Qué es ser una mujer valiente

Qué es ser una mujer valiente

Cuando me divorcié escuché muchas veces la frase: «¡Qué valiente eres!»
Me di cuenta entonces que para muchas personas el valor radicaba en ser capaz de tomar una decisión tan trascendental como esa. Con el tiempo cada vez más mujeres me contaban que envidiaban poder tomar esa decisión, pero que no se veían capaces de afrontar las consecuencias de «romper una familia» y seguir la vida solas, sobre todo con hijos de por medio. Para algunas, lo que yo hice les parecía heroico y sin embargo  para mí era incomprensible que tantas personas prefirieran seguir con vidas insatisfactorias, en relaciones «muertas», sólo por el miedo a lo desconocido que pudiera llegar si dieran el paso de cambiar su forma de vivir.

Este hecho me demostró lo que ya sabía: que los miedos son personales y las capacidades de enfrentarnos a ellos también. A mí me daba mucho más miedo imaginarme viviendo atrapada en una vida ficticia, viendo cómo degeneraba una relación que merecía recordarse como la mejor de mi vida, que todo lo desconocido que pudiera llegar por decidir acabar y recomenzar.

[Tweet «Los miedos son personales y las capacidades de enfrentarnos a ellos también.»]

La falsa seguridad

Es cierto que el ser humano encuentra seguridad en las rutinas. Que entre dos la vida es más fácil, sobre todo económicamente hablando. Que nos hipotecamos, literal y metafóricamente hablando, convirtiendo así la relación en un contrato con una claúsula de rescisión más abusiva que la del peor banco.

Entiendo que el miedo a hacer daño al otro, a los hijos, a la familia, al entorno, sobrevuela constantemente sobre nuestras cabezas recordándonos si merece la pena. Lo sé, lo he vivido.
Y lo cierto es que nadie tiene la respuesta a esa incógnita. Nadie, salvo uno mismo, sabe si merece la pena el salto, la ruptura, el caos de desmoronar tu vida para volverla a levantar desde cero, o desde menos cero en algunos casos.
Lo único claro es que vivir, o mejor dicho, dejar de vivir por miedo a las consecuencias no deseadas, también nos priva de la oportunidad de intentar ser feliz. Al menos más feliz de lo que viven dentro de un muro soñando en cómo sería vivir fuera de él.
No estoy animando con esto a que nos divorciemos en masa, cualquiera que ha pasado por un proceso así sabe que nunca es fácil, que hay mucho dolor, mucha tristeza, frustración, culpa, sensación de fracaso, de deslealtad, de vergüenza incluso.

Pero la alternativa es peor. Porque todas esas emociones al final no son «negativas» como nos enseñan, son parte de la vida.

  • Es sano sentir sensación de fracaso cuando has puesto tanto de tu parte en un proyecto que no culmina, Lo contrario sería un insulto a esa relación y a esos años compartidos.
  • Es normal sentir culpa por influir en la vida de otro(s) sin su consentimiento, lo contrario sería una irresponsabilidad o una falta total de empatía.
  • Es normal sentir tristeza al ver tristes a personas importantes de tu vida, lo contrario sería no haberles amado nunca.
  • Es normal plantearse y replantearse si merece la pena aguantar esa ola destructiva que está arrasando la vida de tu familia, lo contrario sería no tener madurez para afrontar las consecuencias de los actos propios.

Pero todo eso tan duro de vivir encuentra al final su razón de ser. Al final, después de enfadarnos, de llorar, de renegar, de odiar incluso, de los reproches y los desprecios, cuando todos aprendemos a recolocarlos en nuestros nuevos lugares, más desconocidos posiblemente, pero más ciertos… Al final nos encontramos de pie donde elegimos estar.
No siempre será como pensamos que sería, no habrá sido siempre fácil ni cómodo el camino. Quizás sufrimos más en el cambio que habiendo permanecido inmóviles. Seguramente habremos experimentado la Soledad en mayúsculas. Puede que aún duela mirar algunas de las secuelas de nuestra decisión en  nosotros o en los demás. Pero tras todo eso y a pesar de ello, toca reconocernos en la persona que somos de verdad.

