He dudado si escribir este post en mi otro blog Mimos y Teta, ya que va de maternidad y lactancia.
Al final lo escribo aquí porque en realidad esto no va de lactancia, ni de tetas. Ni siquiera va de mujeres o de feminismo.
Va de lo que van la mayoría de los conflictos entre las personas.
Va de derechos y libertades.
De derechos fundamentales y de cómo conseguimos compaginarlos todos. De cuáles prevalecen sobre otros. De aceptar que a cada uno le duele su herida, pero que eso no invisibiliza las heridas de las demás.
Va de respeto. Va de empatía. Va de que no hay que pisar al otro para subir más, cuando no puedo subir por mi propio pie.
Va de libertad, de otorgarla y de ejercerla con responsabilidad.
En esta semana, desde que Carolina Bescansa acudió al Congreso con su bebé, hemos visto incendiados los medios de comunicación y las redes con el tema. Yo misma he escrito varias cosas al hilo, no ya de lo que hizo esta mujer adulta y libre, sino al hilo de las reacciones que provocaba su acción.
La mayoría tiene una opinión formada del por qué lo hizo. Incluso después de que ella haya declarado sus motivos, muchos pensarán o que sus motivos no son válidos o que no son ciertos. Una vez más, el ser humano atribuyéndose, ya no el derecho a opinar, sino el derecho a juzgar los motivos del prójimo. Como si fuera tan fácil.
Para mí este suceso pone sobre la mesa temas que me preocupan mucho más que el ego herido de esas otras profesionales que se quejaban de no poder acudir ellas a sus trabajos con sus hijos. Me hastía esa manía de reducir los problemas de la humanidad a «pues en mi caso»… Seguimos creyéndonos la medida del Universo, «si yo no puedo», «si yo lo hago», «lo que yo opino»…
- Cirujanas que se ofenden porque no pueden meter a su hijos en el quirófano, en vez de plantearse por qué cualquier madre debe reincorporarse por obligación a su puesto de trabajo a las 16 semanas de haber tenido a su bebé. (Como yo no puedo, que nadie pueda).
- Políticas que critican que Carolina no haya dejado a su bebé en la guardería del Congreso (que no olvidemos es un sitio extraño, con personas extrañas, para ese bebé) cuando ellas escogieron incluso renunciar a la licencia de maternidad retribuida escasa e insuficiente y volver al trabajo a los 10 días. (Si yo lo hice, que lo haga ella– que es la versión políticamente correcta del «si yo me j**í, que se j**a ella»)
- Personas de opiniones políticas contrarias que la critican sólo por su ideología, porque ya se sabe que en este país se debate así, no argumentando, sino criticando por sistema lo que haga el de enfrente. (Si es de otro partido, todo lo que haga está mal).
- «Profesionales» argumentando con opiniones en vez de hechos. (Lo que yo opino, como soy X, es la verdad)
Y yo me pregunto :
¿En qué punto las personas hemos perdido tanto el sentido común?
¿En qué momento nos hemos vuelto tan estúpidamente mezquinos de creernos en posesión de la única verdad cuando lo cierto es que lo que creemos es nuestra opinión, tan simple, única y personal, como la del otro?
¿Quién nos convenció que el hecho de tener un título, unos estudios, una profesión o un historial convierte en VERDAD lo que no deja de ser nuestra sesgada visión de la realidad?
¿Cómo, personas a las que se les supone un nivel intelectual mínimo, son incapaces de distinguir entre hechos y prejuicios?
¿En qué punto nos empezó a interesar más tener razón que intentar conocer la verdad ?
Lo reconozco, he caído en la trampa de intentar argumentar en este debate estéril con personas que no quieren escuchar a otros, sino sólo escucharse a sí mismos y a aquéllos que les adulan.
He hablado de pruebas y de estudios, y de ciencia, y de biología, y de hormonas y de derechos y de libertad, a quienes sólo buscan reafirmarse en su posición y planteamiento de vida y creencias.
Y al final, ha pasado.
Si llego a vieja, podré explicarle a mis nietos, a mis hijos ya lo hago, lo que es la libertad y lo que son los derechos de las personas.
Les explicaré que los derechos no son sólo para los que votan. De hecho son aún más importantes para aquellos que no votan o no se sienten representados. Que no son sólo para los que piensan como yo. Que no son sólo derechos perseguibles los que afectan a lo que es me es familiar, común o conocido.
Les contaré a mis nietos que algunas personas lucharon mucho para conseguir derechos que yo me encontré ya adquiridos, lo cual agradezco, pero que quizás en su lucha, se les olvidó que hay otros derechos que aún no se han conseguido y algunos de esos son los que me movieron a mí a trabajar.
Les hablaré de que ser una persona no depende del género, ni del tamaño, ni de la edad, ni de la capacidad económica, intelectual o social. Les explicaré que ellos, niños, son personas y tienen derechos.
Les contaré cómo el ser humano, en su incongruencia, me hizo, en cierto sentido, partícipe de una guerra estúpida, en la que algunas feministas, pagadas de sí mismas y de su logros pasados, en el año 2016, insultaron a otras mujeres por pensar, opinar, creer y sentir diferente.
Les contaré que algo tan intrínsecamente humano como es nuestra forma de reproducirnos y criarnos, ofende a algunas ( o muchas) de nuestras congéneres que han escogido extirpar este proceso por completo de sus vidas o anestesiarlo (permitidme el doble sentido de la expresión), lo cual es totalmente lícito, pero no contentas con su elección, critican de forma feroz a quienes manifestamos querer hacerlo como nos da la gana. Al parecer, lo que más molesta es que nuestra elección, totalmente libre y legítima, además nos da placer.
