¿Quiénes son los mejores negociadores?

¿Quiénes son los mejores negociadores?

Cuando hago esta pregunta en mis formaciones las respuestas suelen ser: «los abogados, los altos ejecutivos, los sindicalistas, los mediadores…»

No sé qué habrás respondido tú a esa pregunta. Imagino que dependerá de tu propia experiencia en este tema. Lo cierto es que la mayoría pensamos en algún colectivo relacionado con negocios o con conflictos y eso es porque el término «negociación» o «negociar» lo relacionamos con esos ámbitos.

Culpa de eso la tiene en gran parte Hollywood con sus películas de secuestros o del tipo «Wall Street». Y también el sistema de crianza, educación y liderazgo autoritario en el que el de arriba en la jerarquía ( padre o madre, docente o jefe/jefa) mandaba y los de abajo obedecían, sin siquiera plantearse la opción a negociar. Aprendimos que sólo sabían o podían negociar unos pocos.

Lo cierto es que negociar es algo intrínseco a la vida de prácticamente todos los seres humanos porque somos seres sociales y desde el momento en que convivimos con otras personas van a aparecer las discrepancias, las diferencias de opinión, de objetivos, de formas de hacer las cosas, de ritmo, etc. Esto implica que o bien escogemos el sistema que te decía antes de » manda el mas fuerte y los demás acatan» o toca negociar y llegar a acuerdos.

Y lo cierto es que al parecer la ley del más fuerte no fue el origen de la humanidad como podríamos pensar, sino justo lo contrario. Obviando que como seres humanos nacemos totalmente dependientes de cuidados por muchos meses y que sin esa disposición de nuestra madre a «renunciar» a ella misma para responder a las necesidades de su cría, no estaríamos vivos, seguro que conoces la respuesta de Margaret Mead, antropóloga cuando sus alumnos le preguntaron cuál fue el primer signo de civilización en la Humanidad.

Esperando oír que fue alguna herramienta ella les sorprendió respondiendo que el primer signo de civilización en una cultura antigua fue un fémur que alguien se fracturó y luego apareció sanado.

Mead explicó que entre los animales, si te rompes una pierna, mueres porque no puedes buscar comida o agua ni huir del peligro, lo que te convierte en presa fácil de los depredadores. Ningún animal con una extremidad inferior rota sobrevive el tiempo suficiente para que el hueso se suelde por sí sólo. De modo que un fémur quebrado y sanado es evidencia de que alguien se quedó con quien se lo rompió, que le vendó e inmovilizó la fractura y le proveyó lo necesario para sobrevivir todo ese tiempo. Es decir, que lo cuidó”.

El primer signo de civilización en una cultura antigua fue un fémur que alguien se fracturó y luego apareció sanado.

Así que el ser humano tiene esa capacidad de «ceder» o renunciar a su propio bienestar o una parte de él, para tener en cuenta las necesidades del otro. O sea que sabemos que una sociedad «civilizada» es la que no intenta imponer voluntades sino conciliar o negociar las voluntades del grupo.

  • Negociar es pensar por ejemplo, a la hora de preparar la comida, si puedes hacerla de tal modo que le guste a todos los que van a comer en vez de tirar del: «se come lo que hay y punto».
  • Negociar es pensar al  organizar una reunión en un momento que les vaya bien a los asistentes y no sólo al que la organiza.
  • Negociar es también no rendirte al primer «no» sino buscar otro momento y otras condiciones para obtener el «sí» que te negaron.

Y es en este punto cuando te vuelvo a preguntar…

¿Quiénes son los mayores expertos en negociar?

¿Quienes no se rinden al primer «no» ( ni al segundo ni tercero) y son capaces de insistir dándole la vuelta a otras formas de pedir lo que quieren?

¿Quienes son expertos en detectar «el punto débil» del otro para usarlo en su favor?

¿Quiénes saben buscar «aliados» para apoyar su argumento en la negociación?

