la que depositar nuestra confianza.

En resumen,  si tienes este horrible virus letal llamado «espíritu de funcionario» te aconsejo que cuanto antes lo destierres de tu vida.

  • 5000 firmas contra las doulasAsume de una vez tu responsabilidad personal y deja de querer que el «papá estado» te solucione la vida.
  • Deja de culpar a los demás que no te escogen a ti por saber lo que quieren
  • Deja de arremeter contra aquellas personas, profesionales,  que han demostrado saber escuchar a sus clientes, dándoles lo que piden.
  • Deja de criticar a quienes  han sabido «inventarse» una profesión y que día a día demuestran que saben venderla. Porque son buenas en lo suyo. Porque los «malos», esos, acaban «cerrando».
  • En definitiva:  deja ya de buscar «portadas» y busca «trabajo»…

o mejor no, mejor lee algunos fragmentos del texto que  escribió hace poco Risto Mejide para El Periódico.com: y que te invito a leer completo:

@Ristomejide

 «No busques trabajo»

(…)
No utilices el verbo buscar.

Utiliza el verbo crear. Utiliza el verbo reinventar. Utiliza el verbo fabricar. Utiliza el verbo reciclar. Son más difíciles, sí, pero lo mismo ocurre con todo lo que se hace real. Que se complica.
(…)

Mejor búscate entre tus habilidades. Mejor busca qué sabes hacer. Qué se te da bien. Todos tenemos alguna habilidad que nos hace especiales. Alguna singularidad. Alguna rareza. Lo difícil no es tenerla, lo difícil es encontrarla, identificarla a tiempo. Y entre esas rarezas, pregúntate cuáles podrían estar recompensadas. Si no es aquí, fuera. Si no es en tu sector, en cualquier otro. Por cierto, qué es un sector hoy en día.

No busques trabajo. Mejor busca un mercado. O dicho de otra forma, una necesidad insatisfecha en un grupo de gente dispuesta a gastar, sea en la moneda que sea. Aprende a hablar en su idioma. Y no me refiero sólo a la lengua vehicular, que también.
(…)

Y a continuación, déjate la piel por que quede encantado de haberte conocido. No escatimes esfuerzos, convierte su felicidad en tu obsesión. Hazle creer que eres imprescindible. En realidad nada ni nadie lo es, pero todos pagamos cada día por productos y servicios que nos han convencido de lo contrario.

Por último, no busques trabajo. Busca una vida de la que no quieras retirarte jamás. Y un día día en el que nunca dejes de aprender. Intenta no venderte y estarás mucho más cerca de que alguien te compre de vez en cuando. Ah, y olvídate de la estabilidad, eso es cosa del siglo pasado. (…)

PD: Gracias  A Lorena Moncholí por su asesoramiento.
Lorena es madre y abogada especialista en derecho sanitario, familia, maternidad e infancia

Asesorarte

Las feministas que no lo son

Las feministas que no lo son

He dudado si escribir este post en mi otro blog Mimos y Teta, ya que va de maternidad y lactancia.
Al final lo escribo aquí porque en realidad esto no va de lactancia, ni de tetas. Ni siquiera va de mujeres o de feminismo.
Va de lo que van la mayoría de los conflictos entre las personas.

Va de  derechos y libertades.

De derechos fundamentales y de cómo conseguimos compaginarlos todos. De cuáles prevalecen sobre otros. De aceptar que a cada uno le duele su herida, pero que eso no invisibiliza las heridas de las demás.
Va de respeto. Va de empatía. Va de que no hay que pisar al otro para subir más, cuando no puedo subir por mi propio pie.
Va de libertad, de otorgarla y de ejercerla con responsabilidad.

En esta semana, desde que Carolina Bescansa acudió al Congreso con su bebé, hemos visto incendiados los medios de comunicación y las redes con el tema. Yo misma he escrito varias cosas al hilo, no ya de lo que hizo esta mujer adulta y libre, sino al hilo de las reacciones que provocaba su acción.

