El amor de las pequeñas cosas

El amor de las pequeñas cosas

¿Has pensado en cómo percibimos el amor?
¿Con grandes cosas o con pequeñas cosas?

Eso de “daría mi vida por ti” que tanto hemos leído y oído y que ha contribuido a esa concepción del amor romántico como algo heroico no suele pasar nunca.
La mayoría no necesitaremos que nadie dé su vida por nosotras. Lo que sí necesitamos es saber que quieren vivir la vida con nosotras.
Creo que nos han vendido que es más fácil morir por amor que vivir con amor y por eso la vida va como va.
Una pequeña nota inesperada, que cuesta 15 segundos escribir y dice mucho más que lo quiere poner en ella.
Esas notas que consiguen un cosquilleo las primeras veces, un suspiro o una sonrisa aunque ya no sean novedad.
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💖 Saberse querida es bueno para el alma.
💓 Hacer saber a quienes queremos eso mismo, que les queremos, debería ser parte de nuestra rutina, como saludar al llegar a un lugar.
💕 A una misma, a nuestros hijos e hijas, a la pareja si la hay, a las amigas…
💟
Te animo a que midas la calidad de tus relaciones pensando en los “te quiero” que das y que recibes…😍🥰
¿Cómo va ese saldo? 💞
Educar solo hacia abajo

Educar solo hacia abajo

Hace un tiempo oí a Manu Sánchez decir:
«El humor siempre hacia dentro o hacia arriba, nunca hacia abajo».
Hoy, una querida amiga me ha dicho:
«Lo que agota es educar hacia arriba y no hacia abajo».

PEDAGOGAS FULL TIME

Hacer pedagogía es un trabajo.
Cuando esa pedagogía va en contra de la corriente dominante no es solo un trabajo, es un desafío. Desafío por la tarea en sí, por el marco hostil y porque los receptores no solo no agradecen el trabajo sino que en más ocasiones de las que piensas se vuelven contra ti.
 
Esto hace que la mayoría de las veces las mujeres callemos. Porque nos sale más barato, porque no compensa arriesgar nuestra paz mental o nuestra salud, porque sencillamente nos agota explicar lo mismo vez tras vez.
Pero a algunas nos cuesta callarnos. Por temperamento, por objetivo vital, por necesidad… Algunas seguimos repartiendo pedagogía allá por donde vamos porque la alternativa es esperar a que el cambio se produzca solo. Y sabemos que eso no va a pasar.
Los sistemas están estructurados para mantener los privilegios de unos sobre los otros.
El patriarcado es algo más que una palabra de moda. Es una estructura de poder que tiene a las mujeres debajo de los hombres.
Da igual cuántas mujeres conozcas que viven «bien», que ganan dinero y tienen buenos trabajos. Ser mujer nos coloca en posiciones de discriminación lo veamos o no.

PATERNALISMO

Ilustración de @Perezfecto

Hace unos días reposteaba  una viñeta  de @Perezfecto en la que una mujer le dice a un hombre (presumiblemente su pareja):

«Contigo no se puede dialogar, solo sabes dar soluciones».
Comenté sobre la realidad de esas palabras, de personas que cuando conversan solo saben arreglar los problemas del otro.
Aunque no es un regla fija, lo cierto es que es un perfil que se da mayoritariamente en los hombres hacia las mujeres.
Todas las mujeres que comentaron esa publicación en mis diferentes redes comentaban haberse sentido así a menudo. Sólo un hombre comentó lo cierto de esas palabras. Otro entró a «disculpar» que esa forma de hacer las cosas es «ayudar», «compañerismo lo llamó él.
Cuando yo le dije que lo que él llama «compañerismo» es «paternalismo», no estuvo de acuerdo.
Porque el paternalismo, como el machismo, no se detecta desde dentro.
Hay que preguntarle al otro ( en este caso a la otra) si se siente infantilizada cuando buscando escucha o desahogo y comprensión se reciben consejos y juicios.
El paternalismo se llama así por algo. Se construye sobre la idea de que hay un perfil que tiene autoridad y es responsable sobre el otro. En la antigua Roma era el Pater Familia, hoy en día es cualquiera cuando se relaciona con una mujer ( si es madre, más).

