Vender el Alma por un Abrazo

Vender el Alma por un Abrazo

Una de las mejores cosas de mi vida es tener amigas de verdad.
De las que cuando estás mal te dicen:

«¿A quién hay que romperle las piernas?» o «¿A quién hay que odiar?»

Esas cosas de mujeres que sólo entiende quien ha vivido esa complicidad femenina, ese comadreo y esa lealtad de quien está dispuesto a todo para que sepas que son incondicionales.

Si hay que odiar a un ex, ellas serán las primeras.

Si hay que odiar a la nueva novia de un ex seguro que  son capaces de sacar una lista de motivos  más larga que una tenia.

Quien no ha pasado por esto igual ve maldad en estos hechos o machismo o lo que sea. Pero las mujeres, las mujeres que transitamos junto a otras mujeres el camino de la vida, sabemos que ser «políticamente correcto» es de todo menos femenino. Y es de todo menos positivo en un duelo.

Duelos

EN un duelo no eres muy racional:  tienes rabia, dolor, tristeza, autocomplacencia, te rebajas, intentas negociar, peleas, te rindes, reniegas y suplicas.
Si no lo has vivido no sabes lo que es un duelo. Si no has pasado por ahí vives anestesiado. No hiciste tu duelo. O es que no has perdido nada de real valor.

Cuando pierdes algo que amas no hay razón, ni cordura. Te vuelves loca por momentos.

Ellas, tus amigas, lo saben.

Y hacen lo que deben hacer en estos momentos: acompañarte.
Y poco a poco a medida que pasan las etapas, cuando has llorado, y has odiado, y has luchado y has gritado y has explotado y cuando te has rendido… aparecen para decirte las verdades.

Entonces sí: no antes.

Y la verdad que todas sabemos es que cuando alguien se va es que no quiere estar contigo. O no puede. Pero si no puede, es que en el fondo no quiere. Que cuando alguien no tiene el valor de estar contigo no te merece.

Somos diosas dadoras de vida.
Nada hay que empodere más a una mujer que saber que ha traspasado el umbral que une la vida y la muerte.
Nada hay más poderoso que saber que engendró y generó y mantuvo una vida.
Nada hay más poderoso que sentir que has traído al mundo algo tan único y tan valioso y que es tuyo.
Nada hay más fuerte que una madre luchando por sus crías.

Y eso asusta.
Asusta a veces hasta a los propios padres de nuestros hijos. Nos ven transformarnos en otra cosa. Ya no somos «su mujer». No todos están preparados, no todos están a la altura. No todos están dispuestos a hacer ese viaje de entrega, renuncia, sacrificio y cambio. O no a nuestro ritmo.

Porque  nada te cambia tanto como entregarte a criar.
Nada te enfrenta tanto a tus propias verdades y mentiras y miserias y miedos y angustias y carencias y heridas como ser responsable de otro ser de esta forma.
Nada te hace más fuerte que vencer tu propio deseo de salir huyendo de tanta responsabilidad.
Nada te hace más fuerte que darte cuenta que a veces quieres renunciar a ese sagrado privilegio para ser tú la abrazada, la cuidada, la amada incondicionalmente.
Y nada te hace más fuerte que no hacerlo.

A veces nuestra  propia falta del abrazo que ahora damos, de la presencia que ahora intentamos tener para nuestros hijos, de la incondicionalidad de nuestro amor por ellos…

Esa herida aún abierta que es ser conscientes de que no lo tuvimos. Que supura cada vez que renunciamos a algo por escoger darles con todas nuestras fuerzas el amor que merecen de la forma que merecen. Del modo que nosotros esperábamos. Del modo que merecíamos y no tuvimos…

A veces, eso nos resulta insoportable.

Y por momentos vendemos nuestra alma al diablo por ese abrazo.
Y soñamos con ser libres.
Cuando esa libertad no es más que ser prisionera.
Prisionera de la soledad de la niña que fuimos.
Prisionera de la necesidad de los abrazos que no recibimos y hoy añoramos.
Prisioneras de la falta del único amor de verdad incondicional que deberíamos haber esperado. Ese que pasó y no lo tuvimos.

Y ahora, a veces, encontramos seres especiales (porque lo son, o porque así les vemos).
Que descubren que añoramos los abrazos.
Y nos los dan.
Y nos enganchan.
Y les amamos. A ellos y a sus abrazos.
Y sentimos que queremos quedarnos  a vivir en sus brazos. Sentimos paz y calma, seguridad…  Sentimos reposo para el alma.
Y queremos  ser sólo eso que sentimos en esos momentos, con ellos, en sus brazos.

Pero no podemos. Porque no somos más aquélla niña.