¿Quienes saben que para recibir algo también tienen que dar algo a cambio y lo proponen para obtener lo que quieren?

Sí, ese colectivo que no ha necesitado ir a una escuela de negocios ni a un training de liderazgo. Que solo necesitan estar muy conectados con lo que desean, tener una alta motivación y una gran inteligencia emocional para detectar cómo es el otro y qué tecla tocar.

Los niños y niñas.

Si cuando pedimos un aumento de sueldo o una renegociación de condiciones tuviéramos la misma determinación que nuestros hijos e hijas cuando nos piden algo, a no quedarse con el primer «no», la mayoría ahora cobraríamos más.

A no ser, claro que, como algunos niños, topemos con alguien autoritario y no dispuesto a negociar.

En ese caso, el niño o niña no tiene mucha más opción que obedecer o rebelarse con consecuencias, pero a ti, si es tu caso, lo que te recomiendo es: ¡Despide a ese jefe en cuanto puedas!

Porque quien no está dispuesto a negociar no debería NUNCA tener autoridad sobre otras personas del mismo modo que quien no esta dispuesto a CUIDAR de quien lo necesita debería nunca tener personas a su cargo.

Ahora la pregunta es, ¿eres negociador/a o negociable? . Suscríbete para no perderte los próximos artículos. Uno de ellos te dará las claves para responder a esa pregunta.

Las profesionales también lloran

Las profesionales también lloran

¿Has llorado alguna vez en una reunión profesional?

¿Por nervios, rabia o frustración?

¿Has sentido que eso le restaba fuerza a tu posición?

 

 

Empezaré diciéndote que es habitual tanto lo primero como lo segundo.
Y no, llorar no necesariamente implica perder fuerza en una reunión o negociación.
Déjame explicarte por qué tenemos esa percepción y por qué es errónea. 
 
Nuestra cultura ha colocado el llanto en una caja con estas  etiquetas y adjetivos: débil, sentimental, triste, pusilánime, vergonzoso y,  por supuesto, femenino.
Lo cierto es que el que llanto es una acción fisiológica con múltiples funciones. Desde algo tan práctico como limpiar el ojo cuando nos entra algo o se irrita, hasta la demostración externa de  emociones tan dispares como la tristeza, el dolor, la alegría y el placer.
Lloramos por cosas muy diferentes, con intensidades diferentes e implicaciones diferentes.
Las personas desarrollamos habilidades sociales que nos ayudan a «leer» qué significado tiene el llanto en cada caso.
Así  distinguimos cuándo alguien llora de dolor y cuándo de emoción y actuamos en consonancia.

Nadie le dice «lo siento» a quien llora de alegría en la boda de su hij@. Ni decimos «me alegro por ti» a la viuda que llora en un funeral.

No minimices el gran poder social que encierra el hecho de «leer estos comportamientos» porque hay gente con incapacidad ( y/o discapacidad)  para hacerlo y esto mismo les genera muchos problemas.

En general, como te digo, la mayoría interpretamos bien el llanto en estos ámbitos.
Pero ¿qué pasa cuando en un ámbito más profesional, sin películas, anuncios, música ni bodas o entierros, interpretamos mal el llanto propio o el ajeno?

.

 

Hoy te voy a hablar de esos casos en los que trabajando con mujeres temas de liderazgo y negociación me relatan conversaciones y situaciones en las que acabaron llorando, delante de un cliente, un socio, colaborador, proveedor o incluso de un empleado.

 

¿Te ha pasado?
A mí sí.

 

  En mi vida profesional he  llorado en reuniones, he llorado en medio de una discusión, he llorado  escuchando al hablar yo y al escuchar a otras personas.
Y no, eso no debe necesariamente a debilidad.

