Lo más bonito de la creación… ¡manda huevos!

Lo más bonito de la creación… ¡manda huevos!

¿Cuántas tarjetitas vamos a recibir el 8 de marzo felicitándonos el día?

¿Sabes qué día es el 8M?

¿Sabes que no es una fiesta?

¿Sabes la diferencia entre celebrar y conmemorar?

¿Sabes que mandarnos tarjetas y mensajes con textos del tipo:

  • «Feliz día de la Mujer»
  • «Feliz día para una mujer preciosa»
  • «Felicidades por ser lo más bonito de la creación»

y similares, es un insulto a las mujeres y nuestra historia?

Sueño con un futuro en el que, al menos ese día, se nos respete, se nos valore y se conmemore lo que de verdad significa esa fecha.

Cada vez que recibo ese día felicitaciones por WhatsApp, por Messenger, por privado en cualquier red social me pregunto si mandaríamos tarjetas de felicitación a las enfermas de cáncer de mama en su día, o a las personas con enfermedades raras y similares.

Los días dedicados a causas no son siempre festivos. Se escogen para visibilizar situaciones desfavorecidas, para concienciar a la población de causas que merecen nuestra atención o para conmemorar sucesos que no queremos que pasen al olvido.

El 8 de marzo de 1875 varios centenares de mujeres de una fábrica textil de Nueva York, protestaron y se manifestaron por la desigualdad salarial respecto a sus compañeros. Las protestas desencadenaron una brutal represión de la policía que terminó asesinando a 120 trabajadoras.

Origen del 8M

El 8 de marzo de 1875 cientos de mujeres trabajadoras de una fábrica textil de Nueva York se manifestaron por la desigualdad salarial respecto a sus compañeros. Sus protestas desencadenaron una brutal represión policial y 120 trabajadoras fueron asesinadas.

Ese suceso hizo que se creara el primer sindicato femenino de la historia y desató una ola de protestas y huelgas de mujeres en el sector textil.  En 1908, bajo el lema «Pan y Rosas» 15000 mujeres protestaron en las calles las terribles condiciones laborales que experimentaban.

El primer Día Nacional de la Mujer se celebró el 28 de febrero de 1909 en EEUU. El Partido Socialista de América designó este día en honor a la huelga de trabajadoras de la confección de 1908 en Nueva York. En 1910 la Internacional Socialista, en Cophenhague, invitó a cien mujeres de diferentes países paracelebrar en marzo un día de la mujer para luchar por obtener el sufrago universal femenino.

En 1975  la asamblea general de la ONU declaró oficialmente el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer

¿Por qué el morado?

El 25 de marzo de 1911 se produjo un incendio en la industria textil Triangle Shirtwaist Company durante una huelga masiva que duró más de un año y en la que las trabajadoras ya luchaban por la mejora de sus derechos laborales.

En dicho incendio murieron un total de 146 personas, de las cuales, 129 eran mujeres de entre 14 y 48 años. Como trabajaban con tintes morados la gran columna de humo que se veía por el incendio era de ese color.

El Caballo de Troya de loS FeminismoS

No creo que sea necesario explicar por qué ponerse el color morado a modo de «adorno» con cualquier justificación es un insulto a aquellas mujeres y a todas las que llevan/llevamos luchando desde entonces por derechos aún no conseguidos.

Ver a políticos y políticas ponerse una camiseta morada o poner este color en sus carteles cuando siguen sin hacer políticas efectivas contra la brecha salarial, por ejemplo, nos enfada mucho.

Ver en las manifestaciones ese día a grupos «supuestamente feministas» defendiendo slogans neoliberales abiertamente contrarios a los derechos de las mujeres es obsceno.

Ver al capitalismo y sus grandes corporaciones vestirse de morado ese día, como intentando blanquear o «enmoradar» sus prácticas habituales discriminatorias del resto del año es un insulto para quienes cada día, de cada año, luchamos por hacer política y construcción social y educativa feminista.

Ahora entenderás que ver el 8M lleno de flores, bombones, ositos, lazos, cajas rosas, todo muy «mono», como si fuera la fiesta azucarada de una quinceañera, no es que no nos guste, es que nos cabrea, MUCHO.

Así que si el miércoles me vas a decir, a mí o a cualquier otra mujer, aquello de: «felicidades», «preciosa» o «lo más bonito de la creación», ya sabes la respuesta que vas a recibir…

PD: Feminismo solo hay uno. Con una agenda y un sujeto político propio: la mujer.

#Denada.

Llámale José o Carlos y aciertas

Llámale José o Carlos y aciertas

Hay días que la vida se me hace «bola».

Por eso hace mucho decidí no ver noticias en la TV, de ese modo en vez de pasarme media hora bombardeada de cosas que me entristecen, enervan o enojan, dejo que sea cualquier algoritmo el que me las filtre y, al menos, las cosas que me entristecen, enervan o enojan son solo las de temas que me preocupan algo más.

Como mi trabajo está enfocado en un alto porcentaje en la situación de las mujeres y la infancia, pues me llegan cositas como esa que veis en la imagen.

Y depende como me pille el día, me río o me entristezco o me dan ganas de salir a quemar contenedores. Y no, no es apología de la violencia, por si a esta generación woke hay que explicarle lo que son recursos literarios… Que, como decía mi amiga Irene, las mujeres somos tan buenas que vamos a una manifestación porque nos están asesinando y recogemos los papeles del suelo… pero ese es otro tema (coméntame si te interesa para otro artículo 😉 ).