Ahora somos nosotras quienes abrazamos y cuidamos.

Nos toca crecer para criar y hacer de nuestros hijos adultos más sanos.

Con menos heridas y menos carencias.

Con la etapa de ser niños colmada de cariño. Y de presencia y de respuesta y de consuelo y de compañía en muchas horas, las activas, y las muertas.

Y es tan duro renunciar algunas veces.

Es tan duro darnos cuenta que por momentos no nos compensa.

Es tan dura la lucha del corazón de la niña, del corazón de la mujer y del corazón de la diosa, madre y guerrera.
Atenea, Afrodita, Hera…

Sólo quien ha vivido esa lucha la comprende.

Sólo quien la ha llorado sabrá acompañarte.

Y sólo los hombres fuertes y valientes son capaces de entenderlo. Y de aceptar que les amemos, aunque no sean lo primero.

Sólo el que reconoce que también tiene una herida, buscará en nosotras el amor de una mujer, no el de otra cosa.

Y nos querrá por lo que somos, con lo que les podemos dar y con lo que les quitamos.

Entenderán que les compensa más un tiempo a medias con quien desean, con «su» mujer,  que todas las horas con otra sólo por suplir una carencia.

Amar es renunciar al egoísmo y al miedo.

No significa no serlo ni tenerlo.
Ser madre no me hizo menos egoísta y no me hizo no tener miedo. Pero me enseñó a verlo. A aceptarlo y enfrentarlo.
Soy egoísta porque a veces deseo estar yo sola. Ser dueña de todo mi tiempo. Dormir con quien quiero hasta que quiero. Hacer planes sin preguntar, mi libertad. Quiero lo mismo que cualquiera.
LA diferencia es que yo tengo además otro deseo.
Deseo disfrutar de mis hijos. Y deseo que ellos sepan… No, «que sepan» no, deseo que ellos sientan que son para mí, antes que otros, lo primero.
Deseo que vean a su madre feliz encontrando el equilibrio de ser feliz ella misma, con su vida, sus amores y sus cosas… pero sin que ellos paguen un precio.

No siempre será así. Ellos crecen, y algún día no querrán dormir conmigo, ni salir conmigo, ni abrazarme en público (ojalá no). Algún día sí podré dormir con quien quiera hasta cuando quiera, o sola. Algún día mis viajes serán de más de 2 días. Algún día podré ir a cenar sin hora de llegada. Algún día podré perderme en un sendero sin ellos.
Pero aún no. Y una vez más cito a Bei: «Las noches son largas y los años son cortos».

Y tengo miedo.

Miedo a no volver a amar de este modo. Y a no ser amada como quiero y merezco. Miedo a volverme descreída del amor a base de desengaños.

Como tú, soy egoista y tengo miedo.

Pero sobre todo lo que tengo… tengo amor.

Tengo amor del que vence el egoísmo y el miedo.

PD: Dedicado a mi madre.
Ahora te he comprendido más de lo que te comprendí nunca. Perdona por haberte juzgado tantas veces. Por haber odiado tus elecciones y tus prioridades. Ahora sé, que a veces, una sólo da lo que puede, lo que tiene.

Un Salto de fe

Un Salto de fe

Te invito a ver esta escena de la película Indiana Jones y la Última Cruzada.

Es un video muy usado en el coaching empresarial, aunque quizás el primero en plasmar esta idea fuera el propio Machado:

«Caminante no hay camino
Se hace camino al andar»

Creemos que vamos por un camino trazado de antemano por alguien o algo, incluso por nosotros mismos, cuando en realidad a cada paso que damos, incluso antes, con la intención de darlo creamos la realidad de ese momento.

da el primer paso y el camino aparecerá

Yo he tenido muchos momentos en mi vida de verdadero «bloqueo». De pánico. De incertidumbre, de no saber qué hacer.
Momentos en los que te planteas que tu realidad aunque no sea confortable es más soportable  que levantar el pie en el aire para dirigirte hacia lo desconocido.
Y en esos momentos es cuando necesitas un salto de fe como Indiana.
No todos tenemos esa fe, no todos la tenemos siempre. No todos somos personas decididas y animosas. De hecho, la mayoría somos bastante cobardes  y miedosos. Practicamos más a menudo de lo que pensamos aquello de :

«Virgencita, virgencita que me quede como estoy».

Entonces ¿cómo sacar fuerzas para dar el salto?

La fe va de confiar en algo. Pero no a ciegas. No en cualquier cosa. Ese sentido de «creencia ciega» ha sido transmitido por nuestra cultura judeocristiana, aunque en realidad no es correcto en origen.