Esto lo explicaré en detalle, porque quizás ahí está el gran quid de la cuestión: el placer.
LAs luchas siempre han ocasionado dolor y sufrimiento y muerte. El placer es quizás lo más subversivo que hay, así que imagino que a quienes han sufrido para obtener derechos, les debe costar ver otro tipo de lucha. Una con menos renuncia y más amplitud. Con menos lágrimas y más placer.
Algún día se entenderá que ser lactófila no es un insulto, sino un adjetivo calificativo de nuestra especie.
Somos lactófilos, eso nos ha hecho sobrevivir como especie. Por cierto, que la agresividad (o excitabilidad) de las madres que crían, es propia de todas las mamíferas. Se llama instinto de protección y por si no lo sabían, como muchos otros, son procesos neuroendocrinos que han asegurado la supervivencia.
Lo maravilloso de nuestra forma de ser, reproducirnos y criar es que toda ella está diseñada, no sólo para la pura supervivencia, sino para que se haga con placer. Placer al engendrar, placer al parir, placer al amamantar y placer al criar.
Como diría mi genial amiga, la bióloga e investigadora Irene García Perulero, la culpa es toda de la oxitocina.
Siento en el alma que la Beauvoir, y la Badinter tenga esa animadversión hacia lo maternal. No soy juez, ni terapeuta, ni lectora de almas, así que no me corresponde a mí saber qué les llevó a expresarse como lo hiceron con respecto a la maternidad. Sé que hay muchísimas mujeres que no disfrutan su maternidad. Me consta porque parte de mi trabajo es cambiar eso. Pero aceptar esas realidades y luchar por cambiarlas no anula la gran verdad: que muchas otros sí la disfrutamos.
No me considero más esclava del patriarcado por ser madre y ejercer de madre. Si acaso, lo que me siento es menos representada. Porque las mujeres que están en los lugares de poder y posicionamiento, hasta ahora, lo han hecho a costa de no ser madres, o de delegar la crianza de sus propios hijos. Por eso el gesto de Carolina Bescansa ha sido necesario. Puso sobre la mesa el verdadero debate. Porque la que no quiere criar, ya tiene todo un sistema montado para no hacerlo. La cuestión ahora es que la que quiere criar a sus hijos sin delegar ni abdicar la tarea no lo tiene fácil. La mayoría lo hace a costa de renunciar a su poder adquisitivo, a su status o a su independencia, y eso es lo que hay que cambiar.
- Si quieres parir con anestesia, tumbada y enchufada a un monitor es tu decisión. Algunas luchamos para que la que no quiere no sea increpada ni amenazada por ello.
- Si no quieres dar teta sencillamente no la das. (Otro tema es por qué luego hay tanto resquemor con esa decisión, pero ese es otro debate).
- Si no quieres quedarte a criar a tu bebé, más allá de las semanas obligatorias ( a no ser que seas vicepresidenta claro), pues no lo haces
- Si quieres que otros cuiden a tu bebé, pues aquí ya lo tienes más difícil dependiendo de tu capacidad económica y logística familiar, porque no siempre hay/ se puede costear una guardería (este es otro tema peliagudo), pero al parecer tienes el beneplácito de la mayoría aplaudiendo tu acción. ( Al fin y al cabo mantienes el status quo y no ofendes a la que no los cría ella).
En definitiva: si no disfrutas siendo madre nadie te puede obligar a ello. Pretender que «algún colectivo de lactofilia» puede cambiar eso es ser o demagoga o ignorante.
Lo que sí se puede es trabajar porque las mujeres tengamos DERECHO a elegir.
Y eso es lo que algunas aún, tras tantos años en las trincheras, no han comprendido.
Y ya poniéndome pesada diré, que el Gran Objetivo no es luchar por tus derechos, sino por todos los derechos. Al final se trata de libertad y posibilidad de elegir. Distinguir posibilidad con obligación al parecer no es tan fácil para algunas.
Sería interesante ver dónde quedan los derechos de los niños en todo este debate.
Quizás por eso, algunas personas no quieren oír hablar del apego y de la neurobiología. Porque es muy duro que te den argumentos de peso que te dicen a las claras que sí, que tú eres muy moderna y liberal criticando a los empresarios que no quieren contratar mujeres, o que pagan menos a una mujer que a un hombre por el mismo trabajo, cuando tú, a tu vez, crees que tus derechos , como mujer adulta, son más valiosos y poderosos que los de los bebés y niños.
Quizás la patada al patriarcado sea demostrar que podemos luchar por nuestros derechos sin dar nosotras la patada a otras mujeres a quienes consideramos inferiores por el motivo que sea, ni a sus/nuestros hijos.
Quizás sea quitarnos de encima el paternalismo dejando de ser paternalistas.
Quizás sea alegrándonos de los triunfos de otras, porque abren camino a los nuestros.
Quizás sea aspirando a igualarnos por arriba y no a perder derechos para igualarnos mezquinamente por abajo.
Quizás sea escuchando y dando voz incluso a quienes no consideramos dignos de ser escuchados.
Quizás sea demostrando que podemos tenerlo todo en vez de empeñarnos en parchear o escoger renunciando.
*Quizás te interese leer a otras miembros de la secta de la lactofilia:
- Carta a las feministas que fueron antes que yo – Mónica Felipe Larralde
- #YoTambién -Elena López
- Los bebés son los culpables del patriarcado, según nuestros políticos – Mireia Long
- Una teta en el congreso- Ileana Medina
- Crianza con apego: psicoanálisis, feminismo neurobiología- Ileana Medina
- Doctora María Berrozpe
Y podéis leer este artículo de alguien que, como ella misma dice, no es sospechosa de lactofilia, sino más bien de lo contrario, y hasta ella ha entendido de qué va el tema.
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