La mayoría tiene una opinión formada del por qué lo hizo. Incluso después de que ella haya declarado sus motivos, muchos pensarán o que sus motivos no son válidos o que no son ciertos. Una vez más, el ser humano atribuyéndose, ya no el derecho a opinar, sino el derecho a juzgar los motivos del prójimo. Como si fuera tan fácil.
Para mí este suceso pone sobre la mesa temas que me preocupan mucho más que el ego herido de esas otras profesionales que se quejaban de no poder acudir ellas a sus trabajos con sus hijos.  Me hastía esa manía de reducir los problemas de la humanidad a  «pues en mi caso»… Seguimos creyéndonos la medida del Universo, «si yo no puedo», «si yo lo hago», «lo que yo opino»…

  • Cirujanas que se ofenden porque no pueden  meter a su hijos en el quirófano, en vez de plantearse por qué cualquier madre debe reincorporarse por obligación a su puesto de trabajo a las 16 semanas de haber tenido a su bebé. (Como yo no puedo, que nadie pueda).
  • Políticas que critican que Carolina no haya dejado a su bebé en la guardería del Congreso (que no olvidemos es un sitio extraño, con personas extrañas, para ese bebé) cuando ellas escogieron incluso renunciar a la licencia de maternidad retribuida escasa e insuficiente y volver al trabajo a los 10 días. (Si yo lo hice, que lo haga ella– que es la versión políticamente correcta del «si yo me j**í, que se j**a ella»)
  • Personas de opiniones políticas contrarias que la critican sólo por su ideología, porque ya se sabe que en este país se debate así, no argumentando, sino criticando por sistema lo que haga el de enfrente. (Si es de otro partido, todo lo que haga está mal).
  • «Profesionales» argumentando con opiniones en vez de hechos. (Lo que yo opino, como soy X, es la verdad)

Y yo me pregunto :

¿En qué punto las personas hemos perdido tanto el sentido común?
¿En qué momento nos hemos vuelto tan estúpidamente mezquinos de creernos en posesión de la única verdad cuando lo cierto es que lo que creemos es nuestra opinión, tan simple, única y personal, como la del otro?
¿Quién nos convenció que el hecho de tener un título, unos estudios, una profesión o un historial convierte en VERDAD lo que no deja de ser nuestra sesgada visión de la realidad?
¿Cómo, personas a las que se les supone un nivel intelectual mínimo, son incapaces de distinguir entre hechos  y prejuicios?
¿En qué punto nos empezó a interesar más tener razón que intentar conocer la verdad ?

Lo reconozco, he caído en la trampa de intentar argumentar en este debate estéril con personas que no quieren escuchar a otros, sino sólo escucharse a sí mismos y a aquéllos que les adulan.
He hablado de pruebas y de estudios, y de ciencia, y de biología, y de hormonas y de derechos y de libertad, a quienes sólo buscan reafirmarse en su posición y planteamiento de vida y creencias.
Y al final, ha pasado.


Si llego a vieja, podré explicarle a mis nietos, a mis hijos ya lo hago,  lo que es la libertad y lo que son los derechos de las personas.
Les explicaré que los derechos no son sólo para los que votan. De hecho son aún más importantes para aquellos que no votan o no se sienten representados. Que no son sólo para los que piensan como yo. Que no son sólo derechos perseguibles los que afectan a lo que es me es familiar, común o conocido.
Les contaré a mis nietos que algunas personas lucharon mucho para conseguir derechos que yo me encontré ya adquiridos, lo cual agradezco, pero que quizás en su lucha, se les olvidó que hay otros derechos que aún no se han conseguido y algunos de esos son los que me movieron a mí a trabajar.
Les hablaré de que ser una persona no depende del género, ni del tamaño, ni de la edad, ni de la capacidad económica, intelectual o social. Les explicaré que ellos, niños, son personas y tienen derechos.
Les contaré cómo el ser humano, en su incongruencia, me hizo, en cierto sentido, partícipe de una guerra estúpida, en la que algunas feministas, pagadas de sí mismas y de su logros pasados, en el año 2016, insultaron a otras mujeres por pensar, opinar, creer y sentir diferente.
Les contaré que algo tan intrínsecamente humano como es nuestra forma de reproducirnos y criarnos, ofende a algunas ( o muchas) de nuestras congéneres que han escogido extirpar este proceso por completo de sus vidas o anestesiarlo (permitidme el doble sentido de la expresión), lo cual es totalmente lícito, pero no contentas con su elección, critican de forma feroz a quienes manifestamos querer hacerlo como nos da la gana.  Al parecer, lo que más molesta es que nuestra elección, totalmente libre y legítima, además nos da placer.
Esto lo explicaré en detalle, porque quizás ahí está el gran quid de la cuestión: el placer.
LAs luchas siempre han ocasionado dolor y sufrimiento y muerte. El placer es quizás lo más subversivo que hay, así que imagino que a quienes han sufrido para obtener derechos, les debe costar ver otro tipo de lucha. Una con menos renuncia y más amplitud. Con menos lágrimas y más placer.
Algún día se entenderá que ser lactófila no es un insulto, sino un adjetivo calificativo de nuestra especie.