La etimología de la palabra fe en hebreo, Emunah, transmite la idea de «verdad». Y el término griego usado en los evangelio (idioma en el que se escribió la mayoría de todo el Nuevo Testamento antes de ser traducidos al latín)  era «pistis»que según  Friberg´s Analytical Greek Lexicon (Léxico analítico griego de Friberg) significa: “Certidumbre, fe, confianza, seguridad”.
Así que la idea de creer algo porque sí, sin pruebas, ni habieno demostrado su verdad ni veracidad, no es fe. Es otra cosa, aunque todo el mundo lo llame así.

¿Qué tiene esto que ver contigo?

Como os decía antes, en momentos de dificultad, de retos, cuando estamos frente a un abismo que se nos antoja imposible, tenemos que dar el Salto de fe.Y eso significa confiar en algo que sea verdad.

A veces, como Indiana, necesitaremos que otro nos muestre el camino, que otros  nos recuerden lo que en momentos de bajón olvidamos: que tengamos fe en nosotros  mismos.

  • Si eres de los que a veces pierdes la fe en ti mismo.
  • Si estás en ese momento de tu vida que no crees capaz de dar un paso adelante
  • Si el abismo al que te enfrentas te parece más grande que tu propia capacidad
  • Si no encuentras el impulso para dar ese primer paso

Recuerda que todos los grandes caminos empiezan igual, con un solo paso. Levantando el pie en la dirección que quieres.
Recuerda que  somos nuestro peor enemigo. Que nuestro cerebro, experto en crearse su propia realidad engañosa, a veces nos ciega a la verdad y a lo evidente.
Recuerda que no tienes que hacerlo  solo. Te aconsejo que te rodees de gente que te conoce de verdad y te quiere. Porque como Henry Jones, ellos, cuando tú flaquees, te recodarán lo que es verdad.
Yo hoy he recibido ese tipo de empujón para mi propio salto de fe. En forma de llamadas y mensajes de amigas. Mensajes como este:

Amigas

Sin duda ven lo mejor de mi: Que no es todo lo que soy, porque también soy miedo a veces y dolor, y ganas de dejarlo todo e irme lejos.
Pero también soy eso que me recuerdan, y ese es mi impulso para levantar el pie… cada día. Porque la meta es el movimiento, unas veces más rápido y otras más lento. Pero seguir en marcha.
Si me dejas que te dé un consejo:

Si quieres trabajar por tu emprendimiento, por tu vida… invierte en tus relaciones personales.
Ese es tu mejor activo.

PD: Dedicado a «mis personas». Ellas saben quiénes son. GRACIAS infinitas. <3

emprende en femenino.- nohemi hervada

Encontré mi Pócima

Encontré mi Pócima

A veces uno busca las palabras y otras veces las palabras lo buscan a uno.

Ayer llegué a casa y me fui a la cama con deseo… y lo hice realidad.


Nos enganchan las personas por lo que nos cuentan, o por lo que entendemos nosotros de lo que nos cuentan.

Adoro a quienes saben y creen en el poder de las palabras, quienes las usan sabiendo que son algo más que fonemas unidos, a quienes poseen el secreto mágico de la Alquimia de la vida.


Puedo amar a alguien por las palabras que usa
O amar sus palabras y usarle a él para tenerlas
O usar su amor para crearlas
O crear amor usándolas
Al final «amor» es una palabra


Gracias David por recordarme algo que a veces, en mi soberbia, olvido.


Ayer tu pócima 71, escogida al azar ( seguro que no) era mía.
Fue para mí por un instante
O para siempre
Y mientras la leía y sonreía era consciente de cómo leemos lo que queremos.
Yo ayer tenía que hablar de Amor, o de des-amor, que al fin es lo mismo.

Gracias Elena Alonso-Viajamor por traer a mi vida momentos mágicos en forma de personas y palabras, gracias Carol por invitarme.

Gracias a todos por recordarme que el drama lo ponemos nosotros, porque la realidad ES que


TODO,  siempre es un comienzo
aunque se vista de final.


Soy experta en comienzos, porque he practicado con muchos finales.


Anoche me fui a la cama contigo, como te prometí
Y viajé a otros mundos, como ese niño en el sofá que hacía Nada.
Y mi alma estuvo en paz y alborotada
porque sé, porque siento, porque nombro, porque creo


Y antes de eso, antes de llegar a casa, paré el coche, cogí mi libreta y mi pluma, escribí un par de hojas con alguna disculpa y varios GRACIAS, las arranqué y las dejé debajo de una puerta.

Trazos garabateados con todo su sentido
O con dos
El que yo escribí
Y el que será leído

Pócima 71

Fragmento del Libro SI FUESES PÁJARO LO ENENDERÍAS
de David Testal

Pincha en la imagen para pedir el libro

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¿Y tú, ves enemigos?