El caso es que me pregunto cómo reciben esta noticia los propios hombres. Así que si es tu caso, si eres uno de esos «ejemplares raros» que lees a mujeres y no te sientes ofendido cuando contamos lo que nos pasa ni te aventuras a excusarte antes de que acabemos nuestras frases, te pregunto:

  • -¿Qué sientes al leer esa noticia?
  • -¿No te da por pensar por qué somos tan pocas las que estamos en los pisos de arriba del todo si somos más?
  • -Teniendo en cuenta que hay más mujeres con títulos universitarios, que está demostrado que curramos más, que somos más propensas a acabar lo que los demás no hacen… ¿En serio nunca te has preguntado qué pasa?
  • -¿Alguna vez te has visto cuestionando a las mujeres que tenías por encima de ti en tu jerarquía empresarial o corporativa?
  • -¿No has comentado que «a saber cómo ha llegado ahí»?

 

Y te pregunto:

  • -¿Has cuestionado igual a tus jefes hombres?
  • -¿Te preguntas alguna vez con quién han tenido ellos que» juntarse» – por usar un eufemismo- para llegar donde están?

 

MI Estadística Personal

En mi vida he tenido mayoría de jefes hombres ( ¡qué raro!) y algunos eran rematadamente incompetentes.

Te hablaría de uno que, con mis 18 añitos, me hablaba con un sarcasmo y una superioridad que me asustaba y asqueaba a partes iguales. Que nunca me dio una directriz de cómo hacer mi trabajo pero si no lo hacía bien me ridiculizaba delante de los clientes.

Te contaría de aquel que se inventaba el inglés que hablaba y en vez de reconocer que no era capaz de entender cuando le hablaban nos pasaba las llamadas ( a las chicas) diciendo que estaba ocupado. Este, además de programar reuniones fuera de horario para oírse a sí mismo hablar, se la pasaba comentando que «trabajar con mujeres era muy complicado». ( Creo que la realidad era que para él lo complicado era trabajar).

Te nombraría a uno al que le tuve que escribir fonéticamente cómo se decían las frases más comunes que usábamos en el trabajo en inglés, que acabó siendo mi jefe (¡qué raro!), al que le cubría yo las bajas en festivos, al que le hacía trabajo administrativo, comercial y de RRP que no me correspondía, y fue el máximo responsable de mi baja por mobbing ( y ahí sigue Paquito, con su carguito).

Y puedo contarte el caso de otro que me «fichó» para llevar el liderazgo femenino y empoderamiento en su portafolio de servicios pero pretendía que le dijera que sí a prácticas anti éticas profesionalmente y que le regalara parte de mi trabajo. Por supuesto al decirle «no» ( de primero de empoderamiento) me llevé de premio un ghosting de manual y un «cese» por correo electrónico un domingo noche que fui a mirar tras la notificación de «has sido eliminada de este grupo de WhatsApp». Muy divertido sobre todo teniendo en cuenta que se dedica a enseñar liderazgo y gestión de equipos. ¡Una fantasía total!

Si esto lo hubieran hecho mujeres imaginad los comentarios.

Así que la verdadera igualdad no es sólo que seamos la mitad en todo, sino que podamos serlo incluso siendo tan incompetentes y/o malos jefes como todos estos señores de los que te he hablado.

La verdadera igualdad no es sólo que seamos la mitad en todo, sino que podamos serlo incluso siendo tan incompetentes y/o malos jefes como todos estos señores de los que te he hablado.

De momento lo único bueno de esta historia es que si tienes mala memoria y no recuerdas el nombre de algún CEO o director, ya sabes, llámale José o Carlos y aciertas casi seguro.

Y ahora la pregunta es… ¿Qué vas a hacer con este post?¿Lo compartirás o es «too much truth» ?

Fuente noticia::Hipertextual

Las personas no somos recursos

Las personas no somos recursos

¿Crees que es importante cómo nombramos las cosas?

En el contexto actual de la posverdad donde parece que se buscar diluir el significado de las cosas al gusto del consumidor, lo cierto es que, como dijo George Steiner: «lo que no se nombra no existe». Así que no sólo importa, y mucho, darle nombre a las cosas sino nombrarlas bien.

Una vaca es una vaca. Existe, tiene un nombre que la identifica y la distingue de cualquier otro ser vivo del planeta. Nos da información relevante como que es la hembra de su especie, así que la distingue del macho.

¿Muy obvio?

Puede, pero necesario recordar que las definiciones limitan precisamente porque esa es su función: que nos ayuden a distinguir una cosa no sólo de lo muy diferente, sino de lo que «se le parece».

Por eso ponemos nombre a las cosas, porque existen y es una forma de reconocimiento a que «ya son» y porque en base a las definiciones obtenemos información que nos ayuda a tener claro de qué hablamos y no confundirnos.

Así tenemos la denominación «cubiertos», pero tenemos las más específicas. «cuchillo», «tenedor» y cuchara».

¿Pero qué pasa cuando nombramos mal? ¿Qué pasa cuando deliberadamente usamos una denominación que cambia drásticamente la percepción que tenemos de algo o alguien? ¿Puede la forma en que nombramos a las personas influir para mal en el trato que se le da?

¡Por supuesto!

Hay muchos experimentos que demuestran que cuando le decimos a alguien alguna característica sobre una persona o grupo que no conoce, le condicionamos para que «encuentre» esa característica y afirme el prejuicio. Esto funciona en positivo y en negativo. Lo que se conoce como Efecto Pigamalión o ·Efecto Golem.