Somos lactófilos, eso nos ha hecho sobrevivir como especie.  Por cierto, que la agresividad (o excitabilidad) de las madres que crían, es propia de todas las mamíferas. Se llama instinto de protección  y por si no lo sabían, como muchos otros, son procesos neuroendocrinos que han asegurado la supervivencia.
Lo maravilloso de nuestra forma de ser, reproducirnos y criar es que toda ella está diseñada, no sólo para la pura supervivencia, sino para que se haga con placer. Placer al engendrar, placer al parir, placer al amamantar y placer al criar.
Como diría mi genial amiga, la bióloga e investigadora Irene García Perulero, la culpa es toda de la oxitocina.

Siento en el alma que la Beauvoir, y la Badinter tenga esa animadversión hacia lo maternal. No soy juez,  ni terapeuta, ni lectora de almas, así que no me corresponde a mí saber qué les llevó a expresarse como lo hiceron con respecto a la maternidad. Sé que hay muchísimas mujeres que no disfrutan su maternidad. Me consta porque parte de mi trabajo es cambiar eso. Pero aceptar esas realidades y luchar por cambiarlas no anula la gran verdad: que muchas otros sí la disfrutamos.
No me considero  más esclava del patriarcado por ser madre y ejercer de madre.  Si acaso, lo que me siento es menos representada. Porque las mujeres que están en los lugares de poder y posicionamiento, hasta ahora, lo han hecho a costa de no ser madres, o de delegar la crianza de sus propios hijos. Por eso el gesto de Carolina Bescansa ha sido necesario. Puso sobre la mesa el verdadero debate. Porque la que no quiere criar, ya tiene todo un sistema montado para no hacerlo. La cuestión ahora es que la que quiere criar  a sus hijos sin delegar ni abdicar la tarea no lo tiene fácil. La mayoría lo hace a costa de renunciar a su poder adquisitivo, a su status o a su independencia, y eso es lo que hay que cambiar.

  • Si quieres parir con anestesia, tumbada y enchufada a un monitor es tu decisión. Algunas luchamos para que la que no quiere no sea increpada ni amenazada  por ello.
  • Si no quieres dar teta sencillamente no la das. (Otro tema es por qué luego hay tanto resquemor con esa decisión, pero ese es otro debate).
  • Si no quieres quedarte a criar a tu bebé, más allá de las semanas obligatorias ( a no ser que seas vicepresidenta claro), pues no lo haces
  • Si quieres que otros cuiden a tu bebé, pues aquí ya lo tienes más difícil dependiendo de tu capacidad económica y logística familiar, porque no siempre hay/ se puede costear una guardería (este es otro tema peliagudo), pero al parecer tienes el beneplácito de la mayoría aplaudiendo tu acción. ( Al fin y al cabo mantienes el status quo y no ofendes a la que no los cría ella).

En definitiva: si no disfrutas siendo madre nadie te puede obligar a ello. Pretender que  «algún colectivo de lactofilia» puede cambiar eso es ser o demagoga o ignorante.
Lo que sí se puede es trabajar porque las mujeres tengamos DERECHO a elegir.

Y eso es lo que algunas aún, tras tantos años en las trincheras, no han comprendido.

Y ya poniéndome pesada diré, que el Gran Objetivo no es luchar por tus derechos, sino por todos los derechos. Al final se trata de libertad  y posibilidad de elegir. Distinguir  posibilidad con obligación al parecer no es tan fácil para algunas.

red feminista tuit

Sería interesante ver dónde quedan los derechos de los niños en todo este debate.