¿Y tú, ves enemigos?

Hace años yo trabajaba en una empresa del sector servicios. Nuestros clientes eran turistas a los que por supuesto no conocíamos de nada. Recuerdo a alguien de mi oficina que tenía la costumbre de comentarnos al resto de compañeros en voz baja  cuando entraba un cliente por la puerta: «Ya viene otro tonto», o cosas por el estilo.

Mal servicio al clienteHe recordado esas escenas muchas veces, las he sufrido en carne propia cuando he llegado yo como cliente o usuaria de algún servicio y he notado cómo mi llegada «molestaba» al empleado que estaba manteniendo una conversación personal.

Entiendo que no todo el mundo tiene un trabajo vocacional, y que un mal día lo tenemos todos, pero en algunas personas, ese desprecio por el prójimo, eso que yo llamo  «ver enemigos en todas partes» es un hábito,  la regla y no la excepción.

Antes se decía que eso solo se lo podían permitir los funcionarios, por aquello de que no les iban a echar aunque hicieran su trabajo de cualquier forma. He de decir que desgraciadamente la práctica de «ver al enemigo» por todas partes no hace distinción entre fijos o eventuales. He encontrado gente con esa actitud en prácticamente todos los sectores y en todo tipo de puestos de trabajo.
Y si no fuera tan triste parecería el guión de una película

Estas semanas concretamente he estado pensando en 2 campos en los que la relación del usuario con el que da el servicio   tiene una implicación mucho más seria que la de la relación normal entre empresario y cliente: El campo de la educación y el de la salud.

De la educación hablaré otro día, pero en lo referente al ámbito sanitario, los usuarios no somos meros clientes, somos pacientes o familiares de pacientes y eso hace que la relación que se crea esté condicionada por la preocupación por la salud, la nuestra o la de nuestros hijos.
EN mi trabajo de asesoría, formación  y divulgación de temas como la lactancia, el contacto y el porteo, a menudo las familias me comentan que tienen «problemas» para que se respeten sus derechos y deseos por parte de  algunos profesionales de este sector.  Se siguen protocolos que van en contra de derechos reconocidos, y se trata a los pacientes con un paternalismo y/o autoritarismo que choca frontalmente con lo que el paciente y/o su familia necesita: sentirse respetado,  informado, con el mejor tratamiento posible, con la sensación REAL de que se nos escucha, lo que contribuye a generar y/o aumentar la confianza  en el personal encargado de cuidarnos.

Asesorarte

.

Sé que esto no es así en muchos casos y entiendo que, salvo algún caso de gente amargada, como hay en todos lados, estos profesionales quieren hacer su trabajo de la mejor forma posible.

  • Entiendo que tener un trabajo relacionado con la salud, con el cuidado, y sobre todo si hablamos de bebés y niños genera unas circunstancias muy concretas.
  • Entiendo que es un trabajo estresante en sí mismo que conlleva una gran responsabilidad.
  • Entiendo que tratar con enfermos y/o padres preocupados, frustrados y/o con miedo añade más estrés al punto anterior.
  • Entiendo que no siempre es un trabajo agradecido, ni respetado, ni bien remunerado.
  • Entiendo que se trabaja en muchas ocasiones sin los medios ni recursos necesarios.
  • Entiendo que los propios centros de trabajo o instituciones públicas no siempre ofrecen formación para actualizarse, y que si se ofrece no siempre se dan herramientas para implantar los cambios propuestos.
  • Entiendo que la formación «complementaria»  y las iniciativas personales no siempre están bien vistas en este sector tan jerarquizado.
  • Entiendo todo eso y mucho más…

Pero también entiendo que muchas veces lo que hay detrás de esos comportamientos es MIEDO. Miedo manifestado en diversas formas.

  • Miedo a tener que cambiar prácticas aprendidas y establecidas por años.
  • Miedo a no estar a la altura de ese cambio o a las repercusiones que pueda tener no saber hacerlo bien
  • Miedo a que la presencia de los padres influya negativamente en mi capacidad de hacer bien el trabajo
  • Miedo a sentirse cuestionado
  • Miedo a perder de algún modo autoridad o status o privilegios
  • En definitiva: Miedo al cambio

Ante eso, da igual cuántos cursos se ofrezcan, cuánta experiencia demuestre quien lo imparte, o cuántos medios se nos den para implementar los cambios. Si se tiene miedo al cambio nuestro trabajo se verá afectado de forma negativa.