ARMAS DE MUJER

Las mujeres estamos cansadas de tener que explicar a los hombres de nuestro entorno que no les queremos como salvadores ( clara referencia a todos los cuentos de hadas en las que nos liberan de peligros) ni como solucionadores.
Las mujeres llevamos toda la historia humana solucionando nuestros problemas, como buenamente podemos,  con la mierda de pocas herramientas que este sistema nos deja.
Hemos sobrevivido a desprecios, insultos, violaciones, quemas de brujas, eliminación de derechos, robos, apropiaciones culturales e intelectuales, corrientes de pensamiento misóginas.
La Historia de la Humanidad es la historia de la misoginia.
Y hemos sobrevivido. Casi siempre contando con el apoyo de nuestras iguales.
Por eso las mujeres hemos hecho círculos siempre. Sea alrededor del fuego, mientras se molía el grano o lavaba la ropa en el río.   En los pocos espacios en los que se nos permitía ser libres( de expresión al menos,) entre otras mujeres, las mujeres hablaban, se desahogaban, se reconocían, se apoyaban y se sostenían. 
Porque la raíz del término empatía es  “empátheia que significa “emocionado”. La empatía es «la intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo». Y sin duda quien mejor empatiza con tus emociones es quien las ha vivido. Por eso muchas mujeres hablamos un lenguaje común, el verbal y el no verbal. Por eso para una mujer, por muy desconocida que sea, le resulta fácil «leer» las emociones de otra y saber o sospechar qué necesita.  Ella , seguramente, habrá experimentado algo similar en algún otro momento o proceso.
Cuando alguien intenta darnos la solución lo que sentimos no es agradecimiento. Las primeras veces lo aceptamos porque es la reacción habitual del grupo de arriba y nosotras sabemos que «nuestro sitio a sus ojos es el grupo de abajo». Poco a poco, si hay confianza o hartazgo, expresamos que así no, que eso no es lo que necesitamos.
Ahora depende del otro escuchar y no solo oír, responder a lo que pedimos y no a lo que él quiera dar.
Es comprensible que el piloto automático salte,  ya que  a los varones se les educa para hacer cosas, conseguir cosas, y reparar cosas,  y les siga impulsando a vernos como un terreno en el que actuar, un reto que afrontar o algo que arreglar.
Pero no lo somos.

CONFÍO EN TI HASTA PARA DEJAR QUE TE EQUIVOQUES

Cuando trabajaba con familias de niños pequeños frecuentemente tocaba hablar de la autonomía del bebé/niñ@ y de su desarrollo psicoafectivo y motor. Cuando un bebé empieza la etapa del gateo y el movimiento autónomo, es normal sentir miedo y preocupación por su seguridad.
¿En qué casa no entran los parques cuna, los suelos de goma eva y las puertas para cerrar acceso a escaleras?
El desafío es que los padres y madres comprendamos que los bebés tienen una altísima capacidad de adaptarse al entorno en el que crecen. Los bebés exploran y ,cuando no son coartados, van aprendiendo sus límites físicos y entrenando sus capacidades.  Por supuesto intentaremos que sea un entorno seguro, pero no permitirle el movimiento, la exploración, el descubrimiento, por miedo a una caída es hacerle menos apto, no más.
Cuando un bebé que empieza a levantarse y caminar se siente inseguro, volverá al suelo y lo volverá a intentar otra vez. Si para evitarle esas caídas les llevamos de la. mano o en volandas, evitaremos la caída, sí, pero también el aprendizaje asociado. Al final el amor también se demuestra con la confianza. Confianza en que sus caídas, sus errores, son parte del aprendizaje.
Las mujeres no somos bebés en desarrollo. Somos como colectivo más fuerte de lo que nosotras mismas imaginamos. Hemos sobrevivido al odio visceral del poder durante siglos. Seguimos sobreviviendo, incluso destacando, en un sistema hecho a la medida del hombre ( y me refiero al hombre varón, no al hombre como representante de la especie humana). Nuestra cultura, nuestra medicina, nuestro sistema económico, la explotación de los recursos, la crianza,  todos los sistemas son androcéntricos y aquí seguimos. A pesar del desgaste que eso nos provoca.
Así que en casa, al menos, queremos paz, queremos respeto, queremos libertad.
Queremos seguir educando a las futuras generaciones, pero hacia abajo.
No nos pidáis seguir educando hacia arriba. Sois mayorcitos: aprended solos.
Si queréis, hasta que desarrolléis toda la empatía que necesitamos,  podéis aprenderos esta frase:
¿Qué puedo hacer por ti para que estés mejor?
Por si muero

Por si muero

Vivo en una isla lo que supone viajar bastante en avión.

