Es mi cuerpo, tú no mandas, yo decido

Es mi cuerpo, tú no mandas, yo decido

-Mencía vístete. Aquí tienes la ropa
-Eso no lo quiero
-Es que hace frío, tienes que ponerte un jersey
-Es mi cuerpo, tú no mandas, yo decido

.

-Mencía ven a peinarte
-Me gusta el pelo así
-Pero es que llevas la trenza medio deshecha y tienes que peinarte bien
-Es mi cuerpo, tú no mandas, yo decido

empoderamientoCuando tu hija te responde así, una parte de ti se siente frustrada, cuestionada y enfadada. Es normal.

Obediencia  vs Responsabilidad

Nos educan con la obediencia como meta. Si eres una niña buena y obediente todos te aplauden. Si no, eres una contestona maleducada que se llevará con suerte reprimendas públicas y, a veces, incluso algo peor.
En ese contexto de someternos a la voluntad de la autoridad competente, que al principio crees que son tus padres ( con cierto derecho moral, al fin y al cabo son tus padres), pero que luego te das cuenta que es casi cualquier adulto que te rodee, se nos va apagando esa identidad con la que nacemos de sabernos dueños de nosotros mismos.
A base de : «esto se hace como yo digo», o el «porque lo digo yo» de toda la vida, nos vamos olvidando de que en realidad esa frase casi siempre esconde más abuso que justicia, más violencia que dirección. Y sobre todo no se enseña la responsabilidad personal, esa que tanta falta hace en la vida.

Mi hija con 4 años, no es que esté empoderada, es que no se ha desempoderado aún. Y no es porque su madre sea perfecta y respete toda su lícita autonomía. No, yo soy de todo menos una madre modelo, pero  un día me di cuenta, cuando empecé a hablar de Empoderamiento,  que no se trata de volvernos algo que no somos, sino de volver a ser lo que un día fuimos.

Cuando mi hija me responde así delante de otras personas, sé lo que están pensando:  «Menuda madre», «no tiene autoridad sobre su hija».

Y es cierto: No tengo autoridad sobre mi hija.

No significa que no ejerza mi rol de madre y que mis hijos hagan sólo lo que ellos quieren, significa que les reconozco su propia autoridad.

Quiero que mi hija crezca sabiendo que nadie más que ella tiene autoridad sobre su cuerpo, sobre su forma de expresar su propia identidad.
¿Creemos que eso se consigue en una universidad?
¿Que es algo que se aprende a los 30?
¿De verdad no vemos lo importante que es tener intacta esa autoridad para evitar los abusos y  la violencia?.

Si yo hubiera crecido con la seguridad de ser dueña de mi cuerpo, seguramente mi vida habría sido distinta.

  • Seguro que el primer día que alguien me tocó mis genitales sin yo querer, siendo aún una niña, le habría gritado : Es mi cuerpo, tú no mandas, yo decido.
  • Y seguro que no habría habido más veces.
  • Seguro que a ese ginecólogo mal nacido  que con sólo 14 años sin explicarme qué, cómo ni por qué me introdujo sus asquerosos dedos en mi ano, sólo porque me dolía la regla, le habría gritado: Es mi cuerpo, tú no mandas, yo decido.
  • Seguro que a ese obstetra que tenía prisa por irse a casa y me dio una «ayudita» en forma de episiotomía que se cargó mi vagina, mi autoestima y mis relaciones de pareja le habría gritado sólo con ver lo que pensaba: Es mi cuerpo, tú no mandas, yo decido

Pero no lo grité, porque yo no soy mi hija. Porque a mí me educaron «muy bien» y era una niña buena, obediente y responsable.

Así que, querida hija mía:

Es mi cuerpo, tú no mandas

  • Grítame esas palabras cuanto quieras, porque si me las grItas a mí, se las gritarás a cualquiera que ose creer que puede obligarte a hacer algo que no quieres.
  • Grítalas cuanto quieras de tal modo que no necesites gritarlas porque todo el mundo sepa que tú eres de las que no dejas que te hagan nada que tú no quieres.
  • Grítalo para que te oigan las demás y sepan que así es como hay que ir por la vida, siendo fiel a una misma y no obediente a un mundo que nos prepara como mártires pasivos mientras nos echa a los leones, a bregar con depredadores de todo tipo.
  • Grítalo todo lo que tu madre no gritó, por mi y por todas las mujeres a quienes nos enseñaron a agradar antes que a respetarnos.

Y tú que me lees, prueba a repetir esas palabras en voz alta, acostúmbrate a oírlas hasta que vivas de acuerdo con ellas

Es mi cuerpo, tú no mandas, yo decido

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