La buena noticia es que hay un antídoto al Miedo y es el Amor

 

Características del AMOR:

  • La Confianza: para  no ver enemigos donde no los hay y ver lo mejor  en cada cual
  • La Generosidad: para dar de nosotros lo mejor aunque sea en circunstancias que no nos gustan
  • La Autoestima: para tener la certeza de que somos profesionales preparados y podemos aprender lo que haga falta y hacer muy bien nuestro trabajo
  • La Humildad: para aceptar que siempre podemos aprender de otras personas
  • El Valor: para dar un paso al frente y apuntarnos a ser agentes del cambio

 

 

Parece difícil, porque a esto sí que nos nos han enseñado a casi ninguno…pero lo más difícil es no hacer nada.  Y al final se trata como de montar en bici: empezar y seguir pedaleando.
Y para ese primer impulso te animo a que oigas este Podcast, o sólo la presentación, del programa Pensamiento Positivo de Sergio Fernández:

«Vives desde el amor o desde el miedo»

PD: Gracias a Rosa Jiménez Boluda por su trabajo de documentación al  encontrarme el trailer de la película «Ausentes».

El que canta su mal espanta

El que canta su mal espanta

¿Alguna vez habéis tenido un día de esos horribles?

¿De esos que no quieres ni que te pregunten cómo estás?

¿Días en los que intentas disimular con pintalabios y tacones  la tristeza?

Yo hoy tenía uno de esos días.
Y el cuerpo me pedía quedarme en casa en pijama y desconectar del mundo. Pero tenía un compromiso, y no me gusta fallar ni en el plano profesional ni en el personal, y  la cita era con personas a las que me unen las 2 cosas.
Hoy se celebraba el I Aniversario de Espacio Vida,  y estaba invitada a participar haciendo un Círculo de Mujeres, así que allí fui.

Justo a la hora de mi participación empezó a llover, con lo que los planes se trastocaron un poco, pero decidí quedarme. A pesar de mi mal día, de las lágrimas al abrazar a algunas personas.

Ya sabéis que hay ciertos mecanismos que nos abren las compuertas emocionales:

  • -un «¿cómo estás?» sincero
  • -una mirada a los ojos de quienes te conocen
  • -un abrazo

Y yo hoy tuve de todo. Y lloré a ratos, como habría llorado en mi casa. Con una gran diferencia: no estaba sola.
Cuando estamos tristes tendemos a aislarnos, y es lo peor que podemos hacer.

 

Recuérdalo siempre, cuantas menos ganas tengas de ver gente,
más necesitas salir y rodearte de quienes te aprecian.

Hoy estuve cantando. A pesar del gris del cielo y de mi corazón, si estás oyendo a Arístides Moreno hablar de la vida, de la suerte que tenemos, de la empatía, de felicidad… si le oyes cantar y cantas con él, cambias.
Recordó él que cuando un grupo de personas se junta a hacer algo vibran en la misma frecuencia y hoy un grupo de personas cantamos juntas a la felicidad y al amor, y sonreímos. Y nos dimos cuenta que como él dice, si cambiamos nosotros, cambia el mundo

Cantar no hace desaparecer la causa de la tristeza, pero puede hacerte cambiar la emoción en el momento. Te saca de tu agujero negro de egocentrismo para mirar con más amplitud y más verdad.

Tenemos muchísimas razones para ser felices y frecuentemente nos dejamos absorber por las cosas negativas. Es cuestión de decidir, como casi todo en la vida.

Es cierto que las emociones negativas no debemos obviarlas. Para sobreponernos a la tristeza, tenemos que completar el ciclo,  aceptarla, darle su lugar, vivirla y dejarla ir. Pero eso es una cosa y otra recrearse en el dolor. Así que ante la tentación de regodearnos en nuestra pena, ya sabéis: cantad.

Para remate del día, Lola Cordero, nos ofreció un rato de baile que viví como un regalo del cielo.
Permitirse mover el cuerpo, disfrutar, mirar a los ojos a otra persona mientras sientes que el ritmo te lleva como quiere… bailar en círculo sintiendo la música, y las palabras…
Esa es una de las mejores terapias que conozco contra la tristeza.
Imaginadnos en una azotea, con bastante frío, amenazando lluvia, pero bailando al ritmo de estas canciones:

Y mientras cantaba:

«Todo aquel que piense que esta solo y que esta mal, 
tiene que saber que no es así, 
que en la vida no hay nadie solo, siempre hay alguien.»

Miraba a mi alrededor y pensaba que es cierto: «a veces me siento sola, pero no estoy sola».
Y si acabas el rato de baile con esta canción, te ves olvidando tu día de mierda, que llevas con tacones desde las 11 de la mañana, que no has dormido nada la noche anterior, que te equivocaste de fecha al sacar unos billetes de avión,  que tu escapada romántica ya no va a ser y que al final del día, cuando se duerman tus hijos estarás sola…
Porque mis hijos ya duermen y yo no estoy sola: Estoy escribiendo para ti.