Tengo una costumbre, algo macabra para algun@s, que es despedirme con la frase «por si se cae el avión que sepas que….»

La mayoría de la gente encuentra de mal gusto mencionar a la muerte o la posibilidad de tener un accidente mortal. Si me paro a pensarlo es normal, no queremos pensar que nos pueda pasar, precisamente porque sabemos que nos puede pasar.

Morirse es facilísimo. De hecho dice el refrán que «para morirse solo hay que estar vivo», por eso todos los vivos intentamos no pensarlo demasiado para no amargarnos la existencia. Lo cierto es que yo pienso bastante en la muerte porque la muerte me ha visitado de cerca y se ha convertido en una especie de enemigo íntimo.

La muerte me ha dado lecciones de vida, de esas que te hacen replantearte muchas cosas.

Se me murió mi segundo bebé y perdí de golpe mi inocencia. Aprendí a ver la cara B de la parte más bonita de la vida.

Se murió mi madre de repente y me di cuenta que los «mañana hablamos» a veces no son posibles. Que se nos quedan pendientes conversaciones porque vivimos creyendo que somos, si no inmortales, sí longevos, pero no siempre es así.

La muerte no siempre avisa. Vivir es estar permanentemente en riesgo de morir y no somos conscientes. Y está bien que sea así. Pero no tanto.

Ser consciente de que te puedes morir es un gran aliciente para vivir, aunque parezca contradictorio. Es un filtro perfecto para saber qué es lo esencial y qué es superfluo, qué es prioritario, y qué no lo es. Es un examen implacable para saber qué cosas gestionas desde el amor o desde el miedo. Te enfrenta a tu ego como nada más. Con esa dosis brutal de verdad que solo dan los duelos, porque en ellos estás sola con tu dolor, y en el dolor no hay máscaras que sirvan.

Cuando me siento el en avión, los últimos mensajes que mando antes de poner el «modo avión» me dicen quiénes son las personas de mi vida. Es un poco macabro sí, pero por unos segundos me imagino que muero estrellada y que mis últimas palabras fueron «Te Quiero».

Lástima que a veces tengamos que pensar en la muerte para decirlas. Ojalá la vida fuera igual de motivadora para vencer vergüenzas, orgullo y miedo y quedarnos con lo esencial, lo que realmente importa.

Nohemí Hervada

Post publicado originalmente en Facebook

Las hermanas que eliges

Las hermanas que eliges

He escuchado tu nota de voz y aún llorando he decidido escribirte este post.
Imagino que un poco por exhibicionismo y un mucho porque mereces que todo el mundo sepa cómo eres y que te quiero.

Siempre he sido el tipo de persona «idealista», con altos valores sobre conceptos como la amistad. Quizás porque el otro gran concepto afectivo que nos sostiene, que es la familia, en mi caso no lo fue tanto.
Para mí tener amigos, amigas, ha sido muchas veces una tabla de salvación. De la tristeza, de la desesperanza, de la frustración, de la depresión…
Por eso una de las cosas que más me afectan es la traición de esas personas a las que les confías tu intimidad, tus secretos, tus flaquezas, tus miserias incluso y que un día ves cómo las usan contra ti.

La gente confunde a veces ser una persona muy sociable con tener cientos de amigos, o creen que el hecho de que hables abiertamente de tus emociones, sentimientos y vivencias te hace no ser una persona confiable para guardar los secretos de los demás… o los tuyos propios. Como si toda tu vida fuera siempre un escaparate, algo frívolo y poco profundo. Cuando lo cierto es que precisamente por eso, precisamente por ser tan visible, necesitamos tanto tener refugios, lugares protegidos de las siempre presentes opiniones y juicios de quienes creen conocerte.
La gente cree que la actitud  que has decidido adoptar ante la vida es tu actitud cada minuto del día o que es innata y no te cuesta, a menudo, un esfuerzo enorme. Como si decidir ser valiente no fuera difícil, como si la seguridad que llevas años trabajándote no fuera en realidad un fuerte  vulnerable recibiendo ataques constantes, como si no tuvieras que estar continuamente revisando  y reforzando tus puntos débiles. Yo tengo claro cuáles son los míos. Y sé muy bien qué cosas me refuerzan y cuáles me debilitan.

Tú eres una de esas inyecciones para mi.