El trabajo realizado en una escuela por Rosenthal y Jacobsen en 1968, entre otros, demostró que las expectativas del profesor influían en el rendimiento de los estudiantes. Las expectativas positivas influyen en un rendimiento positivo y las negativas favorecen un mal rendimiento.

RECURSOS HUMANOS

Se denomina «recursos» a todos aquellos elementos que pueden utilizarse como medios a efectos de alcanzar un fin determinado.

Un recurso es agotable, reemplazable, sustituible.

Llamar a las personas que trabajan y/o colaboran en una empresa «recursos» es etiquetarlas como cosas, lo cual favorece la deshumanización.

No en vano muchos departamentos de RRHH funcionan más como centro de logística que como el departamento encargado de detectar, desarrollar y adecuar el talento y capacidades del equipo de personas de la empresa.

Y como pasa en logística, cuanto más cantidad de determinado producto tenemos, menos valor le damos. Si hay mucha oferta de personas para optar a un puesto, podemos permitirnos rebajar lo que nos cuesta. Por eso en época de crisis se consiguen condiciones laborables peores, abaratar despidos y rebajar derechos.

Si el mundo de la empresa sigue viendo a las personas como un recurso que obtener, probar, exprimir y desechar, acabaremos la mayoría igual que el planeta: agotado y esquilmado.

A menudo cuando trabajo con empresas, las personas que les dirigen preguntan:

¿Cómo puedo hacer que Fulanito o Menganita sea más productivo?

Y les suelo responder que no somos ingenieros de una empresa de coches a quien se le pide un motor más rápido, más potente y que consuma menos. Las personas somos personas. Eso significa que no podemos separar nuestro trabajo de cómo estamos y nos sentimos. Si una persona tiene un bajo rendimiento la primera pregunta no es «¿qué le hago?» sino «¿qué le pasa?».

Si una persona se siente mal, si sufre, si está agobiada, tiene miedo o ansiedad, que le exijas «trabajar mejor», le pongas una taza de Mr. Wonderful en su mesa o la mandes a un curso motivacional es tan útil como decirle a alguien con depresión: «anímate». Ese comportamiento es no entender nada sobre las personas.

Cuando lideramos un equipo no optimizamos recursos, ni siquiera dirigimos o gestionamos personas, como si fueran actores o personajes de un video juego. Como mucho, gestionamos sus emociones, lo que implica conocerlas, reconocerlas, validarlas, acompañarlas y, a veces, ayudarles a gestionarlas.

Y en ese sentido sí podemos usar recursos para esa tarea.

¿Has pensado en qué recursos tienes tú para ayudarte a conocer más y mejor a tu equipo, personal, colaboradores y clientes?

¿Quieres que empecemos a trabajar en ello?

¿Quiénes son los mejores negociadores?

¿Quiénes son los mejores negociadores?

Cuando hago esta pregunta en mis formaciones las respuestas suelen ser: «los abogados, los altos ejecutivos, los sindicalistas, los mediadores…»

No sé qué habrás respondido tú a esa pregunta. Imagino que dependerá de tu propia experiencia en este tema. Lo cierto es que la mayoría pensamos en algún colectivo relacionado con negocios o con conflictos y eso es porque el término «negociación» o «negociar» lo relacionamos con esos ámbitos.

Culpa de eso la tiene en gran parte Hollywood con sus películas de secuestros o del tipo «Wall Street». Y también el sistema de crianza, educación y liderazgo autoritario en el que el de arriba en la jerarquía ( padre o madre, docente o jefe/jefa) mandaba y los de abajo obedecían, sin siquiera plantearse la opción a negociar. Aprendimos que sólo sabían o podían negociar unos pocos.

Lo cierto es que negociar es algo intrínseco a la vida de prácticamente todos los seres humanos porque somos seres sociales y desde el momento en que convivimos con otras personas van a aparecer las discrepancias, las diferencias de opinión, de objetivos, de formas de hacer las cosas, de ritmo, etc. Esto implica que o bien escogemos el sistema que te decía antes de » manda el mas fuerte y los demás acatan» o toca negociar y llegar a acuerdos.

Y lo cierto es que al parecer la ley del más fuerte no fue el origen de la humanidad como podríamos pensar, sino justo lo contrario. Obviando que como seres humanos nacemos totalmente dependientes de cuidados por muchos meses y que sin esa disposición de nuestra madre a «renunciar» a ella misma para responder a las necesidades de su cría, no estaríamos vivos, seguro que conoces la respuesta de Margaret Mead, antropóloga cuando sus alumnos le preguntaron cuál fue el primer signo de civilización en la Humanidad.

Esperando oír que fue alguna herramienta ella les sorprendió respondiendo que el primer signo de civilización en una cultura antigua fue un fémur que alguien se fracturó y luego apareció sanado.

Mead explicó que entre los animales, si te rompes una pierna, mueres porque no puedes buscar comida o agua ni huir del peligro, lo que te convierte en presa fácil de los depredadores. Ningún animal con una extremidad inferior rota sobrevive el tiempo suficiente para que el hueso se suelde por sí sólo. De modo que un fémur quebrado y sanado es evidencia de que alguien se quedó con quien se lo rompió, que le vendó e inmovilizó la fractura y le proveyó lo necesario para sobrevivir todo ese tiempo. Es decir, que lo cuidó”.