Quizás por eso, algunas personas no quieren oír hablar del apego y de la neurobiología. Porque es muy duro que te den argumentos de peso que te dicen a las claras que sí, que tú eres muy moderna y liberal criticando a los empresarios que no quieren contratar mujeres, o que  pagan menos a una mujer que a un hombre por el mismo trabajo, cuando tú, a tu vez, crees que tus derechos , como mujer adulta, son más valiosos y poderosos que los de los bebés y niños.


Quizás la patada al patriarcado sea demostrar que podemos luchar por nuestros derechos sin dar nosotras la patada a otras mujeres a quienes consideramos inferiores por el motivo que sea, ni a sus/nuestros hijos.
Quizás sea quitarnos de encima el paternalismo dejando de ser paternalistas.
Quizás sea alegrándonos de los triunfos de otras, porque abren camino a los nuestros.
Quizás sea aspirando a igualarnos por arriba y no a perder derechos para igualarnos mezquinamente por abajo.
Quizás sea escuchando y dando voz incluso a quienes no consideramos dignos de ser escuchados.
Quizás sea demostrando que podemos tenerlo todo en vez de empeñarnos en parchear o escoger renunciando.

 


*Quizás te interese leer a otras miembros de la secta de la lactofilia:

maria berrozpe

Y podéis leer este artículo de alguien que, como ella misma dice, no es sospechosa de lactofilia, sino más bien de lo contrario, y hasta ella ha entendido de qué va el tema.

Por último, contribuye al cambio compartiendo estos post si te han gustado o comentando y enriqueciendo el debate.

La maternidad sin tabues

Políticamente correctas, políticamente injustas

Políticamente correctas, políticamente injustas

Ayer vi un documental que hablaba sobre la cosificación de la mujer y cómo ese hecho afecta, entre otras cosas, a la participación del género femenino en la vida política.

Hoy leo este artículo sobre las mujeres españolas en política y sus maternidades.
LA realidad es que como comenté en el post del otro día, ser un padrazo es proporcionalmente igual de fácil que ser una mala madre.
Ellos sólo han de cambiar pañales, bañarles, portearles o cogerse el permiso de paternidad.  A un  padre que «ayuda» le hacemos la ola, pero las madres siempre somos juzgadas hagamos lo que hagamos.

Sigo leyendo mentes pensantes de todas las ideologías políticas y sociales  hablar de la baja tasa de mujeres en política , muchísimas menos en  cargos de responsabilidad,  de la apenas presencia de mujeres en las juntas directivas de las grandes empresas… y al parecer el problema, o gran parte de él es el hecho de que somos madres  (de hecho o en potencia).
Y la única solución que se plantea es establecer leyes de igualdad o de paridad en cuanto a las bajas al tener hijos.

A mí es que esto de poner parches en la parte equivocada de la tela me parece soberanamente estúpido, pero claro, yo no soy política, ni siquiera soy políticamente correcta  y no me convence ninguna ideología concreta a la que adherirme para explicar lo que pienso.

El parche que nuestra sociedad propone como solución es convencernos de que hay que repartir a partes iguales los cuidados, así no se penalizará a las mujeres por ser las primeras encargadas de ese rol.
Pero claro, como de momento el embarazo y el parto no hay modo de compartirlo ( aunque con lo de la gestación subrogada no tardaremos en ver cómo se presenta esto como una liberación de la mujer para que el embarazo no altere su vida «productiva»), pues nos centramos en repartir el cuidado del bebé desde que la madre es «prescindible» o «substituible», esto es, desde que nace.
Así vemos a las políticas de nuestro país como «ejemplo» del reparto del cuidado del bebé, cogiendo ellas sólo una parte de la baja para que el padre coja la otra.
No voy a entrar a hablar de casos particulares, porque la verdad es que ni falta hace, ya que todas las mujeres con cierta responsabilidad política en nuestro país que han tenido hijos durante su mandato, se han caracterizado por renunciar a gran parte de su permiso de maternidad.


Es curioso que la mayoría de las madres querríamos que las políticas trabajaran para que ese permiso aumente, y ellas «dan ejemplo» de escucha de la sociedad que representan precisamente haciendo lo  opuesto, reduciendo el suyo. Muestra inequívoca de hacia dónde vamos en este sentido.