Mis amigas han sido siempre mi anclaje para no perderme, mi toma de tierra para no olvidarme de quién soy ni de dónde vengo, mi sofá con manta en un día triste y lluvioso, mi diario íntimo, el espejo en el que a veces te da vergüenza mirarte.
Hay muchas definiciones de amistad y seguro que todas son ciertas. Yo en estos últimos años he comprendido  aún mejor qué  es  tener una amiga que eliges como una hermana. Aquella que te quiere independientemente de dónde estés, de qué hagas o con quien. Alguien que nunca va a atribuirte malos motivos, que ante la duda siempre pensará lo mejor de ti. Alguien a quien puedes confesarle tus propias incongruencias y sabrá cuándo decirte la palabra justa y, sobre todo, sabrá cuándo callar.
El amor de verdad es incondicional, dicen. Yo siempre estuve en contra de esa frase porque no entiendo el amor sin respeto, y para mí esa era una condición innegociable. Mis amigas de verdad saben que, a veces, hasta eso se negocia. No está ni bien ni mal. Es lo que somos, como somos, como decidimos vivir.
A veces escogemos ser felices a tener razón, escogemos perdonar lo imperdonable porque pueden más nuestras ganas de  confiar en el otro que nuestro propio orgullo. A veces, lo cierto, es que hacemos sólo lo que podemos hacer.

  • Mis amigas de verdad no son perfectas, ni lo pretenden. No necesitan sermonearme cuando les cuento que  he vuelto a tropezar en la misma piedra. Pero siempre me ayudan a levantarme.
  • Mis amigas de verdad sólo preguntan: ¿ahora toca odiar o querer? Y odian y quieren conmigo.
  • Mis amigas de verdad no tienen que justificarme sus palabras porque nunca me hablan desde la superioridad de sentirse mejores ni moral ni intelectual ni social ni económica ni profesionalmente.
  • Mis amigas de verdad saben quién soy.
  • Mis amigas de verdad saben que siempre, a pesar de todo y de todos, a pesar incluso de nosotras mismas, siempre estoy.

 

Ojalá yo sea el mismo tipo de amiga para ellas, para ti.
Gracias por ser una de mis personas.
Gracias por regalarme ser un poco parte de tu vida.
Gracias por reservarme mi hueco aunque pase el tiempo, la distancia, otras amistades y más  amores y desamores,
aunque pase la vida y la vida nos pase.

Gracias.

Encontré mi Pócima

Encontré mi Pócima

A veces uno busca las palabras y otras veces las palabras lo buscan a uno.

Ayer llegué a casa y me fui a la cama con deseo… y lo hice realidad.


Nos enganchan las personas por lo que nos cuentan, o por lo que entendemos nosotros de lo que nos cuentan.

Adoro a quienes saben y creen en el poder de las palabras, quienes las usan sabiendo que son algo más que fonemas unidos, a quienes poseen el secreto mágico de la Alquimia de la vida.


Puedo amar a alguien por las palabras que usa
O amar sus palabras y usarle a él para tenerlas
O usar su amor para crearlas
O crear amor usándolas
Al final «amor» es una palabra


Gracias David por recordarme algo que a veces, en mi soberbia, olvido.


Ayer tu pócima 71, escogida al azar ( seguro que no) era mía.
Fue para mí por un instante
O para siempre
Y mientras la leía y sonreía era consciente de cómo leemos lo que queremos.
Yo ayer tenía que hablar de Amor, o de des-amor, que al fin es lo mismo.

Gracias Elena Alonso-Viajamor por traer a mi vida momentos mágicos en forma de personas y palabras, gracias Carol por invitarme.

Gracias a todos por recordarme que el drama lo ponemos nosotros, porque la realidad ES que


TODO,  siempre es un comienzo
aunque se vista de final.


Soy experta en comienzos, porque he practicado con muchos finales.


Anoche me fui a la cama contigo, como te prometí
Y viajé a otros mundos, como ese niño en el sofá que hacía Nada.
Y mi alma estuvo en paz y alborotada
porque sé, porque siento, porque nombro, porque creo


Y antes de eso, antes de llegar a casa, paré el coche, cogí mi libreta y mi pluma, escribí un par de hojas con alguna disculpa y varios GRACIAS, las arranqué y las dejé debajo de una puerta.

Trazos garabateados con todo su sentido
O con dos
El que yo escribí
Y el que será leído

Pócima 71

Fragmento del Libro SI FUESES PÁJARO LO ENENDERÍAS
de David Testal

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