¿Crees que es importante cómo nombramos las cosas?

En el contexto actual de la posverdad donde parece que se buscar diluir el significado de las cosas al gusto del consumidor, lo cierto es que, como dijo George Steiner: «lo que no se nombra no existe». Así que no sólo importa, y mucho, darle nombre a las cosas sino nombrarlas bien.

Una vaca es una vaca. Existe, tiene un nombre que la identifica y la distingue de cualquier otro ser vivo del planeta. Nos da información relevante como que es la hembra de su especie, así que la distingue del macho.

¿Muy obvio?

Puede, pero necesario recordar que las definiciones limitan precisamente porque esa es su función: que nos ayuden a distinguir una cosa no sólo de lo muy diferente, sino de lo que «se le parece».

Por eso ponemos nombre a las cosas, porque existen y es una forma de reconocimiento a que «ya son» y porque en base a las definiciones obtenemos información que nos ayuda a tener claro de qué hablamos y no confundirnos.

Así tenemos la denominación «cubiertos», pero tenemos las más específicas. «cuchillo», «tenedor» y cuchara».

¿Pero qué pasa cuando nombramos mal? ¿Qué pasa cuando deliberadamente usamos una denominación que cambia drásticamente la percepción que tenemos de algo o alguien? ¿Puede la forma en que nombramos a las personas influir para mal en el trato que se le da?

¡Por supuesto!

Hay muchos experimentos que demuestran que cuando le decimos a alguien alguna característica sobre una persona o grupo que no conoce, le condicionamos para que «encuentre» esa característica y afirme el prejuicio. Esto funciona en positivo y en negativo. Lo que se conoce como Efecto Pigamalión o ·Efecto Golem.

El trabajo realizado en una escuela por Rosenthal y Jacobsen en 1968, entre otros, demostró que las expectativas del profesor influían en el rendimiento de los estudiantes. Las expectativas positivas influyen en un rendimiento positivo y las negativas favorecen un mal rendimiento.

RECURSOS HUMANOS

Se denomina «recursos» a todos aquellos elementos que pueden utilizarse como medios a efectos de alcanzar un fin determinado.

Un recurso es agotable, reemplazable, sustituible.

Llamar a las personas que trabajan y/o colaboran en una empresa «recursos» es etiquetarlas como cosas, lo cual favorece la deshumanización.

No en vano muchos departamentos de RRHH funcionan más como centro de logística que como el departamento encargado de detectar, desarrollar y adecuar el talento y capacidades del equipo de personas de la empresa.

Y como pasa en logística, cuanto más cantidad de determinado producto tenemos, menos valor le damos. Si hay mucha oferta de personas para optar a un puesto, podemos permitirnos rebajar lo que nos cuesta. Por eso en época de crisis se consiguen condiciones laborables peores, abaratar despidos y rebajar derechos.

Si el mundo de la empresa sigue viendo a las personas como un recurso que obtener, probar, exprimir y desechar, acabaremos la mayoría igual que el planeta: agotado y esquilmado.

A menudo cuando trabajo con empresas, las personas que les dirigen preguntan:

¿Cómo puedo hacer que Fulanito o Menganita sea más productivo?

Y les suelo responder que no somos ingenieros de una empresa de coches a quien se le pide un motor más rápido, más potente y que consuma menos. Las personas somos personas. Eso significa que no podemos separar nuestro trabajo de cómo estamos y nos sentimos. Si una persona tiene un bajo rendimiento la primera pregunta no es «¿qué le hago?» sino «¿qué le pasa?».

Si una persona se siente mal, si sufre, si está agobiada, tiene miedo o ansiedad, que le exijas «trabajar mejor», le pongas una taza de Mr. Wonderful en su mesa o la mandes a un curso motivacional es tan útil como decirle a alguien con depresión: «anímate». Ese comportamiento es no entender nada sobre las personas.

Cuando lideramos un equipo no optimizamos recursos, ni siquiera dirigimos o gestionamos personas, como si fueran actores o personajes de un video juego. Como mucho, gestionamos sus emociones, lo que implica conocerlas, reconocerlas, validarlas, acompañarlas y, a veces, ayudarles a gestionarlas.

Y en ese sentido sí podemos usar recursos para esa tarea.

¿Has pensado en qué recursos tienes tú para ayudarte a conocer más y mejor a tu equipo, personal, colaboradores y clientes?

¿Quieres que empecemos a trabajar en ello?