Conmigo o contra mí
«El que no recoge conmigo… desparrama» dijo Jesús. Y parece una frase algo exagerada ¿o no?
Él criticaba a esas personas que no se posicionaban claramente en un conflicto trascendental, a quienes querían caminar entre dos aguas o que querían contentar a todo el mundo.
Por supuesto la vida no es una guerra constante con bandos, afortunadamente. Somos seres complejos, con múltiples facetas y aristas que nos irán posicionado a veces en un lado y otros en otro. Podemos comulgar con gente muy diferente, con ideologías diferentes según el momento y la situación. A veces incluso será una afinidad puramente afectiva: si quiero a alguien no soy objetivo para juzgar sus ideas y comportamientos y tenderé a excusarle, justificarle o a sencillamente aceptarle sin más, aunque no comparta lo que hace. Eso es normal y creo que todos lo hacemos. No conozco a nadie 100% ecuánime en este sentido.
Pero hay veces que esa tibieza es sencillamente injustificable.
¿Quién no ha sentido asco cuando los padres de un maltratador no es que no se avergüencen del comportamiento de su hijo y no se dignen a condenar el hecho y a dar el pésame a la familia, sino que, además, lo justifican y se revuelven atacando y lanzando acusaciones directas o solapadas hacia la víctima?
Va por delante que no me gustaría nada vivir esa situación desgarradora. No alcanzo a imaginar el dolor de unos padres que contemplan que su hijo(a) es un monstruo capaz de torturar y/o asesinar. Imagino que se le cae a uno el alma. Pero lo que sí sé es que ese alma no se levanta negando la realidad y haciendo del verdugo la víctima y de la víctima el culpable.
Por supuesto podemos debatir por qué se ha llegado a eso, qué nivel de desamparo y violencia ha llevado a alguien a convertirse en maltratador, violador y/o asesino, pero en primera instancia a mí me preocupa la víctima. Que seguro que también vivió intentando capear su propio desamparo sin convertirse en un monstruo.
Cuando alguien, sea quien sea, justifica el maltrato o al maltratador está siendo cómplice. Con todas las letras, sin medias tintas: CÓMPLICE.
Me da igual si le quieres, si le admiras, si es un genio, si te hizo un favor, si te parece que su discurso es coherente, si crees que no tenía otra opción.. me da igual, si es tu hijo o tu padre o tu amigo o tu hermano o tu jefe o tu marido o tu amante o tu vecino del 5º: si le justificas eres como él.
Las personas pueden ser perdonables,
los hechos violentos SIEMPRE han de ser condenados.
Crecí oyendo frases como:
«¿Fulanito?, ¿fulanito un maltratador?, ¿con lo buena persona que se le ve?
Tan formal, tan atento, tan majo él siempre dispuesto a ayudar…»
A la familia negando la mayor y haciéndose los sordos y ciegos ante la evidencia que hijos o cónyuge relataban.
Crecí oyendo este tipo de cosas… y a día de hoy veo que no hemos cambiado mucho.
Esa persona tan maja, tan atenta y tan profesional puede ser un monstruo en determinadas circunstancias, y su mayor baza es que la gente no crea a la víctima.
Me da igual su status, su apariencia, su fama, su trabajo, sus buenas obras …
Cuando un hombre amenaza, critica, coacciona, insulta, chantajea, coarta, espía, vigila, acosa, ningunea a una mujer, es un maltratador.
Cuando le falta al respeto, cuando quiere controlarla, cuando decide por ella, cuando se atribuye el derecho a juzgar, a premiar y a castigar… es un maltratador.Y cualquiera que contribuya a darle alas, que jalea su comportamiento, que le da pábulo a creerse el Juez supremo de la moral de los demás, que le ríe las gracias y los chistes, cualquiera que por el motivo que sea le alimenta, es cómplice.
El odio y el mal llamado amor y lealtad hace extraños compañeros de viaje. Y creedme que este tipo de personajes monstruosos en el fondo son unos narcisistas. Necesitan público que aplauda sus bravatas. No seas tú su público.
Hace años lo hombres se jactaban de tener a sus esposas dominadas con el beneplácito del resto del grupo, incluso de las otras mujeres.
Hoy creemos que hemos cambiado pero siguen muriendo mujeres, sigue habiendo denuncias por maltrato y sigue habiendo muchísimo más maltrato que no se denuncia. Sencillamente porque está tan interiorizado que no se ve o por miedo o por vergüenza.
Nuestra sociedad pretende que sea la víctima la que se avergüence, poniendo en tela de juicio lo ocurrido o su comportamiento. Como si alguien, sea lo que fuera lo que hiciera, mereciera un insulto o una amenaza o un chantaje.
Este post hoy no es para aquellas que sufren el maltrato y el acoso sino para el resto. Para los que a veces miramos a otro lado, para los que nos repetimos que no va con nosotros, para los que pensamos, que como víctima es de tal o tal modo, se lo merece.
Para quienes al oír la verdad de la situación aún exclaman:
«¿Fulanito? ¡No puede ser!»
Díselo a las 47 mujeres asesinadas en nuestro país en lo que va de año, o a los niños que acaban muertos a mano de sus propios padres como venganza hacia la mujer.
Es cierto que la mayoría no llegan hasta ese punto. Pero no hay medio de saber quién es el que se pasará la vida solo amenazando (que no es poco) o llegará a mayores. Yo personalmente preferiría no arriesgarme.
He vivido de cerca el maltrato en varias de sus formas.
He tenido en mi propia familia un asesinato brutal por parte de un hombre a su mujer delante de sus hijos. He vivido cómo su familia le justifica e incluso intentaron que los niños no se fueran con la familia materna, prefiriendo que acabaran en el sistema de casas de acogida y separados.
He sufrido en primer persona una relación que derivó en insultos y amenazas sencillamente porque le puse fin y no esta dispuesta a aguantar juicios hacia mi persona, mi trabajo y mi libertad. He vivido coacciones y chantajes emocionales.
No me digas que no tengo autoridad para hablar de este tema y decirte que si tú por el motivo que sea apoyas de uno u otro modo a un desgraciado de estos, eres un maltratador igual que él.
Si encima eres mujer, lo que siento ya no es rabia o decepción sino asco.
Asco de ver mujeres jaleando a violentos. De aplaudirles sus alegatos de odio y venganza. De justificar sus hechos y sus formas.
Solo te deseo una cosa: que nunca te pase a ti, o a una hija tuya.
Porque los responsables de acabar con esta lacra no son siempre los demás… somos todos, tú y yo.
Porque si no estas conmigo en esto, estás contra mí.
PD:El próximo 15 de noviembre impartiré unos talleres para la Prevención de Violencia de género en el I Encuentro de Mujeres de la Villa de Moya