Voy a reír, voy a bailar 
Vivir mi vida lalalalá 
Voy a reír, voy a gozar 
Vivir mi vida lalalalá 

Voy a reír (eeso!), voy a bailar 
Vivir mi vida lalalalá 
Voy a reír, voy a gozar 
Vivir mi vida lalalalá 

A veces llega la lluvia 
Para limpiar las heridas 
A veces solo una gota 
Puede vencer la sequía 

Y para qué llorar, pa’ qué 
Si duele una pena, se olvida 
Y para qué sufrir, pa’ qué 
Si así es la vida, hay que vivirla 
Lalalé 

Voy a reír, voy a bailar 
Vivir mi vida lalalalá 
Voy a reír, voy a gozar 
Vivir mi vida lalalalá 

Eeeso! 

Voy ha vivir el momento 
Para entender el destino 
Voy a escuchar en silencio 
Para encontrar el camino 

Y para qué llorar, pa’ qué 
Si duele una pena, se olvida 
Y para qué sufrír, pa’ qué 
Si duele una pena, se olvida 
Lalalé 

Voy a reír, voy a bailar 
Vivir mi vida lalalalá 
Voy a reír, voy a gozar 
Vivir mi vida lalalalá 

Mi gente! 
Toooma! 

Voy a reír, voy a bailar 
Pa’ qué llorar, pa’ que sufrir 
Empieza a soñar, a reír 
Voy a reír (ohoo!), voy a bailar 
Siente y baila y goza 
Que la vida es una sola 
Voy a reír, voy a bailar 
Vive, sigue 
Siempre pa’lante 
No mires pa’trás 
Eeeso! 
Mi gente 
La vida es una haha 

Voy a reír, voy a bailar 
Vivir mi vida lalalalá 
Voy a reír, voy a gozar 
Vivir mi vida lalalalá

Todo lo que aprendí de los ciclistas

Todo lo que aprendí de los ciclistas

Cada vez veo más paralelismos entre la bici y la  vida.

Hace unos meses escribí este post:
5 Cosas que aprendí de un ciclista.

Pero desde entonces he aprendido mucho más. Valiosas lecciones de vida. Me gustaría compartirlas con vosotros:

  • Hay ciclistas que están hechos para trabajar en solitario
  • Otros se sienten mejor trabajando en un equipo.
  • Hay ciclistas de largo recorrido, hechos para aguantar horas y horas, saben dosificar sus fuerzas y no quemar sus cartuchos en  la salida.
  • Hay ciclistas especialistas  en  contrarreloj. Son muy veloces, mucho, los que más, pero nadie mantiene tanta velocidad tanto tiempo, así que no suelen ser buenos para pruebas largas.
  • Sólo algunos privilegiados aúnan velocidad y resistencia.
  • Hay líderes que lo son por algo más que porque les designe el equipo, que se ganan el reconocimiento moral de sus compañeros, y lo consiguen con trabajo y humildad.
  • Hay ciclistas que se dejan el aliento trabajando para que gane su equipo, aunque sepan que ellos nunca llevarán el maillot amarillo. Que sus nombres no pasarán a la historia. Nadie entiende de sacrifico y compañerismo como ellos.

    .

Fudenas 2014

  • Los ciclistas saben que a veces tu contrincante es  tu compañero, aquél que te hace llegar a la meta.
  • Los ciclistas saben que la suerte es un compañero extraño en la carrera, a veces te acompaña, a veces no.
  • Los ciclistas saben que hay amores que matan y que a veces, esos que les jalean para animarles, pueden aun sin querer, derribarles.
  • Los ciclistas saben que por mucho apoyo que tengan alrededor, el esfuerzo y el sudor es suyo. Nadie corre por ellos.
  • Los ciclistas saben que los desafíos más difíciles, cuando se consiguen son los que más recuerdan y valoran.
  • Los ciclistas saben que a veces el corazón empuja cuando las piernas ya no tienen fuerzas.
  • Los ciclistas saben que la carrera acaba al cruzar la meta, no antes. Nunca dan por ganada una carrera antes de tiempo…ni por perdida.
  • Los ciclistas saben que nada hay comparable a que te esperen en la Meta.