El primer signo de civilización en una cultura antigua fue un fémur que alguien se fracturó y luego apareció sanado.

Así que el ser humano tiene esa capacidad de «ceder» o renunciar a su propio bienestar o una parte de él, para tener en cuenta las necesidades del otro. O sea que sabemos que una sociedad «civilizada» es la que no intenta imponer voluntades sino conciliar o negociar las voluntades del grupo.

  • Negociar es pensar por ejemplo, a la hora de preparar la comida, si puedes hacerla de tal modo que le guste a todos los que van a comer en vez de tirar del: «se come lo que hay y punto».
  • Negociar es pensar al  organizar una reunión en un momento que les vaya bien a los asistentes y no sólo al que la organiza.
  • Negociar es también no rendirte al primer «no» sino buscar otro momento y otras condiciones para obtener el «sí» que te negaron.

Y es en este punto cuando te vuelvo a preguntar…

¿Quiénes son los mayores expertos en negociar?

¿Quienes no se rinden al primer «no» ( ni al segundo ni tercero) y son capaces de insistir dándole la vuelta a otras formas de pedir lo que quieren?

¿Quienes son expertos en detectar «el punto débil» del otro para usarlo en su favor?

¿Quiénes saben buscar «aliados» para apoyar su argumento en la negociación?

¿Quienes saben que para recibir algo también tienen que dar algo a cambio y lo proponen para obtener lo que quieren?

Sí, ese colectivo que no ha necesitado ir a una escuela de negocios ni a un training de liderazgo. Que solo necesitan estar muy conectados con lo que desean, tener una alta motivación y una gran inteligencia emocional para detectar cómo es el otro y qué tecla tocar.

Los niños y niñas.

Si cuando pedimos un aumento de sueldo o una renegociación de condiciones tuviéramos la misma determinación que nuestros hijos e hijas cuando nos piden algo, a no quedarse con el primer «no», la mayoría ahora cobraríamos más.

A no ser, claro que, como algunos niños, topemos con alguien autoritario y no dispuesto a negociar.

En ese caso, el niño o niña no tiene mucha más opción que obedecer o rebelarse con consecuencias, pero a ti, si es tu caso, lo que te recomiendo es: ¡Despide a ese jefe en cuanto puedas!

Porque quien no está dispuesto a negociar no debería NUNCA tener autoridad sobre otras personas del mismo modo que quien no esta dispuesto a CUIDAR de quien lo necesita debería nunca tener personas a su cargo.

Ahora la pregunta es, ¿eres negociador/a o negociable? . Suscríbete para no perderte los próximos artículos. Uno de ellos te dará las claves para responder a esa pregunta.

Teoría del caballo muerto

Teoría del caballo muerto

¿Conoces la teoría del caballo muerto?

La tradición oral de los indios Dakota transmitida de generación en generación dice que:

«Cuando descubres que estás montando un caballo muerto, la mejor estrategia es desmontar».

Sin embargo, hoy en día para hacer negocios, educar o gobernar, se utiliza aun amplio espectro de estrategias mucho más avanzadas, tales como: 

  • Comprar una fusta más dura
  • Cambiar de jinete
  • Reprender al caballo con determinación
  • Designar un comité para que estudie al caballo
  • Organizar visitas a otros países para ver cómo montan ellos caballos muertos
  • Rebajar los estándares para que los caballos muertos puedan incluirse
  • Recalificar el caballo muerto como «discapacitado para vivir»
  • Externalizar la monta del caballo muerto
  • Utilizar varios caballos muertos a la vez para aumentar la velocidad
  • Destinar financiación y/o entrenamiento adicional para aumentar el rendimiento del caballo muerto
  • Encargar un estudio de productividad para ver si jinetes más livianos pueden mejorar el rendimiento del caballo muerto
  • Declarar que el caballo muerto, al no tener que ser alimentado, es menos costosos, acarrea menores gastos indirectos y, por ello, contribuye sustancialmente más que los otros caballos al buen balance final de la economía
  • Replantear los requerimientos de rendimiento esperado de los caballos
  • Promover al caballo muerto a un cargo de supervisor y contratar a otro caballo
 
Me apuesto algo a que has trabajado en una empresa con jefes de ese tipo.
Lo peor es que se cumple a escala mayor: sistemas políticos, educativos y organizativos intentando hacer algo mientras montan caballos muertos.
A nivel personal… si tu caballo está muerto, ¿vas a hacer algo?
El amor de las pequeñas cosas

El amor de las pequeñas cosas

¿Has pensado en cómo percibimos el amor?
¿Con grandes cosas o con pequeñas cosas?

Eso de “daría mi vida por ti” que tanto hemos leído y oído y que ha contribuido a esa concepción del amor romántico como algo heroico no suele pasar nunca.
La mayoría no necesitaremos que nadie dé su vida por nosotras. Lo que sí necesitamos es saber que quieren vivir la vida con nosotras.
Creo que nos han vendido que es más fácil morir por amor que vivir con amor y por eso la vida va como va.
Una pequeña nota inesperada, que cuesta 15 segundos escribir y dice mucho más que lo quiere poner en ella.
Esas notas que consiguen un cosquilleo las primeras veces, un suspiro o una sonrisa aunque ya no sean novedad.
.
💖 Saberse querida es bueno para el alma.
💓 Hacer saber a quienes queremos eso mismo, que les queremos, debería ser parte de nuestra rutina, como saludar al llegar a un lugar.
💕 A una misma, a nuestros hijos e hijas, a la pareja si la hay, a las amigas…
💟
Te animo a que midas la calidad de tus relaciones pensando en los “te quiero” que das y que recibes…😍🥰
¿Cómo va ese saldo? 💞
¿Qué dice de ti tu cama?

