Hace un tiempo oí a Manu Sánchez decir:
«El humor siempre hacia dentro o hacia arriba, nunca hacia abajo».
Hoy, una querida amiga me ha dicho:
«Lo que agota es educar hacia arriba y no hacia abajo».

PEDAGOGAS FULL TIME

Hacer pedagogía es un trabajo.
Cuando esa pedagogía va en contra de la corriente dominante no es solo un trabajo, es un desafío. Desafío por la tarea en sí, por el marco hostil y porque los receptores no solo no agradecen el trabajo sino que en más ocasiones de las que piensas se vuelven contra ti.
 
Esto hace que la mayoría de las veces las mujeres callemos. Porque nos sale más barato, porque no compensa arriesgar nuestra paz mental o nuestra salud, porque sencillamente nos agota explicar lo mismo vez tras vez.
Pero a algunas nos cuesta callarnos. Por temperamento, por objetivo vital, por necesidad… Algunas seguimos repartiendo pedagogía allá por donde vamos porque la alternativa es esperar a que el cambio se produzca solo. Y sabemos que eso no va a pasar.
Los sistemas están estructurados para mantener los privilegios de unos sobre los otros.
El patriarcado es algo más que una palabra de moda. Es una estructura de poder que tiene a las mujeres debajo de los hombres.
Da igual cuántas mujeres conozcas que viven «bien», que ganan dinero y tienen buenos trabajos. Ser mujer nos coloca en posiciones de discriminación lo veamos o no.

PATERNALISMO

Ilustración de @Perezfecto

Hace unos días reposteaba  una viñeta  de @Perezfecto en la que una mujer le dice a un hombre (presumiblemente su pareja):

«Contigo no se puede dialogar, solo sabes dar soluciones».
Comenté sobre la realidad de esas palabras, de personas que cuando conversan solo saben arreglar los problemas del otro.
Aunque no es un regla fija, lo cierto es que es un perfil que se da mayoritariamente en los hombres hacia las mujeres.
Todas las mujeres que comentaron esa publicación en mis diferentes redes comentaban haberse sentido así a menudo. Sólo un hombre comentó lo cierto de esas palabras. Otro entró a «disculpar» que esa forma de hacer las cosas es «ayudar», «compañerismo lo llamó él.
Cuando yo le dije que lo que él llama «compañerismo» es «paternalismo», no estuvo de acuerdo.
Porque el paternalismo, como el machismo, no se detecta desde dentro.
Hay que preguntarle al otro ( en este caso a la otra) si se siente infantilizada cuando buscando escucha o desahogo y comprensión se reciben consejos y juicios.
El paternalismo se llama así por algo. Se construye sobre la idea de que hay un perfil que tiene autoridad y es responsable sobre el otro. En la antigua Roma era el Pater Familia, hoy en día es cualquiera cuando se relaciona con una mujer ( si es madre, más).

ARMAS DE MUJER

Las mujeres estamos cansadas de tener que explicar a los hombres de nuestro entorno que no les queremos como salvadores ( clara referencia a todos los cuentos de hadas en las que nos liberan de peligros) ni como solucionadores.
Las mujeres llevamos toda la historia humana solucionando nuestros problemas, como buenamente podemos,  con la mierda de pocas herramientas que este sistema nos deja.
Hemos sobrevivido a desprecios, insultos, violaciones, quemas de brujas, eliminación de derechos, robos, apropiaciones culturales e intelectuales, corrientes de pensamiento misóginas.
La Historia de la Humanidad es la historia de la misoginia.
Y hemos sobrevivido. Casi siempre contando con el apoyo de nuestras iguales.
Por eso las mujeres hemos hecho círculos siempre. Sea alrededor del fuego, mientras se molía el grano o lavaba la ropa en el río.   En los pocos espacios en los que se nos permitía ser libres( de expresión al menos,) entre otras mujeres, las mujeres hablaban, se desahogaban, se reconocían, se apoyaban y se sostenían. 
Porque la raíz del término empatía es  “empátheia que significa “emocionado”. La empatía es «la intención de comprender los sentimientos y emociones, intentando experimentar de forma objetiva y racional lo que siente otro individuo». Y sin duda quien mejor empatiza con tus emociones es quien las ha vivido. Por eso muchas mujeres hablamos un lenguaje común, el verbal y el no verbal. Por eso para una mujer, por muy desconocida que sea, le resulta fácil «leer» las emociones de otra y saber o sospechar qué necesita.  Ella , seguramente, habrá experimentado algo similar en algún otro momento o proceso.
Cuando alguien intenta darnos la solución lo que sentimos no es agradecimiento. Las primeras veces lo aceptamos porque es la reacción habitual del grupo de arriba y nosotras sabemos que «nuestro sitio a sus ojos es el grupo de abajo». Poco a poco, si hay confianza o hartazgo, expresamos que así no, que eso no es lo que necesitamos.
Ahora depende del otro escuchar y no solo oír, responder a lo que pedimos y no a lo que él quiera dar.
Es comprensible que el piloto automático salte,  ya que  a los varones se les educa para hacer cosas, conseguir cosas, y reparar cosas,  y les siga impulsando a vernos como un terreno en el que actuar, un reto que afrontar o algo que arreglar.
Pero no lo somos.

CONFÍO EN TI HASTA PARA DEJAR QUE TE EQUIVOQUES

Cuando trabajaba con familias de niños pequeños frecuentemente tocaba hablar de la autonomía del bebé/niñ@ y de su desarrollo psicoafectivo y motor. Cuando un bebé empieza la etapa del gateo y el movimiento autónomo, es normal sentir miedo y preocupación por su seguridad.
¿En qué casa no entran los parques cuna, los suelos de goma eva y las puertas para cerrar acceso a escaleras?
El desafío es que los padres y madres comprendamos que los bebés tienen una altísima capacidad de adaptarse al entorno en el que crecen. Los bebés exploran y ,cuando no son coartados, van aprendiendo sus límites físicos y entrenando sus capacidades.  Por supuesto intentaremos que sea un entorno seguro, pero no permitirle el movimiento, la exploración, el descubrimiento, por miedo a una caída es hacerle menos apto, no más.
Cuando un bebé que empieza a levantarse y caminar se siente inseguro, volverá al suelo y lo volverá a intentar otra vez. Si para evitarle esas caídas les llevamos de la. mano o en volandas, evitaremos la caída, sí, pero también el aprendizaje asociado. Al final el amor también se demuestra con la confianza. Confianza en que sus caídas, sus errores, son parte del aprendizaje.
Las mujeres no somos bebés en desarrollo. Somos como colectivo más fuerte de lo que nosotras mismas imaginamos. Hemos sobrevivido al odio visceral del poder durante siglos. Seguimos sobreviviendo, incluso destacando, en un sistema hecho a la medida del hombre ( y me refiero al hombre varón, no al hombre como representante de la especie humana). Nuestra cultura, nuestra medicina, nuestro sistema económico, la explotación de los recursos, la crianza,  todos los sistemas son androcéntricos y aquí seguimos. A pesar del desgaste que eso nos provoca.
Así que en casa, al menos, queremos paz, queremos respeto, queremos libertad.
Queremos seguir educando a las futuras generaciones, pero hacia abajo.
No nos pidáis seguir educando hacia arriba. Sois mayorcitos: aprended solos.
Si queréis, hasta que desarrolléis toda la empatía que necesitamos,  podéis aprenderos esta frase:
¿Qué puedo hacer por ti para que estés mejor?