¿Cuántas veces has oído que para tener éxito y conseguir cosas lo primero es marcarse un objetivo?

Yo misma he usado por años el lema «lo primero es soñarlo». De hecho mi primer viaje internacional de trabajo, en 2016, giraba en torno a ese slogan.

No es que haya cambiado de idea sobre que para que las cosas se cumplan primero hay que «pensarlas», soñarlas o imaginarlas. Lo cierto es que si no nos marcamos objetivos rara vez nos movemos del lugar donde estamos. Dejar las cosas al azar no suele ser muy productivo y acabamos corriendo el riesgo de no trabajar para nuestros propios objetivos porque acabamos trabajando para los de otros. No es esa la idea de este artículo.

Cuando digo que lo primero no es el objetivo me refiero a que no siempre el objetivo que nos trazamos en nuestra vida, personal o profesional ha sido «decidido» por nosotros y nosotras mismas. Vivimos en una sociedad de aparente libertad que no es sino un tablero con opciones bastante limitadas y delimitadas. Prueba de ello es que cuesta encontrar objetivos de los que llamamos «divergentes» y originales.

Hasta los típicos mensajes del Misión, Visión y Valores muchas veces son copia-pega de otros . No ha habido un trabajo personal o corporativo de analizar ya no «qué» queremos hacer sino algo mucho más importante para mí a la hora de establecer objetivos que es «para qué» queremos hacer ese algo.

En mi experiencia trabajando con personas y empresas pocas veces me sabían responder al «para qué» del objetivo que tenían planteado. Y eso hacía muy difícil establecer una estrategia u hoja de ruta efectiva para su situación particular.

Por eso te repito: lo primero no es el objetivo. Lo primero es conocerte más a ti o tu proyecto y saber desde dónde partes y adónde quieres llegar, por qué quieres llegar ahí y sólo después buscaremos el cómo.

La mayoría de emprendedoras con las que he trabajado tenían como objetivo «emprender», me contaban que querían dejar su trabajo por cuenta ajena para tener más libertad.

Muchas me decían que habían contratado esta o aquella formación, a este o aquel coach que les guiase en el camino al éxito en el emprendimiento. Es triste decir que la mayoría de las personas que pagan por esos programas que les prometen facturar 6 cifras, no solo no llegan nunca a facturar esa cantidad sino que acaban fracasando en el emprendimiento y vuelven a donde estaban con menos dinero y una sensación de fracaso.

Es evidente que alguien que te dice que su objetivo al emprender es tener más libertad lo que tiene es una idea idílica del emprendimiento. Ha leído a este o aquel gurú de turno contar sus éxitos y dinero ganado fácilmente, contar que vive de ingresos pasivos y se ha creído el cuento.

Lo cierto es que emprender es un camino de retos constantes, que requiere de una alta tolerancia a la inseguridad a la frustración y mucha constancia. Que para llegar a tener libertad económica y de tiempo como emprendedor o emprendedora primero vas a tener que dedicarle muchas más de 40 horas a la semana. Si no tienes clara la realidad de lo que implica el objetivo que te marcas, no es tu objetivo.

Así que sí, lo primero antes de marcarte un objetivo es conocerte un poco mejor, a ti mismo, a ti misma, a tu proyecto y establecer un objetivo adaptado. Saber cuáles son tus valores, qué estás dispuesto a perder, cuánto puedes o no arriesgar, cuáles son tus circunstancias personales que te suman o te restan energía. En definitiva, antes de establecer el objetivo, analízate tú. Analiza tu punto de partida y solo después de eso estarás más cerca de que tu objetivo esté alineado y más basado en hechos que en expectativas irreales.

Lo cierto es que mi primer viaje a Chile fue como cumplir un sueño y de ahí el lema escogido. Pero lo que no todos saben es que mi primer sueño era que alguien me invitara a trabajar allí. Y ese sueño se reveló como inalcanzable cuando me invitaron a dar una formación en lactancia allí y al decirles que tenía que ir con mi hija que aún era un bebé y a la que amamantaba me respondieron que entonces mejor contrataban a un señor pediatra que, evidentemente, no daba teta y podía viajar solo.

Ahí me di cuenta que «ese sueño» no era el mío, que debía reajustarlo. Así que trabajé para no renunciar a algo que para mí en ese momento era irrenunciable. Y poco más de un año después yo misma financié y organicé mi propio viaje de formación a Chile. Y me llevé, no solo a mi hija, sino a mi hijo mayor también. Porque la realidad es que mi sueño no era «ir a Chile a trabajar», mi sueño era demostrar que podía trabajar en cualquier parte del mundo sin renunciar a lo que para mí estaba por arriba en mi escala de valores y prioridades.

Si quieres que te ayude, a ti o a tu equipo, en cualquier punto del proceso de autoconocimiento, evaluación y desarrollo de objetivos, ya sabes… ¡soy tu persona!.

PD: álbum de fotos de ese viaje