Sigo viendo que en este tema se habla de derechos de las mujeres, de poca responsabilidad de los hombres, del doble rasero para madres y padres, de la sociedad hipócrita que no trata igual la maternidad y la paternidad… pero no escucho en ninguno de esos artículos a nadie hablando del derecho del bebé.

Y es que al bebé resulta que lo políticamente correcto se la trae al pairo. Para un bebé mamá no es igual a papá ni viceversa.

Para el bebé la persona insustituíble es la madre.

Del mismo modo que la gestación es cosa de la madre y no hay ley de paridad que cambie eso, los primeros meses de vida extrauterina del bebé es la madre la que sigue siendo insustituible.
Por muy políticamente correcto desde el punto de vista político, social y económico que veamos la paridad en el cuidado a los hijos, la realidad es que desde el punto de vista de la biología eso no es posible.

Nos empeñamos en negar esa realidad disfrazada de modernidad y justicia y lo que hacemos es precisamente ser totalmente injustos con quien más necesita ser protegido en sus necesidades y derechos: el bebé.

  • El bebé tiene derecho a optar por el cuidado y  la alimentación óptima y esto  lo provee su madre.
  • El bebé tiene derecho a tener acceso al pecho de su madre sin restricción horaria, al menos hasta que esté preparado para aceptar otro tipo de alimento ( no otra leche en biberón, eso no es una alternativa justa, eso es un remedio incomparable desde el punto de vista biológico, inmunológico, psicológico y emocional).
  • El bebé tiene derecho a establecer un vínculo seguro,  que será la base para su desarrollo, con la persona mejor preparada para ello: su madre.
  • El bebé tiene derecho a disfrutar de su padre sin que esto suponga verse privado de su derecho a estar con mamá todo el tiempo necesario.
  • El bebé tiene derecho a crecer no sintiéndose una carga para la vida profesional y social de su madre y eso no se consigue apartándole de ella para que esta consiga sus logros, sino cambiando la mentalidad en cuanto a cuál es la verdadera meta a conseguir.

Hay mucho que cambiar para que esa meta sea claramente identificable por todos.

  • La meta es que se conozca la verdadera implicación para la sociedad de cómo somos gestados, paridos y criados
  • La meta es que trabajemos porque se den las circunstancias óptimas a nivel social , político, económico y familiar para que gestemos, paramos y criemos de la forma óptima
  • La meta es que  algún día no tengamos que hablar de estos temas.
  • La meta es que todos los bebés tengan aquello que merecen por derecho
  • La meta es que todos contribuyamos a valorar el maternaje porque esa sí es la base de una sociedad sana, madura responsable y consciente.

Es trabajo de todos,  y tú puedes ser parte del cambio de paradigma.
Firma la petición, comparte el post y colabora en el trabajo de divulgación de los derechos y necesidades de los más pequeños. Si algo nos es común a todos es que nacemos necesitando ser cuidados, y con toda probabilidad acabaremos necesitando ser cuidados por los que cuidamos nosotros hoy…

 

 

Sí «papá», es culpa mía

Sí «papá», es culpa mía

Ser un padre moderno es una tarea difícil. Y ser un padre modelo aún más.

  • Por un lado queremos que os involucréis en la crianza de los hijos, sin referentes la mayoría de las veces, ya que nuestros padres no fueron ejemplo vivo de estar demasiado implicados en algo que no fuera ver las notas y el paseo del fin de semana. Pero por otro lado queremos que respetéis las parcelas que son intrínsecamente nuestras.
  • Por un lado queremos que entendáis nuestra forma de criar, que la hagáis vuestra, pero queremos que lo hagáis sin pretender ser los protagonistas.
  • Por un lado os pedimos participación y por otro lado os la limitamos.
  • Por un lado criticamos que adoptéis la pose del «padrazo» y por otro nos hacemos seguidoras , («fans»  o groupies más o menos babeantes) del hombre de turno, padre o no,  que nos da lecciones de cómo parir, amamantar, etc.

Es lo que alguna amiga denomina #ElEfectoPicha.
El mismo consejo, el mismo vídeo de porteo, el mismo razonamiento es más aplaudido entre las propias mujeres si el que lo da es un hombre.