 

 

 ¡Gracias por enseñarme a ser mejor emprendedora, mejor trabajadora en equipo, mejor líder y mejor persona!

emprende en femenino.- nohemi hervada

Cuando te miras qué ves

Cuando te miras qué ves

Ser mujer parece que va inexorablemente unido a estar a disgusto en nuestra piel. Tanto es así que hay toda una industria multimillonaria creada para vendernos la ilusión de cambiarnos y llegar a gustarnos. Es una realidad que en la mayoría de los casos ese disgusto obedece a un falso concepto sobre nosotras mismas, alimentado con expectativas irreales.
En ese caldo de cultivo ser madre y entregarse al cuidado de nuestras criaturas ha resultado para muchas mujeres un bálsamo donde por fin han encontrado la paz con su cuerpo. Otras, sin embargo, experimentan precisamente por esa entrega que se requiere, una aversión a todo lo que implique el contacto estrecho con el bebé.
Si además añadimos que la maternidad se suele vivir en nuestra sociedad como un estigma, con mujeres que pasan de ser libres, triunfadoras, independientes, valoradas, a miembros de un grupo desfavorecido y apartado  socialmente del resto, es frecuente que para muchas mujeres, pasada la etapa inicial de vuelco en el bebé empiece una etapa complicada de reencontrar, o de encontrar, a la mujer dentro de la madre.
Algunas mujeres descubren su parte más femenina justo después de haber sido madres. Y se sorprenden descubriendo facetas en ellas mismas totalmente desconocidas. Como diría Jean Shinoda pasan del arquetipo Hera o Atenea al de Afrodita.
Todos estos cambios son difíciles de digerir cuando además hay un bebé o niño del que muchas veces somos únicas cuidadoras la mayor parte del tiempo.
Nos volcamos en nuestros hijos, lo hemos decidido así, nos llena ese papel, pero a veces nos sentimos como difuminadas, desdibujadas, lo que se ha dado en llamar «No salir en la foto».
Guardamos y atesoramos testimonio de cada etapa del crecimiento de nuestros hijos y no olvidamos que ellos son los protagonistas de su historia, pero sí olvidamos que nosotras hemos de serlo de la nuestra.
No extraña comprobar la profunda crisis que experimentan muchas mujeres cuando han pasado los años y se dan cuenta que lo único que hacían era orbitar alrededor de sus hijos.
En EL Concepto del Continuum, su autora Jean Liedloff , explica que esta no es la forma lógica de criar hijos. Ellos vienen preparados para aprender de la vida de los adultos. Vidas ricas, llenas de quehaceres interesantes y con propósito. Atendiendo a los hijos, pero no desatendiéndose a sí mismos.

Cuando un adulto, principalmente la madre, deja toda su vida para dedicarse a contemplar a su hijo, las implicaciones emocionales para ese bebé son enormes. Y el mensaje intrínseco que recibe es que su madre no tiene nada interesante que aportar a su aprendizaje.
No podemos criar hijos con buena autoestima si no reciben el mensaje real de que sus padres, principalmente su madre por la gran influencia de esta figura en la primera etapa de vida de los bebes,  tiene buena autoestima.
Si nuestro álbum de fotos familiar está lleno de fotos en las que no salimos… algo pasa.
Te propongo algo: Dedícate unos minutos a mirarte frente al espejo y dime…

«Cuando te miras ¿qué ves?»

Este domingo 25 de Enero si estás en Las Palmas de Gran Canaria te propongo un círculo de reflexión sobre este tema.
Dentro del marco de actividades del 1º Aniversario de Espacio Vida.
¿Te apuntas?

Aniversario Espacio Vida

Olé, olé y olé

Mirad este vídeo

Imagino que estas mujeres oyeron que cómo iban a hacer algo así, que los músicos, son músicos , no «payasos».

Nos hemos aprendido tan bien la lección de la escuela, de los padres y demás autoridades que si algo sabemos es que las cosas son como son… ¿verdad?

Pues mira que algunas personas resulta que un día decidimos que no, que la vida es cambio e innovación , aunque nos cueste críticas y tropiezos.

Olé por las personas que no hacen lo que todos hacen,
Olé por las que se arriesgan, por las pioneras
Olé por las que hacen cosas diferentes
Olé por las que inventan lo que no existe
 aún
Olé  por las que rompen reglas obsoletas para crear algo nuevo y valioso
Olé por las que hacen lo que molesta a los que no les gustan los cambios
Olé por las que no se desaniman cuando las tildan de locas

Olé por las que tienen varios talentos y quieren explotarlos todos  y no dedicarse a una sola cosa…
Olé por las que creen en sí mismas y en su potencial sin esperar la aprobación del resto
Olé por esas personas que están empoderadas de verdad.
Olé por los artistas que hacen cosas que «sólo» sirven para hacernos un poco (o un mucho) más felices
Y Gracias por enseñarnos tanto en tan poco tiempo. 