¿Qué dice de ti tu cama?

Igual cuando lees esa pregunta piensas en el hecho de si eres de las que la hace por las mañanas o la deja sin hacer la mayor parte del día. 
Recuerdo una conferencia de algún mando del ejército que decía que hacerse la cama por la mañana era un indicativo del éxito, por aquello de empezar el día cumpliendo las obligaciones o algo así.  Lo cierto es que luego nos enteramos que la ciencia nos dice que mejor no hacerla y dejarla deshecha mientras la habitación se airea… o sea que ya tenemos 2 ideas contrapuestas solo sobre algo tan aparentemente poco relevante como hacer al cama o no por la mañana. 
Yo, si te sirve de algo te diré que solo «hago la cama» cuando cambio las sábanas, que lo mejor que me regalaron cuando me casé fue un edredón nórdico  que no hay que estirar, ni entremeter ni nada. Y que yo personalmente prefiero la teoría de ventilar la cama a la de que el éxito depende de lo metódica y organizada que seas. 

Pero no iban por ahí los tiros de mi pregunta.  Me explico: 


Yo duermo bastante regular, pero lo cierto es que hace poco decidí que iba a comprarme una cama buena de verdad, de esas de los hoteles de 5 estrellas. Decidí que en vez de gastarme «lo justo» en un colchón normalito y seguir con mi canapé de hace no sé cuántos años que ya  no estaba bien del todo, iba, por fin, a invertir en una cama buena para mí. 

Y estando en la cama desvelada pensé que es cierto que me sigo despertando muchas veces, pero que ya no noto molestias en el cuerpo como antes. Me alegré de haber decidido invertir en ese colchón que parecía de lujo por el precio. 
Y dándole vuelta a eso, a que la verdad es que es un colchón «caro» pensaba yo que un tercio de la vida se nos va durmiendo y que igual sí importa en cómo lo hacemos. 

Por eso llegué a la conclusión de que  reflexionar en qué importancia le damos al sueño, a cómo y dónde dormimos no es tan trivial. 
Casi todos los adultos que conozco tenemos un coche (o más). Y mirad esta noticia:

 

Pero es que si a eso le sumamos lo que implica tener un coche la cifra sube hasta esto:

Cuando lo ves así junto te das cuenta de cómo hemos normalizado ese gasto para una herramienta, que a no ser que seas taxista, vas a usar algunas horas al día solo. 
Recuerda:  en la cama estarás casi 1/3 de tu vida… y ya consideramos mucho pagar por un colchón los ue pagamos por solo 1 mes de coche. 

Viéndolo así seguro que ahora no te parece caro invertir 700€ o 1000€ en una buena cama ¿no?  Sobre todo porque no se trata solo de un tema de tiempo que pasas en ella sino de que incide directamente en nuestra salud y bienestar. 
De hecho, uno de los baremos que tienen los hoteles para clasificarse y obtener estrellas es la calidad del colchón. 
Y si no recuerda si alguna vez has dormido en un apartamento u hotel en el que la cama era de todo menos cómoda y confortable y si por el contrario, alguna vez has dormido en una de esas que parecía que flotabas. 
Por supuesto, cuando no hay para comer, siempre digo que esto puede sonar a frivolidad, pero para mí este caso de la cama es una muestra de cómo a veces miramos el precio y no el valor de las cosas. 

Yo estoy muy satisfecha de esa compra que lleva postergando mucho tiempo. Siempre había un gasto extra más importante, una compra que parecía más necesaria o la necesidad de otra persona de la familia antes que la mía. 

Pero recordé que hubo una época en mi vida en la que trabajaba mucho físicamente y que cuando llegaba a la cama por la noche siempre decía en voz alta: 
·Gracias dios mío por tener una cama»

No le damos importancia al reposo hasta que no estamos agotadas, del mismo modo que no valoramos la salud hasta que nos falta. 

Así que ahora, no solo en mi vida personal, sino en mi trabajo céreo que voy a incorporar la pregunta de 
«¿Cómo  es tu cama?» como indicador de autoestima, de prioridades o de placer incluso. 

Cuando nació mi hijo recuerdo que el padre me dijo un día: 
«Esto que hacemos con Iker se llama colecho»
Porque antes de saber que tenía un nombre, nos dimos cuenta que para poder dormir algo más lo mejor era que él estuviera en nuestra cama. Cuando la cama de matrimonio se nos quedó pequeña lo que hicimos fue adosar otra a la nuestra.  Nuestro dormitorio era literalmente eso: un DORMITORIO (la habitación de dormir). No teníamos ni armario, ni más muebles. Solo camas para dormir todos cómodos. 

Así que el test de qué dice de ti tu cama o cómo y dónde duermes, como ves puede indicar muchas cosas sobre ti. Del mismo modo igual puedes cambiar cosas que quieras sobre ti, cambiando tu cama o tu forma de dormir… Pero de eso te hablo igual otro día. 

Por cierto… aprovecho y te comento que hace unos meses me compré una manta de peso. 
¿LAs conoces? 