Parece que todas desearíamos tener de pareja al tío guay que habla de las bondades de la lactancia, del parto natural y del porteo. Y por eso cuando vemos a uno así babeamos todas ( Y me incluyo yo con el Papá de Aurora que nos hizo suspirar a todas en el pleistoceno de mi maternidad, que recordarán muy bien mis amigas cofundadoras de  Red Canguro  😉 ).

Y la cuestión es que realmente ni nosotras mismas sabemos qué queremos del padre de nuestros hijos en realidad. O al menos no hasta que ves lo que no quieres.
Lo cierto es que si vives con el padre de tu(s) hijo(s) y crías de este modo, con eso de que el papel de la madre es vital e insustituible los primeros meses, resulta que acabas asumiendo prácticamente el 90% del trabajo del cuidado de los hijos. Aunque ya no sea dar teta, sino todo lo demás. Aunque los hijos crezcan y podamos ir aumentando la cantidad de trabajo a compartir.
Resulta que tu pareja sigue sin saber dónde está la ropa de los niños, o cómo se toma la medicina o cómo se comen la pasta.
Resulta que tú has aprendido a compaginar el cuidado de tus hijos con el resto de cosas que haces a diario, a veces incluso con el trabajo y los hobbies pero él con ellos sólo sabe llevarlos al parque.
Y aquí entono el mea culpa. Y aunque estas situaciones no son todas la mía, me vais a permitir que la escriba en primer persona

  • -Es culpa mía que no sepas dónde está su ropa
  • -Es culpa mía que no sepas peinar a la niña
  • -Es cupa mía que no sepas qué cosas se comen y cuáles no
  • -Es culpa mía que seas incapaz de pasar unos días solo con ellos sin la ayuda de tu madre o tu hermana (o tu nueva pareja)
  • -Es culpa mía que seas incapaz de prepararles algo de comer que no sea una pizza precocinada
  • -Es culpa mía que no seas capaz de hacer tus actividades normales con ellos
  • -Es culpa mía que no soportes verles enfadados o llorando
  • -Es culpa mía que no sepas gestionar sus emociones negativas, acompañarlas  y digerirlas.
  • -Es culpa mía que te agotes porque las noches que duermes con ellos te despiertan y es culpa mía que te quejes al día siguiente de lo hecho polvo que estás por ello
  • -Es culpa mía que no sepas qué actividades hacer con ellos
  • -Es cupa mía que no sepas quién es su médico, o su maestra, o su monitor de extraescolares
  • -Es culpa mía que no seas capaz de hacer tortillas con ellos en tu cocina o improvisar un disfraz
  • -Es culpa mía que no hayas entendido que la responsabilidad de ser padre es indelegable
  • -Es culpa mía que  sientas que el tiempo que decidimos que yo pasara criando a nuestros hijos te parezca ahora injusto
  • -Es culpa mía que tú gestiones mi agenda
  • -Es culpa mía que creas que pedirte que ejerzas de padre es injusto
  • -Es culpa mía que creas que tu situación es culpa mía
  • -Es culpa mía que arrojes contra mi tu frustración

Todo eso y más es culpa mía.Porque te lo he permitido yo.

Así que es hora de aceptar mi parte de responsabilidad y de que cambien las cosas.
Así yo podré liberarme de la culpa y tú de la situación en la que te encuentras.
A partir de ahora:

  • -Sabrás  dónde está su ropa
  • -Sabrás peinar a la niña, mejor o peor, pero lo harás.
  • -Sabrás qué cosas se comen y cuáles no
  • -Serás capaz de pasar unos días solo con ellos, con o sin ayuda es cosa tuya.
  • -Serás capaz de prepararles algo de comer que no sea una pizza precocinada
  • -Serás capaz de hacer tus actividades normales con ellos, como he hecho yo todos estos años.
  • -Aprenderás a soportar  sus enfados o lloros, porque en esos momentos también son tus hijos.
  • -Aprenderás a gestionar sus emociones negativas, acompañarlas  y digerirlas.
  • -Serás capaz de sobrevivir a sus despertares nocturnos, yo sigo viva tras años de hacerlo. Y aprenderás a hacerlo sin quejarte.
  • -Aprenderás  a saber qué  hacer con ellos
  • -Sabrás quién es su médico, o su maestra, o su monitor de extraescolares
  • -Harás  tortitas con ellos en tu cocina o improvisarás un disfraz
  • -Entenderás que la responsabilidad de ser padre es indelegable
  • -Entenderás que el tiempo que decidimos que yo pasara criando a nuestros hijos  nos parecía entonces lo justo, a ambos.
  • -Tu vida no afectará a mi agenda, ni la mía a la tuya.
  • -Entenderás que pedirte que ejerzas de padre es lo justo para ti, no para mí.
  • Y no  sé si algún día aceptarás  que tu situación no es culpa mía, pero lo que no voy a dejar nunca más es que arrojes contra mí tu frustración.