Una dosis de realidad

libro La Maternidad Sin Tabúes, de Nohemí Hervada

Libro «La Maternidad Sin Tabúes», de Nohemí Hervada

Idealizamos el amor y los compromisos e idealizamos también librarnos de ellos. Vivir en carne propia todo este proceso puede ser la oportunidad de aprender a distinguir el amor de la necesidad  o del miedo a estar solas. Puede que tengamos que experimentar cuánta fuerza se necesita para no vender nuestra alma por un abrazo.
Puede que descubramos que hay muchas más mujeres valientes de las que creemos. Con luchas mucho más difíciles y mucho menos reconocidas. Heroicidades silenciosas y solitarias. Gestas aparentemente nimias que pasan desapercibidas entre tanta batalla cotidiana.
La vida me ha permitido conocer a este tipo de mujeres valientes de verdad. Las que se enfrentan a situaciones que no están cien por cien en su mano cambiar y a pesar de ello, luchan y no se rinden.

piedrasHace falta mucha fuerza cuando la vida te pone de  frente  un Goliat y tú aún estás intentando encontrar las piedras para tu honda. Hay que ser muy valiente para librar todas las batallas que libramos todas y además, luchar contra un enemigo oculto dentro de ti, esperando devorarte.

Hay que ser de verdad valiente para vencer al desánimo, al dolor e impedir que te consuma  la justa rabia de sufrir algo tan cruel como injusto.

Yo conozco a mujeres de este tipo y cada día me pregunto de dónde sacan su fuerza.
Imagino que, al final, como todas las personas valientes, sea cual sea la lucha a la que se enfrentan, vencen al miedo con la única arma posible.

Un arma que adopta diferentes formas según se va necesitando: coraje, esperanza, determinación, optimismo.
Distintas formas que el AMOR adopta para cumplir su objetivo: vencer.

#NoEstásSola
#NoEstamosSolas

 

PD: Dedicado a Elo y a todas las mujeres valientes que han luchado y siguen luchando contra el cáncer

Sí «papá», es culpa mía

Sí «papá», es culpa mía

Ser un padre moderno es una tarea difícil. Y ser un padre modelo aún más.

  • Por un lado queremos que os involucréis en la crianza de los hijos, sin referentes la mayoría de las veces, ya que nuestros padres no fueron ejemplo vivo de estar demasiado implicados en algo que no fuera ver las notas y el paseo del fin de semana. Pero por otro lado queremos que respetéis las parcelas que son intrínsecamente nuestras.
  • Por un lado queremos que entendáis nuestra forma de criar, que la hagáis vuestra, pero queremos que lo hagáis sin pretender ser los protagonistas.
  • Por un lado os pedimos participación y por otro lado os la limitamos.
  • Por un lado criticamos que adoptéis la pose del «padrazo» y por otro nos hacemos seguidoras , («fans»  o groupies más o menos babeantes) del hombre de turno, padre o no,  que nos da lecciones de cómo parir, amamantar, etc.

Es lo que alguna amiga denomina #ElEfectoPicha.
El mismo consejo, el mismo vídeo de porteo, el mismo razonamiento es más aplaudido entre las propias mujeres si el que lo da es un hombre.

Parece que todas desearíamos tener de pareja al tío guay que habla de las bondades de la lactancia, del parto natural y del porteo. Y por eso cuando vemos a uno así babeamos todas ( Y me incluyo yo con el Papá de Aurora que nos hizo suspirar a todas en el pleistoceno de mi maternidad, que recordarán muy bien mis amigas cofundadoras de  Red Canguro  😉 ).

Y la cuestión es que realmente ni nosotras mismas sabemos qué queremos del padre de nuestros hijos en realidad. O al menos no hasta que ves lo que no quieres.
Lo cierto es que si vives con el padre de tu(s) hijo(s) y crías de este modo, con eso de que el papel de la madre es vital e insustituible los primeros meses, resulta que acabas asumiendo prácticamente el 90% del trabajo del cuidado de los hijos. Aunque ya no sea dar teta, sino todo lo demás. Aunque los hijos crezcan y podamos ir aumentando la cantidad de trabajo a compartir.
Resulta que tu pareja sigue sin saber dónde está la ropa de los niños, o cómo se toma la medicina o cómo se comen la pasta.
Resulta que tú has aprendido a compaginar el cuidado de tus hijos con el resto de cosas que haces a diario, a veces incluso con el trabajo y los hobbies pero él con ellos sólo sabe llevarlos al parque.
Y aquí entono el mea culpa. Y aunque estas situaciones no son todas la mía, me vais a permitir que la escriba en primer persona