Así que entre mi colchón nuevo, mi manta eléctrica, mi edredón nórdico con una funda blanca de algodón que me encanta y mi manta de peso para aliviarme la tensión muscular y general… mi cama  cierra el ciclo de rutina de autocuidado que empieza siempre que puedo con mi clase de yoga…

Estoy satisfecha de haber cumplido uno de mis propósitos de mejora de mi bienestar físico y mental.
¿Y tú? ¿Quieres compartirme algo sobre el tema?

 

¡Te escucho!

Lo primero no es el objetivo

Lo primero no es el objetivo

¿Cuántas veces has oído que para tener éxito y conseguir cosas lo primero es marcarse un objetivo?

Yo misma he usado por años el lema «lo primero es soñarlo». De hecho mi primer viaje internacional de trabajo, en 2016, giraba en torno a ese slogan.

No es que haya cambiado de idea sobre que para que las cosas se cumplan primero hay que «pensarlas», soñarlas o imaginarlas. Lo cierto es que si no nos marcamos objetivos rara vez nos movemos del lugar donde estamos. Dejar las cosas al azar no suele ser muy productivo y acabamos corriendo el riesgo de no trabajar para nuestros propios objetivos porque acabamos trabajando para los de otros. No es esa la idea de este artículo.

Cuando digo que lo primero no es el objetivo me refiero a que no siempre el objetivo que nos trazamos en nuestra vida, personal o profesional ha sido «decidido» por nosotros y nosotras mismas. Vivimos en una sociedad de aparente libertad que no es sino un tablero con opciones bastante limitadas y delimitadas. Prueba de ello es que cuesta encontrar objetivos de los que llamamos «divergentes» y originales.

Hasta los típicos mensajes del Misión, Visión y Valores muchas veces son copia-pega de otros . No ha habido un trabajo personal o corporativo de analizar ya no «qué» queremos hacer sino algo mucho más importante para mí a la hora de establecer objetivos que es «para qué» queremos hacer ese algo.

En mi experiencia trabajando con personas y empresas pocas veces me sabían responder al «para qué» del objetivo que tenían planteado. Y eso hacía muy difícil establecer una estrategia u hoja de ruta efectiva para su situación particular.

Por eso te repito: lo primero no es el objetivo. Lo primero es conocerte más a ti o tu proyecto y saber desde dónde partes y adónde quieres llegar, por qué quieres llegar ahí y sólo después buscaremos el cómo.

La mayoría de emprendedoras con las que he trabajado tenían como objetivo «emprender», me contaban que querían dejar su trabajo por cuenta ajena para tener más libertad.

Muchas me decían que habían contratado esta o aquella formación, a este o aquel coach que les guiase en el camino al éxito en el emprendimiento. Es triste decir que la mayoría de las personas que pagan por esos programas que les prometen facturar 6 cifras, no solo no llegan nunca a facturar esa cantidad sino que acaban fracasando en el emprendimiento y vuelven a donde estaban con menos dinero y una sensación de fracaso.

Es evidente que alguien que te dice que su objetivo al emprender es tener más libertad lo que tiene es una idea idílica del emprendimiento. Ha leído a este o aquel gurú de turno contar sus éxitos y dinero ganado fácilmente, contar que vive de ingresos pasivos y se ha creído el cuento.

Lo cierto es que emprender es un camino de retos constantes, que requiere de una alta tolerancia a la inseguridad a la frustración y mucha constancia. Que para llegar a tener libertad económica y de tiempo como emprendedor o emprendedora primero vas a tener que dedicarle muchas más de 40 horas a la semana. Si no tienes clara la realidad de lo que implica el objetivo que te marcas, no es tu objetivo.

Así que sí, lo primero antes de marcarte un objetivo es conocerte un poco mejor, a ti mismo, a ti misma, a tu proyecto y establecer un objetivo adaptado. Saber cuáles son tus valores, qué estás dispuesto a perder, cuánto puedes o no arriesgar, cuáles son tus circunstancias personales que te suman o te restan energía. En definitiva, antes de establecer el objetivo, analízate tú. Analiza tu punto de partida y solo después de eso estarás más cerca de que tu objetivo esté alineado y más basado en hechos que en expectativas irreales.

Lo cierto es que mi primer viaje a Chile fue como cumplir un sueño y de ahí el lema escogido. Pero lo que no todos saben es que mi primer sueño era que alguien me invitara a trabajar allí. Y ese sueño se reveló como inalcanzable cuando me invitaron a dar una formación en lactancia allí y al decirles que tenía que ir con mi hija que aún era un bebé y a la que amamantaba me respondieron que entonces mejor contrataban a un señor pediatra que, evidentemente, no daba teta y podía viajar solo.

Ahí me di cuenta que «ese sueño» no era el mío, que debía reajustarlo. Así que trabajé para no renunciar a algo que para mí en ese momento era irrenunciable. Y poco más de un año después yo misma financié y organicé mi propio viaje de formación a Chile. Y me llevé, no solo a mi hija, sino a mi hijo mayor también. Porque la realidad es que mi sueño no era «ir a Chile a trabajar», mi sueño era demostrar que podía trabajar en cualquier parte del mundo sin renunciar a lo que para mí estaba por arriba en mi escala de valores y prioridades.

Si quieres que te ayude, a ti o a tu equipo, en cualquier punto del proceso de autoconocimiento, evaluación y desarrollo de objetivos, ya sabes… ¡soy tu persona!.

PD: álbum de fotos de ese viaje

Demasiado feministas

Demasiado feministas

«Demasiado feminista para el mundo profesional».