Nuestros hijos aprenden de la vida mirándonos y ya les hemos dado más de una lección de cómo No hacer las cosas.

Es tiempo de cambiar.

He decidido vivir en la responsabilidad y no en la culpa y espero que tú hagas lo mismo.

 Y os dejo con un toque de humor… porque quien quiere, encuentra la forma 🙂


Imagen © de Mos-Taza HandMAde

Sí duele, mucho. Pero no vas a morir

Sí duele, mucho. Pero no vas a morir

Dicen que todos los miedos son en realidad el mismo miedo:
el miedo a morir.

La muerte es el miedo por excelencia, porque acaba con toda la esperanza que, mientras hay vida, no todos, pero algunos, nos empeñamos en mantener.
Y  así los miedos que vamos acumulando o de los que nos despedimos en uno u otro momento,  o aquéllos que transformamos y trocamos son al final el mismo.

Por eso todos sabemos lo que es. Por eso todos podemos comprender qué es el miedo. Todos sentimos la misma emoción, por una u otra causa, la manifestaremos de forma diferente, en mayor o menor grado, pero  todos tenemos en el miedo a un viejo conocido.
Precisamente por ser tan conocido, tan común y tan universal y atemporal el miedo ha sido usado como arma, como elemento de control y de sumisión. La religión, la política, la cultura, la sociedad, la familia… en todos los estamentos y organizaciones ha habido quien ha encontrado en el miedo el mejor aliado para someter a los demás para su provecho.

Hoy, yo como adulta, puede que no le tenga miedo a la oscuridad, o a los fantasmas, a los payasos o a los bichos… pero mi capacidad de sentir miedo sigue ahí.

He conocido el miedo que produce la incertidumbre. Durante una época de mi vida vivía casi al día y tuve que ser capaz de sobreponerme a la parálisis del miedo a la indigencia.

Más adelante en una época de mala salud tuve que lidiar con el miedo a tener una enfermedad incapacitante y a si sería capaz de vivir con las limitaciones que eso podría suponer. Por fortuna, sólo fue algo temporal. Pero me recordó lo frágil que son algunas cosas que damos por sentado, y lo afortunadas que somos la mayoría de las personas por tener miedo a una enfermedad grave y no por tenerla.

He vivido el miedo por la gente que quiero. Por sus vidas  y sus muertes.

He vivido el miedo a quedar atrapada en una vida que nos iba robando la felicidad poco a poco, y  cuando decidí salir, tuve que afrontar el miedo a acabar peor de lo que estaba.

Conocí el miedo como madre.

Miedo a que a mi hijo le pasara algo malo cuando alguien con mucha buena intención y muy poco tacto me dijo que llevaba mucho tiempo sin comer bien y que seguramente le faltó glucosa a su cerebro. Recuerdo como ahora mismo el pánico de pensar que yo había provocado lesiones cerebrales a mi bebé. (Este detalle nunca lo olvido cuando hago una asesoría de lactancia= que nunca sea yo causa de más miedo para una madre).

Viví en primera persona el miedo a no ser lo bastante buena madre hasta que la muerte de mi segundo bebé me enseñó la más valiosa y dura lección de toda mi vida:

«hay algo peor que no sentirse una buena madre,

es no poder ser madre de ese ser que amas».

En el duelo por Altair aprendí la mayor parte de lo que sé sobre el miedo, sobre dolor, sobre sufrimiento, sobre fases y etapas, y retrocesos, y tristeza, y rabia y negociación, y resignación, y transformación… y sanación.