  • -Es culpa mía que no sepas dónde está su ropa
  • -Es culpa mía que no sepas peinar a la niña
  • -Es cupa mía que no sepas qué cosas se comen y cuáles no
  • -Es culpa mía que seas incapaz de pasar unos días solo con ellos sin la ayuda de tu madre o tu hermana (o tu nueva pareja)
  • -Es culpa mía que seas incapaz de prepararles algo de comer que no sea una pizza precocinada
  • -Es culpa mía que no seas capaz de hacer tus actividades normales con ellos
  • -Es culpa mía que no soportes verles enfadados o llorando
  • -Es culpa mía que no sepas gestionar sus emociones negativas, acompañarlas  y digerirlas.
  • -Es culpa mía que te agotes porque las noches que duermes con ellos te despiertan y es culpa mía que te quejes al día siguiente de lo hecho polvo que estás por ello
  • -Es culpa mía que no sepas qué actividades hacer con ellos
  • -Es cupa mía que no sepas quién es su médico, o su maestra, o su monitor de extraescolares
  • -Es culpa mía que no seas capaz de hacer tortillas con ellos en tu cocina o improvisar un disfraz
  • -Es culpa mía que no hayas entendido que la responsabilidad de ser padre es indelegable
  • -Es culpa mía que  sientas que el tiempo que decidimos que yo pasara criando a nuestros hijos te parezca ahora injusto
  • -Es culpa mía que tú gestiones mi agenda
  • -Es culpa mía que creas que pedirte que ejerzas de padre es injusto
  • -Es culpa mía que creas que tu situación es culpa mía
  • -Es culpa mía que arrojes contra mi tu frustración

Todo eso y más es culpa mía.Porque te lo he permitido yo.

Así que es hora de aceptar mi parte de responsabilidad y de que cambien las cosas.
Así yo podré liberarme de la culpa y tú de la situación en la que te encuentras.
A partir de ahora:

  • -Sabrás  dónde está su ropa
  • -Sabrás peinar a la niña, mejor o peor, pero lo harás.
  • -Sabrás qué cosas se comen y cuáles no
  • -Serás capaz de pasar unos días solo con ellos, con o sin ayuda es cosa tuya.
  • -Serás capaz de prepararles algo de comer que no sea una pizza precocinada
  • -Serás capaz de hacer tus actividades normales con ellos, como he hecho yo todos estos años.
  • -Aprenderás a soportar  sus enfados o lloros, porque en esos momentos también son tus hijos.
  • -Aprenderás a gestionar sus emociones negativas, acompañarlas  y digerirlas.
  • -Serás capaz de sobrevivir a sus despertares nocturnos, yo sigo viva tras años de hacerlo. Y aprenderás a hacerlo sin quejarte.
  • -Aprenderás  a saber qué  hacer con ellos
  • -Sabrás quién es su médico, o su maestra, o su monitor de extraescolares
  • -Harás  tortitas con ellos en tu cocina o improvisarás un disfraz
  • -Entenderás que la responsabilidad de ser padre es indelegable
  • -Entenderás que el tiempo que decidimos que yo pasara criando a nuestros hijos  nos parecía entonces lo justo, a ambos.
  • -Tu vida no afectará a mi agenda, ni la mía a la tuya.
  • -Entenderás que pedirte que ejerzas de padre es lo justo para ti, no para mí.
  • Y no  sé si algún día aceptarás  que tu situación no es culpa mía, pero lo que no voy a dejar nunca más es que arrojes contra mí tu frustración.

Nuestros hijos aprenden de la vida mirándonos y ya les hemos dado más de una lección de cómo No hacer las cosas.

Es tiempo de cambiar.

He decidido vivir en la responsabilidad y no en la culpa y espero que tú hagas lo mismo.

 Y os dejo con un toque de humor… porque quien quiere, encuentra la forma 🙂


Imagen © de Mos-Taza HandMAde