¿Qué sentirías si oyeras este comentario sobre ti y tu trabajo?

¡Bienvenida a mi vida!

Hace años, un señor ( por ser generosa en mis términos) me dijo que con el tipo de fotos y comentarios que publicaba en mis redes nunca me iban a tomar en serio en el mundo de la empresa. Por aquel entonces yo me dedicaba al ámbito maternal y mis fotos en tetas dieron la vuelta al mundo cuando Facebook las censuró y peleamos para conseguir cambiar su política.

Es curioso que un tipo narcisista, tirando a psicópata, que  presumía de premios de emprendedores y de estar en consejos de dirección de empresas  afeara mi «estilo» en redes. Sobre todo si recuerdo las fotos que él me mandaba a mí de mujeres desnudas y atadas. Al parecer mis tetas daban mala imagen si era para defender mi derecho a amamantar pero las de las mujeres con las que se excitaba y masturbaba sí eran dignas de compartirse.  Al final este asqueroso ser no es más que un reflejo de la hipócrita moral que aún hoy existe en el mundo, incluído el mundo profesional y de empresa.

Porque esa ha sido la tónica. Recuerdo en mi primer trabajo de secretaría de un bufete de abogados de mucho prestigio, cómo mis jefes idolatraban a Mario Conde. Todos vestidos y peinados igual que él, que parecían clones. Daba igual que esa fachada de hombre de éxito escondiera lo que escondía. Hasta robar es glamuroso si lo haces con un traje caro y mucha gomina (y eres hombre, claro).

Si eres hombre puedes permitirme soltar tacos diciendo que eres lo más, puedes mirar a la gente a la cara y ser todo lo directo que no serás agresivo sino potente. Podrás  defender a muerte tus colores y tus ídolos aunque estos sean deleznables, porque representan el éxito en masculino. Si eres mujer no vayas a creer que puedes hacer lo mismo. A ti te toca ir por los carriles que ellos te marcan o descarrilarás tu carrera profesional y encima habrá sido culpa tuya.

«Demasiado feminista»

Me pregunto ¿se puede  ser «demasiado» feminista?

¿Se puede una pasar de exigir que se cumplan los derechos?

¿Se puede ser demasiado pro derechos humanos?

¿Se puede ser demasiado equitativa?

Al parecer sí.

  • Sobre todo cuando la norma es esta igualdad de postureo, este feminismo de Zara y esta moda de  aprovechar  el talento femenino para decorar  de forma económica el antiguo y rancio despacho machista. Como pegar papel pintado en una pared con moho.
  • Somos demasiado feministas cuando no pedimos permiso para hablar, cuando se nos interrumpe y en vez de achantarnos levantamos la voz o recriminamos al machote de turno su mala educación. Somos tan demasiado feministas que las maleducadas somos nosotras.
  • Somos demasiado feministas cuando nos lanzan un piropo y en vez de avergonzarnos, sonrojarnos o incomodarnos ( o sentirnos halagadas) lo devolvemos con un revés a su terreno en plan: » tu opinión me importa la misma mierda que tú».
  • Somos demasiado feministas cuando osamos hablar en términos y condiciones hasta ahora reservadas a los hombres.
  • Somos demasiado feministas cuando denunciamos vuestro machismo en voz alta, cuando decidimos que la vergüenza la lleve el que la merece.
  • Somos demasiado feministas cuando hacemos un ejercicio de sororidad y decidimos creer siempre primero el testimono de la mujer. ¿Te jode? Porque es lo que habéis hecho vosotros siempre: vuestra sola palabra bastaba para arruinar la reputación y la vida de las mujeres con la complicidad de vuestras jauría fraternal.
  • Somos demasiado feministas si detectamos eso que llamáis «micromachismos» en un intento por blanquear vuestras violencias. Porque sí, majete, lo cierto es que «todo es machismo» solo que hasta ahora nadie te lo afeaba.
  • Somos demasiado feministas cuando te decimos que te quites de ahí que es nuestro sitio. ¿O no te has parado a pensar en todos los espacios que ocupáis y que aunque sea por derecho de cuota debería ser nuestro? ¿Has pensado en todo lo que históricamente nos debéis a las mujeres? ¿Todas las herencias no cobradas? ¿El trabajo no remunerado? ¿El cuidado gratuito y sin descanso?
  • Somos demasiado feministas cuando en vez de preocuparnos por vuestro ego nos preocupamos por nuestro amor propio.
  • Así que sí, somos demasiado feministas cuando te demostramos que tu burla, tus chistes, tus comentarios, tus fantasías, tus discursitos, tus piropos, tus miradas, tus «halagos», tu paternalismo y tu condescendencia son basura machista.

 

Yo tengo claro qué somos, somos feministas, demasiado poco, diría yo. LA cuestión es si tiene claro lo que eres tú.

Las profesionales también lloran

Las profesionales también lloran

¿Has llorado alguna vez en una reunión profesional?

¿Por nervios, rabia o frustración?

¿Has sentido que eso le restaba fuerza a tu posición?

 

 

Empezaré diciéndote que es habitual tanto lo primero como lo segundo.
Y no, llorar no necesariamente implica perder fuerza en una reunión o negociación.
Déjame explicarte por qué tenemos esa percepción y por qué es errónea. 
 