Canal de Salut Salon en Youtube

5 Cosas que aprendí de un ciclista

5 Cosas que aprendí de un ciclista

Si podéis leed este post con esta música de fondo

No soy una persona especialmente inclinada al deporte, aunque he pasado buenos momentos viendo algunos eventos deportivos, admirando las habilidades y destrezas de hombres y mujeres.
Al ciclismo nunca le presté demasiada atención, salvo esos días de final de carrera en verano, esperando que Indurain ganara.
Me parece un deporte duro, durísimo, en el que además, no hay demasiado reconocimiento  a los deportistas, y donde solo un número ínfimo de ellos consigue destacar.
Hoy quiero contaros qué me ha enseñado un ciclista sobre su pasión por la bicicleta y cómo creo podemos aplicar esos principios más allá de las 2 ruedas,  en el desarrollo personal y profesional.

 

indurain

  • Conocéte, acéptate y véncete

La bici pone de manifiesto tus propias capacidades y limitaciones. Conocerlas, aceptarlas y luego intentar superarlas: vencerlas, esa es la clave.
No es mal consejo para la vida diaria. Al final la carrera no es contra el recorrido, contra la montaña  o contra los otros corredores…. la carrera es contra nosotros mismos.
Si nos conocemos, nuestros puntos fuertes y nuestras debilidades, si nos aceptamos como somos en lugar de pretender ser otra cosa y si nos vencemos en el sentido de lograr lo que queremos incluso a pesar nuestro, sin duda habremos ganado la etapa, y la carrera.

  • Hoy no he podido, pero mañana vuelvo y subo la montaña

Ningún ciclista no preparado es capaz de subir un puerto y culminarlo. Pero su sistema es:

«Hoy no he podido subir la montaña,
pero mañana  la montaña seguirá ahí,
mañana volveré y la venceré.»

Y al final la constancia y el sacrificio hacen que uno venza a la montaña.  La montaña son nuestros objetivos, nuestras metas, nuestros retos, incluso nuestros deseos. Siempre hay otro día, así que lo que no pudiste hoy, vuelve a intentarlo mañana.

  • Corres como eres

«Un día en una carrera  en la que iba muy muy cansado, un grupo de ciclistas de otro equipo me esperó para ayudarme a llegar a meta.
Al preguntarles por qué lo hicieron, me dijeron que  yo les había ayudado en otra etapa sin tener por qué».

Corre la carrera de la vida como eres, y sé buena persona. Algún día necesitarás que  otra persona te ayude, incluso un «no compañero» y es fácil  recibir ayuda cuando tú antes has ayudado a otros.
Recuerda: aunque corras solo, no corres solo.

  • Solo hay un ganador, pero éste gana gracias al trabajo de todo su equipo

Cuando oyes a un ciclista cómo se planea la estrategia de equipo para que el candidato a campeón gane entiendes que él solo no lo habría logrado nunca. Muchos «anónimos» pelean las pequeñas batallas de la carrera, las que agotan, las que queman, para que al final el líder  del equipo llegue en buen estado físico  y pueda en el sprint final darlo todo y ganar. Él es el campeón. Pero gana todo el equipo. Todos contribuyen al éxito.
En  una empresa, cada uno tiene su papel, no hay ninguno pequeño. Todos los miembros del equipo, el CEO, el comercial, la señora de la limpieza, quien atiende el teléfono, etc. , todos trabajan con un objetivo común. Sin cada piñón de la rueda no habría engranaje. Lo inteligente es que cada uno haga aquéllo en lo que que es mejor reconociendo que todos los compañeros son valiosos.
Incluso para los profesionales que trabajamos por cuenta propia, el mensaje es acertado: las colaboraciones crean grandes proyectos.
Cuando la meta común es mayor que los egos se consiguen grandes cosas.

  • Lo que hace a un corredor campeón no es su forma física

Muchos ciclistas  con todo el potencial físico y entrenamiento pueden llegar al nivel del 90%, pero solo unos pocos llegan al 100%.

Ese 10%  que marca la diferencia no depende del trabajo físico. Esa diferencia entre un buen ciclista y un campeón está en su cabeza y en su corazón. Si tiene madurez, estabilidad mental y afectiva. Si tiene un entorno  familiar y social confiable y se siente seguro y querido y cuidado.
No creo necesario explicar el paralelismo ¿verdad?.
Podemos conseguir el éxito profesional de muchas maneras, pero solo cuando nos sentimos bien con los que queremos somos verdaderos triunfadores.  Los afectos valen más que las medallas, y curiosamente,  en este deporte, sin afectos no hay medallas.

¿Y tú? ¿Practicas este deporte? ¿Quieres compartir conmigo alguna otra reflexión interesante?
 

Fotos

1- Foto de  Miguel Induráin
2- Foto tomada del Blog Huy Carajo