En mi tercer embarazo creo que apenas sentí nada que no fuera miedo. Hoy sé que era mi forma de amor, pero yo lo vivía como miedo. Me habían arrancado mi inocencia y había visto la muerte cara a cara. La imagen del pequeño cuerpo de Altair  sin vida era como el único combustible del que se alimentaba mi miedo. Pero no era así. Porque mi hija me regalaba señales para decirme: «mamá, estoy aquí». Y eso me ayudaba a no desfallecer de puro miedo a perderla.

Atravesé el umbral de la vida y la muerte que es un parto. En ese momento en el que tu mente, tu cuerpo y tu alma te dice «no puedo», en ese momento, el único antídoto que conozco al miedo que es el Amor me gritaba. «Sí puedes. Vas a poder.»
Y yo repetía esas mismas palabras para mi y para mi hija: «Vamos a poder» «Vamos a poder».

Y pudimos. Con el miedo, con la muerte y con la incertidumbre. 

Después de eso nunca me sentí tan fuerte ni tan viva ni tan alejada de la muerte. Hasta mi cuerpo experimentó un despertar a la vida que no había conocido antes.

Y decidí que no sería presa del miedo nunca más.

Y cuando supe que mi vida no era como quería decidí cambiarla. Lamento haber dañado con ello a otras personas, pero estoy convencida que no hacerlo habría sido mucho peor.

Ninguna dinámica mantenida por el miedo a la soledad o por el miedo a no dañar acaban siendo positivas. Si no se mantienen por amor, es por miedo. Y el miedo no es un buen vinculador, o al menos, no para la felicidad, o no como yo la entiendo o la quiero entender.

Y fui feliz un tiempo, quizás demasiado, como dirían los dioses griegos, para una simple mortal y sufrí otra vez el miedo en forma de engaño y abandono.

Y lloré. Lloré como no recordaba haber llorado antes. No sé si de niña lloré mucho, creo que no, me recuerdo más bien enfadada que llorando. Sea como fuere, en esas semanas, y meses, y años, lloré por fuera y por dentro. Lloré hasta creer secarme. Lloré de miedo a estar sola.

¿Por qué os cuento todo esto?

Porque da igual que tengas 1 mes, 15 años, 22 o 44, cualquier miedo, sea a la oscuridad, a estar solo, a que no te quiera nadie, a que no sepas si  tendrás un techo y comida mañana o a cualquier otra cosa, es al final una forma del único miedo, el único real : a morir.
Pero eso no va a hacer que no  sientas los miedos y que no te duelan los duelos.

Los duelos duelen, mucho.

Algunos por imprevisibles, otros por traicioneros, otros por inesperados, otros por injustos, otros por inmerecidos, otros por desoladores, otros por revividos, otros por  impuestos, y a veces por todo junto.

Duele. y lloras, y sigues llorando. Y cuando crees que no te quedan lágrimas, algo te devuelve a la casilla de salida y descubres que aún hay más dolor y más llanto y más angustia y más vacío.

Y crees morir o quieres morir aunque sea un rato para no sentir dolor.  Porque aún vive en ti ese miedo, el miedo a la soledad, a la oscuridad, pero no a la soledad de perder a esa persona que hoy lloras, no el miedo a la oscuridad que sabes que tarde o temprano se disipará con el día, sino el miedo a la soledad y oscuridad eterna: a la muerte.

Y sólo nos queda sacar nuestra última arma para transitar ese camino sin perdernos en él  para siempre. Lo que nos salva al final de la locura y la desesperación: el amor.

El de verdad, no el que te juró alguien con más miedo a estar solo que tú a la luz de una luna, no. El amor de verdad, el amor a la vida, el amor a tu propia vida y  de aquellos a los que quieres y te quieren de verdad, sin egoísmo ni rebajando su y tu dignidad. El amor en mayúsculas.

Tabla de salvaciónYo, a veces, he envidiado, envidio hoy, a quien se queda en el miedo a estar solo y se agarra a la primera  tabla de salvación que encuentra. Pero las personas no somos tablas de salvación unas de otras.  Así que como escribí el otro día, no es que yo no sea egoísta, y no tenga miedo. Seguramente tenga más que tú.
Pero yo he decidido vencerlo. Aún no he ganado, pero estoy en ello.
Ahora toca llorar, mucho. Y toca sentir el dolor, mucho y muy fuerte…

Pero si algo sé… es que de esto no voy a morir.