Nuestra cultura ha colocado el llanto en una caja con estas  etiquetas y adjetivos: débil, sentimental, triste, pusilánime, vergonzoso y,  por supuesto, femenino.
Lo cierto es que el que llanto es una acción fisiológica con múltiples funciones. Desde algo tan práctico como limpiar el ojo cuando nos entra algo o se irrita, hasta la demostración externa de  emociones tan dispares como la tristeza, el dolor, la alegría y el placer.
Lloramos por cosas muy diferentes, con intensidades diferentes e implicaciones diferentes.
Las personas desarrollamos habilidades sociales que nos ayudan a «leer» qué significado tiene el llanto en cada caso.
Así  distinguimos cuándo alguien llora de dolor y cuándo de emoción y actuamos en consonancia.

Nadie le dice «lo siento» a quien llora de alegría en la boda de su hij@. Ni decimos «me alegro por ti» a la viuda que llora en un funeral.

No minimices el gran poder social que encierra el hecho de «leer estos comportamientos» porque hay gente con incapacidad ( y/o discapacidad)  para hacerlo y esto mismo les genera muchos problemas.

En general, como te digo, la mayoría interpretamos bien el llanto en estos ámbitos.
Pero ¿qué pasa cuando en un ámbito más profesional, sin películas, anuncios, música ni bodas o entierros, interpretamos mal el llanto propio o el ajeno?

.

 

Hoy te voy a hablar de esos casos en los que trabajando con mujeres temas de liderazgo y negociación me relatan conversaciones y situaciones en las que acabaron llorando, delante de un cliente, un socio, colaborador, proveedor o incluso de un empleado.

 

¿Te ha pasado?
A mí sí.

 

  En mi vida profesional he  llorado en reuniones, he llorado en medio de una discusión, he llorado  escuchando al hablar yo y al escuchar a otras personas.
Y no, eso no debe necesariamente a debilidad.

He llorado de angustia, de impotencia, de rabia y de frustración, del mismo modo que a veces en una clase, he llorado de emoción,  al tocar un tema sensible. He llorado al descubrir la pasividad de la gente y cómo eso afecta a mis derechos o los de los míos. He llorado de angustia ante la mezquindad o la maldad, he llorado para descargar estrés o reequilibrar mi estado emocional y he llorado para descargar la agresividad y no darle rienda suelta que es lo que me ha apetecido de primeras.

Ninguno de esos motivos le ha restado peso a mis argumentos ni credibilidad a mi persona ni a mi desempeño profesional, al menos no a mis ojos.

Sé que hay quien percibe el llanto de las mujeres en esos ambientes como un paso atrás, una derrota o sumisión y esa reacción es una muestra más del desconocimiento de la psique humana.
No voy a negarte que en una negociación la imagen que proyectamos es importante. Trabajar nuestro rango de poder y autoridad es fundamental para nuestro éxito profesional porque éste no se basa solo en lo buenas que seamos en nuestro trabajo sino en cómo de buenas somos percibidas. En ese sentido trabajar la seguridad, la confianza, el aplomo y la gestión emocional es imprescindible para que nuestras competencias brillen.
Si eres alguien que llora en cada reunión, que llora en cada discusión, que llora en cada negociación, mi consejo entonces es que  analices primero los porqués de esa reacción.
Generalmente  cuando una profesional formada reacciona  de este modo de forma habitual no tiene que ver con su formación o preparación, lo que llamamos las hard skills, sino con algún tema de actitud, las soft kills: autoestima, seguridad, confianza, etc. Por eso las profesionales no tenemos que trabajar solo la inteligencia empresarial sino también  la  inteligencia emocional.
A veces ese desborde o esa «incapacidad» para integrar algunas emociones puede venir por cosas como el generalizado miedo a hablar en público, el  miedo a la exposición o al rechazo, una percepción poco realista  de las competencias propias ( el llamado síndrome de la impostora) o incluso alguna situación médica o personal como una depresión o un duelo.

 

 

Si esa reacción ocurre de forma puntual ten en cuenta lo siguiente:

 

  • Es perfectamente normal.
  • No cambia quién eres.
  • No reduce tu valor profesional.
  • Es un mecanismo de liberación de estrés.
  • No «luches» contra él, tu cuerpo recupera el equilibrio mediante el llanto del mismo modo que subir la temperatura ayuda a luchar contra una infección.
  • No estás ofendiendo a nadie.
  • No te disculpes por llorar. NUNCA.
  • Recuérdate a ti misma que todas las personas lloran.
  • Llorar no reduce tu rango de poder a no ser que tú creas que lo reduce.
  • Las mujeres hemos conseguido la mayoría de nuestros derechos entre lágrimas, sudor y sangre, no sonriendo.

Sé que no es fácil decirnos mensajes positivos y mucho menos en situaciones que percibimos de debilidad por eso:

  • Aprovecha cada oportunidad para reforzar tu poder, tu autoridad y tu autoestima.

  • Aprende técnicas de negociación que te aporten seguridad.

  • Rodétate de mujeres referentes en tu sector y en otros y esfuérzate por conocerlas en el plano personal si es posible.

  • Comprueba a título personal que  el concepto de «fuerza» y «fortaleza» puede alcanzar otras dimensiones que van más allá de «ser fría, distante e impasible».

  • Aprende de tus errores sin culparte por ellos.

  • Recuerda que mostrarse vulnerable no es señal de debilidad sino de honestidad y humildad.

  • Celebra tus triunfos.

 

Y sobre todo:

«NO DEJES QUE NADIE TE HAGA SENTIR MENOS DE LO QUE ERES»

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