He llorado de angustia, de impotencia, de rabia y de frustración, del mismo modo que a veces en una clase, he llorado de emoción,  al tocar un tema sensible. He llorado al descubrir la pasividad de la gente y cómo eso afecta a mis derechos o los de los míos. He llorado de angustia ante la mezquindad o la maldad, he llorado para descargar estrés o reequilibrar mi estado emocional y he llorado para descargar la agresividad y no darle rienda suelta que es lo que me ha apetecido de primeras.

Ninguno de esos motivos le ha restado peso a mis argumentos ni credibilidad a mi persona ni a mi desempeño profesional, al menos no a mis ojos.

Sé que hay quien percibe el llanto de las mujeres en esos ambientes como un paso atrás, una derrota o sumisión y esa reacción es una muestra más del desconocimiento de la psique humana.
No voy a negarte que en una negociación la imagen que proyectamos es importante. Trabajar nuestro rango de poder y autoridad es fundamental para nuestro éxito profesional porque éste no se basa solo en lo buenas que seamos en nuestro trabajo sino en cómo de buenas somos percibidas. En ese sentido trabajar la seguridad, la confianza, el aplomo y la gestión emocional es imprescindible para que nuestras competencias brillen.
Si eres alguien que llora en cada reunión, que llora en cada discusión, que llora en cada negociación, mi consejo entonces es que  analices primero los porqués de esa reacción.
Generalmente  cuando una profesional formada reacciona  de este modo de forma habitual no tiene que ver con su formación o preparación, lo que llamamos las hard skills, sino con algún tema de actitud, las soft kills: autoestima, seguridad, confianza, etc. Por eso las profesionales no tenemos que trabajar solo la inteligencia empresarial sino también  la  inteligencia emocional.
A veces ese desborde o esa «incapacidad» para integrar algunas emociones puede venir por cosas como el generalizado miedo a hablar en público, el  miedo a la exposición o al rechazo, una percepción poco realista  de las competencias propias ( el llamado síndrome de la impostora) o incluso alguna situación médica o personal como una depresión o un duelo.

 

 

Si esa reacción ocurre de forma puntual ten en cuenta lo siguiente:

 

  • Es perfectamente normal.
  • No cambia quién eres.
  • No reduce tu valor profesional.
  • Es un mecanismo de liberación de estrés.
  • No «luches» contra él, tu cuerpo recupera el equilibrio mediante el llanto del mismo modo que subir la temperatura ayuda a luchar contra una infección.
  • No estás ofendiendo a nadie.
  • No te disculpes por llorar. NUNCA.
  • Recuérdate a ti misma que todas las personas lloran.
  • Llorar no reduce tu rango de poder a no ser que tú creas que lo reduce.
  • Las mujeres hemos conseguido la mayoría de nuestros derechos entre lágrimas, sudor y sangre, no sonriendo.

Sé que no es fácil decirnos mensajes positivos y mucho menos en situaciones que percibimos de debilidad por eso:

  • Aprovecha cada oportunidad para reforzar tu poder, tu autoridad y tu autoestima.

  • Aprende técnicas de negociación que te aporten seguridad.

  • Rodétate de mujeres referentes en tu sector y en otros y esfuérzate por conocerlas en el plano personal si es posible.

  • Comprueba a título personal que  el concepto de «fuerza» y «fortaleza» puede alcanzar otras dimensiones que van más allá de «ser fría, distante e impasible».

  • Aprende de tus errores sin culparte por ellos.

  • Recuerda que mostrarse vulnerable no es señal de debilidad sino de honestidad y humildad.

  • Celebra tus triunfos.

 

Y sobre todo:

«NO DEJES QUE NADIE TE HAGA SENTIR MENOS DE LO QUE ERES»

Si quieres trabajar en tu motivación, implementación, visibilidad, imagen, comunicación y actitud…

Empieza por mi programa de más éxito: #27DÍAS  y #27GLITTERDAYS y si quieres ir más allá, te espero en mi próximo training para aumentar tu rango de poder
#POWERUP  o en mi programa de alto impacto:  LIDERAZGO FEMENINO